(23) Lamentos en la oscuridad
Metrópolis 12 Mañana
Horas más tarde un taxi
llegaba enfrente de una imponente mansión, de él bajo una mujer muy
elegante. Su profesión era barrendera, pero nadie hubiera dicho que se
dedicara a aquello. Tenía estilo y se movía como si fuera una modelo.
Pisaba fuerte y estaba dispuesta a decir a su familia adiós para
siempre. Les quería demostrar que la clase no se olvidaba y, mucho a su
pesar ella era toda una señora. Había llorado lágrimas de sangre, pero
seguía en pie, más fuerte que nunca.
La abrió la puerta un
mayordomo joven. No la conocía y aún así la dejo pasar. Lo que pueden
hacer las apariencias. Las puertas se cerraron en su espalda. Ya no
había ya escapatoria...
- Bienvenida a la mansión Luthor. Pronto será atendida. ¿A quién tengo de placer de anunciar a mis Señores?
- A la Señora Serenety
de New York.- Decidió al instante Lena. Sentía una fuerte opresión en el
pecho, que le impulsaba a huir. Refugiarse en el apellido de su amiga
le daba seguridad. A parte, se percato que le daba algo de placer
burlarse de sus padres. Probablemente, bajarían solícitos para
atenderla. Tristemente, debías de tener mucho dinero porque te tratasen
en bandeja de oro.
El servicial empleado
doméstico subió las escaleras y desapareció de su campo de visión. Los
nervios seguían atormentándola. Se entretuvo estudiando la impersonal
planta baja. Muchos objetos decorativos lujosos, caros e impersonales.
Los cuadros, que solían renovar con frecuencia, le parecieron horribles y
fríos. Una decoración muy cargada y ostentosa. En su infancia pensaba
que vivía en una casa de muñecas de porcelana. Era una niña dentro de un
gran engranaje inmutable y perfecto. Le he estaba prohibido jugar fuera
de la habitación de juegos y debía de cumplir unas estrictas normas de
etiqueta.
El mobiliario había sido
renovado, pero la filosofía que imperaba en él no. Le seguía evocando
sus últimos días en el seno familiar. Arriba de las escaleras había su
madre fulminándola con la mirada, alegrándose de que se marchará. Su
padre no se digno en salir de su despacho. Su hermano práctico el
escapismo, dinamitando el poco afecto que se tenían.
El mayordomo tardo en
regresar, y lo hizo para pedirle un poco más de tiempo de espera.
Lamentó no haberse presentado con su apellido paterno. Estuvo tentada en
revelarse y violar su privacidad. Subiría las escaleras corriendo,
entraría a sus instancias privadas y les escupiría todo su
resentimiento. A pesar, que con el tiempo había conseguido dominar su
temperamento, no evito ser exigente con el pobre chico. No había
abandonado a su pareja, en una situación crítica en su relación, en
vano. Empezaba a lamentarse de su decisión razonable, pero precipitada.
- Diles que mi tiempo es
oro, no se negocia.- Le exigió. Probablemente, aquello irritaría a
Lillian, acostumbrada a imponer su santa voluntad.
El chico subió de nuevo
las escalas, pisándolas fuerte. Parecía que temía a su jefa. Se
avecinaba una tormenta tremenda y probablemente desearía estar lejos de
ellas. El ambiente a la mansión era fúnebre. La enfermedad del patriarca
lo había oscurecido todo y Lillian parecía haber enloquecido. Lena
pensó en Kara, ya la extrañaba. Necesitaba agarrarse a algún sitio.
Terminó apoyándose en la puerta. Empezaron a escucharse chillidos.
-¡Rappel ya conoce la
política de la casa!- Aquello era inédito, la gran Señora Luthor
perdiendo el decoro. Lena se estremeció. ¿Perdería el miedo a la mujer
que quiso ser su madre y no lo logro?
- Lo siento. Pero la Señora Serenety tiene mucha urgencia en verla. ¿Qué le digo?
- ¡Ya basta de disputas
tontas! Conozco los Serenety de New York y no les gustará nuestro
desplante. A parte, no toleraré ninguna descortesía en mi casa.- les
censuro Lionel Luthor, con una voz muy ronca.
- ¿Querido, que haces
levantado? El médico te ha aconsejado reposo.- Le regaño molesta su
mujer, odiaba que se entrometiera en sus asuntos.
Lena, cansada de esperar
determinó ir al corazón del huracán. Las voces procedían del salón
particular de su madre, donde siempre se refugiaba para hablar con sus
amigas y dónde usaba a la gente como sus títeres. La puerta estaba
entreabierta, permitiéndole escuchar mejor su conversación. Se detuvo
enfrente de la habitación y los observo.
Lillian iba vestida con
elegancia. Su rostro no reflejaba su auténtica edad. Probablemente se
había gastado un pastón en cirugía estética y estilismo. Mientras su
padre, había envejecido 10 años de golpe. Se le veía muy delgado, tanto
que se le marcaban todos los huesos. Su rostro estaba fundido y era la
máscara de la muerte. Se paralizo. Dolía verlo tan deteriorado. Cogió
aire y lo dejo ir lentamente. Determinó entrar. Dio golpecitos a la
puerta antes, haciendo que se callasen y se girasen hacia ella.
- Hola padres, la oveja
negra ha regresado a su hogar.- Les saludo de forma irónica. Sus rostros
empalidecieron. Fueron incapaces de articular ninguna palabra. Su
reacción les pareció algo cómica y se rió.- Ya veis he sobrevivido sin
vuestra ayuda.
- ¿Rappel, no decías que
nuestra visita era la Señora Serenety?-preguntó Lillian. La dejo de
mirar, rechazándola por enésima vez. Estaba fuera de sus casillas, la
situación se le había descontrolado. El mayordomo la miro cómo un
corderito degollado.- ¡Vete de mi presencia!- el pobre chico la
obedeció, sin antes dedicarle una sonrisa algo misteriosa, como si
hubiera un secreto entre ellos. Era guapo y parecía desubicado en
aquella profesión doméstica.
- Eso es correcto madre.
Yo soy la Señora Serenety, viuda de la heredera del clan.- Le informó
sin perder la sonrisa. Disfrutaba de verla descolocada. Leyó de
inmediato el asco que sintió por el simple hecho de haber estado casada
con una mujer.
- ¡No dejarás de ser una
desvergonzada! Sólo te faltaba ser una degenerada.- Le clavo sus ojos
marrones, llenos de asco. Sus palabras aún tenían la capacidad de
herirla.- A pesar de mostrarