Ahora sí, es el fin, fin. Espero que os haya gustado de todo corazón.
Si queréis dejar algún comentario ya los sabéis.
Si queréis dejar algún comentario ya los sabéis.
DOS DE
OPTUBRE.
Valeria
cabalgaba en una avioneta, casi medio vacía. Extraña situación, caricatu-ra de
su estado de ánimo. Quizás, era nuestra mente quién creaba nuestro mundo exte-rior.
En otras ocasiones, el silencio ambiental la hubiera relajado porque el
bullicio de Madrid le hartaba. No obstante, en aquella ocasión lo extrañaba.
Podría distraerse observando las rutinas de otros, peleándose con los
semáforos…
Pronto regresaría y
volvería a quejarse de los mismos sucedáneos. Aunque, no sabía si sería de
aquella forma. Unas mini vacaciones tampoco le irían mal, si fueran diferentes
a los horribles días de baja. El rostro de Nadia, alegre y lleno de amor, se le
volvió a aparecer. Abandono la nostalgia y sonrío, como si hubiera fumado
marihuana. Quizás el amor era una droga sin clasificar.
No
dudo en comprar el billete de avión el mismo día que recibió su paquete.
Además, llegaría con dos días de antelación. Incluso, reservo plaza al
apartotel más cercano en la Cala Blanca. Era ideal, a primera línea de mar y,
además, le habían garantizado que des de la ventana podía contemplar a la gente
que había en la playa.
Sus ilusiones, para
variar, la convertían en una soñadora. Aún así, nada ya importaba, el
sufrimiento ya no podía ser más mayor del que ya era. A Madrid dejaba noches en
vela, pensando en los senderos sin explorar y los errores, que la habían
conducido a reconquistar su absurda existencia.
Sabía lo que había perdido, sabía que no se
podía retroceder. Pero jamás pensa-ba dejar de soñar, de desear compartir la
vida con Nadia. Aunque aquel encuentro solo significase el adiós definitivo.
Por encima de todo, sería alguien que nunca olvidaría. Por primera vez, en su
corta vida, se había sentido una protagonista de un cuento.
Entre sus manos, tenía
una hoja muy manoseada, que iba releyendo, como si no estuviera convencida de
su contenido. La había escrito en una noche en vela, después de romper varias
hojas. Era la cruda sensación de qué ninguna palabra era suficiente para calmar
el dolor causado a Nadia. La carta que resulto, tampoco le parecía correcta.
Simplemente, era una suplica barata de qué la perdonase por enésima vez. Decía
así:
“Escúchame, no me mires mal o implorante por favor. Me parece una
eternidad desde que te fuiste. No ha habido ningún día que no pensará en ti. Te
quiero más que la última vez y menos que mañana. Ten confianza, quiéreme como
antes, cuando todavía las flores no se habían marchitado en nuestras vidas y el
sol todavía no se había puesto. Quisiera que renacieran aquellos viejos y
bellos momentos.
Ambas nos traicionamos, nos engañamos. Todavía, o
a veces, me pregunto por-qué. Sí lo se… para mi ya no importa. ¿Pero y tu,
serás capaz de perdonarme alguna vez? Es
difícil proponértelo, por favor…
Me gustaría empezar des del principio, des de
cero. Aún somos a tiempo para hacer realidad nuestros sueños y promesas. Mi
corazón me dice que funcionará, que para nosotras dos las cosas no deben
terminar así. Debe he haber otro mañana, siempre la hay… mejor o peor no lo sé.
Por encima de todo, hicimos lo que hicimos por amor. Yo lo tengo claro. ¿Y tú?
Hemos de ser fuertes, luchar y salir hacia
delante, con voluntad y reconquis-tando la confianza perdida. Abra momentos
quizás, que el destino nos pedirá que nos digamos otra vez adiós, pero si nos
queremos y aprendemos a vivir juntas con todas las adversidades, venceremos a
los demonios que impiden nuestra felicidad.
Nadia, amor mío, sabes des del primer momento que
te vi, supe lo que significa-rías por mí. Nadie en el mundo, ni una fuerza
mayor, podría arrancarte de mis pensamientos. Creó que el amor que siento por
ti me esta matando. De hecho, se ha llevado lo que yo era antes de conocerte.
Muchas noches me despierto abrazando la almohada,
esperando que el vació que siento se llene. Esperando acariciarte, comerte con
besos, sentir tu aroma que tanto me apasiona. Preguntándome porque, en aquellos
instantes, te deje marchar, por que no luche más. Por entonces, creía que
tenías derecho de irte y respete tu decisión. Quería que en Cataluña
conquistaras la paz que te carecía.
Sé que tú, aún sigues queriéndome. Espero que tu
orgullo no te impida seguir a tu corazón. Yo te herí, y comprendo que estés
enfada conmigo. ¿Pero crees que eres la única perjudicada? No te hagas la dura,
sigo queriéndote y reconozco mi parte de culpa. Debemos aprender a perdonar.
No hay nada que perder y mucho para ganar. ¿No te
parece? Yo he compren-dido que mi felicidad esta a tu lado. Viendo como
nuestros deseados hijos nacen y se hacen adultos. Juntas veremos nacer a
nuestros nietos, con sus cariñosas sonrisas. Así, cogidas de la mano, veremos
pasar la vida. Es así como veo nuestro futuro, cariño mío. Lo quiero realizar a
tu lado. Quiero verte cada mañana, saber que vas a estar a mi lado siempre y
pensar que nunca más me volverás a dejar.
La que te quiere más que su propia vida,
VALERIA”
El
sueño la venció, las noches de insomnio le cobraban su factura. Sus músculos se
relajaron, su mano libero inconscientemente la carta. Un árbol que pierde sus
hojas, restando desnudo ante la fría intemperie. Quizás fue su último suspiro.
No, era un duende queriéndose refugiar al dulce mundo de los sueños.
La
hoja iba volando, sin destino aparente, lo transportaba el aire artificial del
avión. Quedaría, quizás, olvidada un rincón del suelo sucio y raído. Perdería
su signifi-cado, quedándose supeditada en una historia de amor como cualquier
otra.
Crudo destino para sus
intenciones tan meditadas. No fue así, el final de aquella carta llena de
sentimientos. Alguien que andaba a través de los asientos la vio, y la salvo de
su olvido. Miro a su entorno, tratando de deducir cual era su dueño. Realizo un
par de pasos, con un interrogante en los ojos. Un pasajero le indico, antes de
preguntarlo verbalmente, quien se le había caído.
La persona altruista, se
helo nada más ver el rostro de aquella mujer. Una frase se quedo a medio
camino:- Me parece que se le ha caído… Estuvo a tiempo de girarse, huir. No lo
hizo. La muchacha no se había inmutado. No insistió. Se sentó y leyó aquella
carta. Sus ojos se le humedecieron. Algo se había estropeado. Se apoyo al
respaldo meditando. ¿Qué se había estropeado?
¡Que más daba! El caso era que ya no tenía
voluntad de irse de allí. Faltaba casi cinco minutos para llegar al aeropuerto
de Mahon. Justamente, cuando lo pensaba las azafatas pedían a los pocos
pasajeros, de los dos compartimientos(los de clase normal y preferente), que se
abrochasen los cinturones. Ahora ya no había marcha hacia atrás.
Fijo sus ojos en el
rostro de la frágil bella durmiente, no quería perderse su des-pertar. Dos
personas que se encuentran, por casualidad, dentro de un avión. Una her-mosa
historia de amor para contar a sus nietos.
Valeria seguía inmersa
en un universo de ensueño. Dormía tan placidamente que creyó, que el aviso del
aterrizaje inminente, formaba parte del sueño. Bostezo, que-riendo luchar
contra su razón. La cual le susurraba:”Vamos Valeria, que no te puedes permitir ese lujo, ahora
no”. Y su irracionalidad enviaba sus misiles: “No, solo es un sueño. No puede ser verdad,
hace poco que hemos salido de Barcelona. El viaje se me hace eterno. Eso me
ocurre, por no coger un vuelo directo”.
Siguió durmiendo,
ignorando el mundo exterior. Su compañero de viaje, se des-perezo algo. Le
hubiera gustado que el encuentro fuera de otro modo. La chica abriría los ojos
y ante ella estaría su príncipe azul. Cupido haría de las suyas. ¿Había visto
de-masiadas películas?
Sonrió por sus
pensamientos y, también porqué el paso del tiempo no conseguía transformar a
las personas. Por mucho empeño que puso para que el destino siguiese siguiera
su propio guión... Aunque, en decir verdad, ya no quería esperar más.
- Mi duende, ya es hora
de despertarse.- le susurro, muy cerca de su rostro. Sus manos no evitaron
tocarle su rostro angelical. Valeria abrió los ojos lentamente, con un destelló
de temor. Había sentido, nuevamente, la voz de Nadia y ya no sabía si era real.
Pero aquellas manos tan suaves y sus dedos delgados, que sería capaz de
reconocer con los ojos cerrados, le hicieron dudar.
Abrió y volvió a cerrar
los ojos. Las manos de Nadia seguían acariciándole el rostro, mientras le decía
buenos días, con su tierna voz. Volvió a abrir los ojos, con in-credulidad. Lo
primero que vio fue sus preciosos ojos azules. No era ningún sueño o de-javú.
Nadia estaba muy cerca de ella, de hecho a su lado a unos centímetros para
be-sarla. Fue tal la impresión, que apunto estuvo de desmayarse.
NA:- Mi duende, no te
asustes. Soy yo, solo yo.- aunque la
azafata se les había acercado, algo histérica, porque seguían sin cinturón,
consumo aquel beso. Fue un con-tacto rápido y luego le puso el cinturón, y
después se sujeto el suyo. Como un instinto de conservación. No hablaron más,
pero no podían dejar de mirarse. Era mágico, como si se hubiesen conocido en el
avión.
En un estado de
atontamiento estuvieron hasta les obligaron ha moverse. Se es-tuvieron mirando,
tocando, abrazándose… Sin palabras, sin lamentaciones. Se levan-taron. Les
temblaban las piernas solidarias la una con la otra. La azafata las observaba
con atención, divertida por sus movimientos torpes.
Valeria cogió lo único
que se había subido, el pequeño bolso y un yérsey. Nadia, se fue a la zona
preferente para recoger sus partencias, que por poco que se las olvida. Bajan
juntas del avión, cogidas de la mano. Un aire, algo frío, les da la bienvenida
a Menorca. Se paran y se miran a los ojos. Se sienten tímidas. Hay mucho para
hablar y parecía, estremecedoramente, fácil de hacerlo.
VAL:- No puede ser eso
real.- dice, rompiendo el silencio.- Dime que tu adiós no es para
siempre.-aunque, en el fondo, ya lo sabia. Nadia le había dicho, con su mira-da
azul, la hondura de sus sentimientos. Aún así, necesitaba hincharse los
pulmones con aquella certeza, con aquel amor que pensó haber perdido.
NA:- Mi duende, estoy
aquí, a tu lado. No me pienso ir de aquí.- le cogió el ros-tro, pidiendo toda
su atención.- Estoy donde quiero estar, más pronto de lo que me ima-ginaba de
antemano. Deseo lo mismo que tu. Hoy te quiero más que ayer y menos que mañana.
Té he robado la frase, lo siento.- ironizo con ternura.
Valeria emocionada, se
puso en puntillas y beso sus labios carnosos. Fue un beso muy profundo. Lo
terminó, medio asfixiada. De repente, se percato de qué Nadia anda-ba bien. Fue
tal la sorpresa inicial, que no se dio cuenta de aquel maravilloso detalle.
VAL:- ¡Nadia, ya puedes
andar!- exclamo con la alegría de una adolescente. La estrecho con fuerza y
empezó a saltar. Su pareja se dejo llevar por aquel vendaval de jovialidad. Su
ser también rebosaba de felicidad y plenitud. Empezó a reírse a corazón
abierto, especialmente porque la inspectora era un despiste.
NA:- Hace poco que he
dejado las muletas. Aunque, he de ir con cuidado-dijo con modestia.- Había de
ser una sorpresa, y veo que lo ha sido.- le hizo varios besos cortos y propuso
ir a buscar el resto de equipaje.
Anduvieron muy pegaditas
y mirándose de reojo. El silencio seguía siendo el rey. No era nada incomodo.
Al contrario, era una calma armoniosa, placentera. Reco-gieron las maletas y,
ante la salida de una terminal, se detuvieron.
VAL:- ¿En tu hotel o en
el mío?- le pregunto diplomáticamente.
NA:- ¿En tu casa o en la
mía?-bromeó, teniendo en mente el famoso programa de los 40 principales. Su
rostro dibujo su preciosa sonrisa, que Valeria había creído que se había
borrado, definitivamente, de su rostro.
VAL:- Da igual, donde el
corazón nos lleve. Si estamos juntas no me importa.- concluyó-¿Lo hacemos a
suertes?- la doctora se le acerco y la
beso sin contemplaciones e importarle el mundo contemplativo.
NA:- ¡Qué romántica te
has vuelto! Pero me encanta.- le dijo a quemarropa.
Apoyo su cabeza en su hombro derecho,
pensativamente. Su mirada estaba puesta al más allá, a ningún punto en
concreto. Estaba concentrada, percibiendo la calida cercanía del cuerpo de la
inspectora. ¡Díos, hacía tanto tiempo de ello! La desea-ba con una intensidad
algo desbordante.
NA:- Mi duende, da igual
a que lugar. Quiero recuperar el tiempo perdido y rea-lizar todo aquello que
fui incapaz de hacer en su momento. Así, si me lo me permites, seré tu barca
por unos minutos. Prometo seguir sorprendiéndote día a día.- Se separo, le ofreció la mano y esperó a que
se la cogiera. Así lo hizo. Con sus manos libres trans-portaron su poco
equipaje.
(…)
Era ya atardecer, el
último rayó de luz se filtraba a través de la ventana. Las dos amantes yacían
entrelazadas en una cama enorme. Nadia iba acariciando cada milímetro de su
cuerpo, escuchando una hermosa melodía. Parecía que era ayer cuando pasearon y
se enamoraron por el paseo del Retiro. Parecía un mal sueño el tiempo de su
separación.
NA:- Ha sido mágico,
mejor de lo que tenía planeado.- le susurro, parándose. Se puso de lado, para
poderla observar nítidamente.- Eso quiere decir: hay que dejar que la vida haga
su curso. No hay que planear nada.- filósofo, sin segundas intenciones. Aún
así, Valeria lo recibió como si fuera una indirecta.
VAL:- Ya, pero hay que
poner de nuestra parte. – Matizó con intensidad.- Si tú no hubieras roto el
silencio, yo seguiría escondida a Madrid. Sí, con una actitud idiota.- se auto
flagelo. Nadia le cogió, suavemente, la barbilla para indicarle que ya bastaba
de lamentarse. – Ya, no sirve de nada. Aún así, las dos sabemos que te debo
muchas expli-caciones.
Nadia sabia que tenía
razón, y era algo que no le iba a negar jamás. Aunque, en realidad ya no le
importaba nada. El enfado por su carencia de confianza, su juego, sus motivos
se habían marchitado hacía días. Pero no era así por su pareja. No quisiera que
se hiciera más daño del que ya había padecido. Estuvo apunto de librarle de
aquel duro deber, el de mirar retrospectivamente un pasado muy doloroso. Al
final, no lo hizo. En el fondo, necesitaba ser escuchada.
NA:- De acuerdo,
hablemos de todo.-no queriendo alargar más aquel momento crucial.- Pero que te
parece salir y pasear por la playa. Ahora no hay tanta gente, y me muero por
sentir el agua, la arena mojada. ¡Es tan relajante! Y tranquilamente, sin
prisas, me lo cuentas, exorcizas tus fantasmas tan recónditos.
Se lo pidió con tanta
dulzura que fue incapaz de rechazar su propuesta. Sonaba, de hecho,
divinamente. Ver la entrada de la noche, junto a la persona que más amaba.
Sentir el aire fresco, tener la sensación de estar volando. La sensación de qué
nada más, al menos inmediato, quebrantaría su felicidad. Pedir más que la nada
era irreal, tener la nada era la plenitud. No importaba que después de la
gloria volviera a la nada, porqué lo que sentía era invendible. Algo para
recordar para el resto de su vida.
(…)
Pasearon por la orilla
de la playa, las dos con los pies descalzos. La agua empe-zaba estar fría, pero
era agradable su leve roce. Cala Blanca era hermosa, no muy grande. Era algo
muy intimista. Y lo más hermoso de ella, era que el agua era muy cris-talina i
transparente.
Se sentaron, muy
relajadas, en la arena blanca. Contemplaron la puesta de sol en silencio. Nadia
se estiro, e invito a Valeria a apoyar la cabeza en su regazo. Con la paz
ambiental y la que invadía a su interior casi se durmió en brazos de Nadia. Aún
así, venció la pereza encontrando las fuerzas para narrarle su desafortunada
juventud. Las palabras llovían a raudales, libres por fin del miedo
encarcelador.
VAL:- ¿Estás preparada para que te cuente una
larga historia, un cuento de amor y de pesadilla? – se medio incorporo,
buscando los ojos azules de su duende. La cual le dio permiso y dispuesta a
escucharla, sin coacciones ni interrupciones.- Pues te narro la versión
extendida, como cualquier cuento de ficción…
“ … Corrección, o aclaración, es una historia verídica. Paola y yo nos conocíamos des de pequeñas.
Amigas del alma, compañeras de travesuras. La decisión de mi madre de regresar
a Madrid, puso puntos suspensivos en nuestra relación. La añore los primeros
tiempos, aunque la corta edad propició el olvido fácil.
Quizás no hubiera ocurrido nada sino fuera que
más tarde regresara de vacaciones a Londres, porqué ella siempre sintió algo
por mi. Mi amor por ella fue algo tardío, o bien se halló en mi interior sin
darme cuenta. Ella siempre tan encantadora, perseverante…, me sedujo.
Termine enamorándome de ella como una colegiala.
De hecho, fue mi primer y único amor.
Distaba a ser las pequeñas correrías del instituto. Sentenció algo que
intuía des de hacía tiempo.
Al principio, fue todo muy bonito. No hay que
quitarle ningún crédito, era una hermosa historia de amor. Dos chicas jóvenes
enamoradas. Había pasión, romanticismo y planes conjuntos.
Paola siempre fue muy ambiciosa. Aparte de amarme
con locura, amaba pintar. Yo la adoraba por ello, era su principal fan. Supongo
que mi vida, mis intereses giraban entorno a ella. Ahora me estremezco en solo
pensarlo. Se que suele ocurrir cuando amas a alguien. Aún así, da miedo la
dependencia emocional que se genera a veces con otras personas.
No me llegue a anular como persona, no me
maltrataba. Tampoco era eso. Quería verla feliz, la apoyaba… ¡la ame tanto! Sí,
fui capaz de hacer de todo por ella. Me puse a su servició porque el mundo
conociera su arte. Juntas tuvimos la idea de montar un negoció, obtener dinero
y realizar nuestro sueño, que ella triunfara como pintora.
Compramos un local con el dinero de mis abuelos
paternos. Quería poner el nombre de las dos en el negocio, pero ella no quiso.
Abrimos una cafetería, una especie de local bohemio y culto. Paola, al ser muy extrovertida, atraía a
mucha gente. La verdad, hay que reconocerlo, es muy persona muy magnética.
¡Qué tiempos aquellos! Aún las responsabilidades,
todo parecía extremadamente fácil. Me hacia muy feliz… Aunque, la fama y buen
funcionamiento del local la empezó a cambiar algo. Al principio, no me di
cuenta. Era feliz con tan solo verla feliz a ella. Le encantaba hablar con las
clientas, con las admiradoras de su arte. Presumía de ser el motor del negocio,
de qué acudiesen a nuestro local por su arte, que colgaba orgullosamente en las
paredes.
Yo debía estar ciega, embobada por su magnetismo.
Quizás, me sentía orgullosa de qué ella fuera mía. Estaba segura de su amor por
mí. Aunque, en principio, la ruptura de esta seguridad no lo desestabilizo
todo. Paola es la clásica persona que todo lo quiso y lo termino perdiendo.
El verdugo de nuestra relación, el ogro de
nuestra historia, fueron las drogas. Las dos tonteamos con ellas, en el sentido
que consumimos en algunas noches locas de juerga. ¿Y quién no ha tomado
esporádicamente alguna? ¡Qué más da! Por mi fueron escasos episodios, hasta que
me plantee no tomar más.
Paola, de vez en cuando, seguía usándolas para
desinhibirse. Era algo que intuía, porqué tuvimos alguna pelea por su culpa. No
me gustaba que cada día, pareciera depender más de ellas. Aún así, jamás
imagine lo que se avecinaba, o se cocinaba en mis espaldas. Sí que era cierto,
que no íbamos mal de dinero y podíamos pagar mensualmente nuestro crédito.
Aparte, ella se satisfacía cualquier placer.
¡Díos mío, que ilusa fui!
La cuenta era conjunta, pero siempre se encargaba
ella de la parte económica. Los números, las matemáticas me mareaban…Tenía fe
ciega en ella. Un día, que jamás olvidare, mi felicidad y aquel mundo, en
apariencia idílico, se rompió a añicos.
Aquel día, que sigo recordando como si fuera
ayer, estaba sola. Paola se había reunido con una posible representante. Estaba
impaciente por su llegada. El local se estaba llenando de gente, era ya el
atardecer. La puerta se abrió. Entraron cuatro policías, el aire se helo. No quise
pensar mal, pero la forma con que se dirigieron hacia mí y me miraron…, me
cortaron la respiración. A partir de ahí fue como si no dominase nada, ni mis
actos.
El miedo que sentía, me cortaba la respiración.
¿Qué ocurría? ¿Le había sucedido algo malo a Paola? Así, se los pregunte. El
policía de cargo superior, se presento y exigió hacer uso de su permiso para
explorar el local en busca de drogas.
- ¡Será una perdida de tiempo!- exclame, tonta de
mi. Estaba tan tranquila, que se los permití hacer sin rechistar. ¿Ya te puedes
imaginar cual fue mi cara, cuando encontraron varios kilos de coca escondida
entre las cajas de bebidas? No supe que decir. Empecé a balbucear. No se podía
negar aquella evidencia tan palpable.
En este justo instante, entro Paola silbando.
Supe que era ella la culpable. Vio los agentes de la ley y se paralizo. Detecte
sus intenciones de fuga y su congoja. Mi amor por ella ganó la partida. Permití
que se me detuviera en su lugar. Sí, no la delate. Al fin de cuentas, el local
iba en mi nombre. No sabía que mi pareja traficase con drogas, pero lo había
permitido. Fui una estúpida.
Paola se fue, incapaz de mover un dedo para
salvarme, o si más no admitir su parte de culpa. Yo la protegí, admití ser la
culpable. Me pedían nombres de la red de traficantes. No dije nada, y ellos
creyeron que los protegía. ¿Y Paola donde se escondía?
Vino a verme un par de veces en prisión, para
prometerme que me sacaría de allí. ¿Cómo? Sigo ignorándolo. Al fin de cuentas
salí, inocente de los cargos y no fue ella quien me salvo. En cierta forma,
tiene razón en acusarme de haberla traicionado.
Ya ves Nadia, primero la cubro y después la
señalo. ¿Incongruente? ¿Qué ganó al final: mi amor por ella o la rabia? Me
destrozo el corazón. Un día, antes del juicio me visito una amiga en común.
Aunque, más bien era amiga mía. Fue cruelmente sincera, hizo salir toda la
rabia contenida de mi interior.
Katia tenía razón, nadie que amase de verdad
permitiría que el otro pagase por algo que no había hecho. Aún así, no fue el
detonante de mi decisión. Fueron las confidencias de mi amiga respeto a Paola.
Mientras pagaba por sus errores tonteaba con otras chicas, libremente y sin
pizca de remordimiento. Los celos me cegaron, libero la rabia que albergaba mi
ser.
Sí, la delate y me declare inocente. Se hizo
justicia, en parte gracias a Katia. ¿Me sentí mejor? ¡No! Paola y yo no nos
vimos más. Regrese a Madrid junto a mis padres. A través de amistades comunes
supe que Paola estaba rabiosa. Me rompió el corazón. Las dos nos hicimos daño.
Katia me mintió en cierto modo, exagero el
comportamiento de Paola. Aún así, lo que nos unió se fundió. Es difícil de
explicar… Es despertarse y no conocer lo que te rodea. La fama o su adicción la
cambio. O, simplemente, nunca conoces completamente alguien. No me di cuenta de
ello, hasta que estuve en prisión.
Hasta este año era algo que me seguía doliendo.
Quizás, era algo pendiente que las dos nos viéramos. A veces, es difícil de
empezar una nueva vida sin hacer las paces con tu pasado. Paola tenía, en esto,
razón. Aún así, a veces piensas que es mejor echarle tierra al asunto. Bueno,
aquí se termina el cuento. ¿Y cual es la moraleja?“
NA:- El amor nos hace cometer locuras, esa es la
moraleja.- opino la doctora. Conmovida por lo que acababa de escuchar. Ya sabia
de antemano aquella historia, aún así sin el tinte emocional de su duende.- No
se puede amar a medias. ¿Cómo se puede saber si la otra persona se merece nuestro
amor? No se sabe.
Valeria
se seco las últimas lágrimas. El dolor por aquella historia, por fin, se había
disuelto. No se podía lamentar por haber amado tanto a Paola. No podía quejarse
por haber hecho lo que hizo. No existían excusas. Lo que dolía era que su amor
no se sintió retribuido.
NA:- ¿Y cual es para ti la moraleja?- le pregunto,
apartándole algún pelo rebelde de su rostro.
VAL:- Creemos que amamos sin condiciones, pero
descubres que no es así. Amar a alguien es amar sin pedir nada a cambio.- hizo
una pausa y siguió- Por el camino olvidamos cosas, no hay garantías y la pareja
es algo que se tiene que cuidar a diario. A demás, las personas son un
misterio. Aún así, vivir es arriesgar. – Se movió y se coloco encima de Nadia.-
No hay mal por bien que venga. Sin esta obscura historia no estaríamos aquí. No
importa ya nada más.- se le acerco y la beso tiernamente.
La pasión desatada, la ternura poética y la suave
brisa marina. Dos cuerpos entrelazados, dos destinos reencontrados. Los
círculos se cerraban. No había certezas, tan solo lo que se sentía y el deseo
de abrazar la vida con fuerza. Otra vez bajo el firmamento, unas estrellas
fieles y constantes, se prometieron serse sinceras, amarse y respetarse hasta
que la muerte las separara.
NA:- No me gusta la palabra siempre. Aunque deseo,
con toda mi alma, que así sea.- declaro, desbordando emoción por todos los
poros de su piel.
VAL:- Yo creo que siempre te amare de igual forma.
Más aún cada, vez te querré más. Dime ilusa, pero lo siento de este modo.- sus
ojos eran participes de ello.- Esto no es el fin, es el inicio…
NA:- ¡Ah, mi dulce y romántica duende! Con tu
pasión haces crecer vida, iluminas la noche más obscura… Despiertas mis deseos
más recónditos de mí ser. – dijo con una pizca de ironía. Si siguiese sus
instintos más primitivos, le sacaría la poca ropa que llevaba y le cubriría
todo el cuerpo de besos.
VAL:- ¡Vamos al hotel!- leyéndole la mente. Le
hubiera apetecido dejarse ir, rendirse a los brazos de Nadia. Aún así, era
mejor no exponerse. –Te quiero.
NA:- Y yo.- se besaron ardientemente antes de
levantarse.- Por cierto, hemos de llamar a Maca y Esther… Les debemos tanto a
ellas.
VAL:- Mañana.-sentencio, siendo incapaz de
separase de sus labios.
Se
levantaron despacio, no separándose en ningún momento. A la luz del exterior,
parecían dos adolescentes enamoradas. Eran incapaces de separarse en ningún instante.
Les gustaba pensar que así seria el resto de sus vidas. Era una dependencia
sana, porque cada una sabía lo importante que era tener un espacio propio. Más
allá de la pasión, eran compañeras de viaje y compartían tanto lo bueno como lo
malo.
(…)
El
dos de octubre siempre resto en sus memorias. El dos de octubre también fue
especial por Maca y Esther. Las cuales también se hallaban, a esa fecha, a
Menorca. Impacientes por conocer el desenlace. Aunque, llegaron al día 2.
Ignoraban que ya se habían reencontrado y reconciliado. Fueron al hotel de
Nadia de incógnito, y fue tal su sorpresa
de encontrarlas juntas que no evitaron ser descubiertas. Las cuatro casi se
mu-rieron de risa.
Las
dos parejas, disfrutaron de unos días de vacaciones. Por fin había tranquilidad
y paz en sus vidas. Las cuatro sabían que la vida podía ser muy corta. Ya no le
pedían nada más al destino, únicamente paz y tranquilidad.
Maca
y Esther, se casaron al año siguiente junto a sus seres más allegados y queridos.
Se sentían muy afortunadas porqué tenían una hija preciosa y buenos amigos. Su
boda fue inmemorable. La felicidad parecía ser un manantial que no se agotaba.
Era incluso, alarmante. Pero se tenía de abrazar aquella bonanza, porque ya
sabían que aquello podía ser fácil de alterarse.
Nadia
y Valeria, se casaron años más tarde. Tuvieron gemelos. Un niño y una niña. Pablo y
Julia, respectivamente. Se establecieron, finalmente, a Madrid. La magia
descubierta al parque del Retiro siempre les acompaño.
Años más tarde…, las cuatro ya viejas y raídas, se
fueron otra vez de vacaciones a Men-orca. Justamente, el dos de octubre. Había
llovido mucho des de entonces, ya no eran aquellas jóvenes dispuestas a comerse
el mundo. La vejez les sentaba muy bien. En excepción de los cambios de la
edad, nada había cambiado. Se podría decir que seguían queriéndose más que ayer
y menos que mañana.
¿Moraleja de esta historia? La que cualquiera
desea o le parezca. Hay que tener fe y que el amor se ha de mimar a diario.
Debo agradecer a varias personas haberme acompañado en este proyecto. Muchos de ellos aportaron entusiasmo, alguna idea y jamás se los podre agradecer del todo.
GRACIAS DE TODO CORAZÓN.
Debo agradecer a varias personas haberme acompañado en este proyecto. Muchos de ellos aportaron entusiasmo, alguna idea y jamás se los podre agradecer del todo.
GRACIAS DE TODO CORAZÓN.
Comentarios
Publicar un comentario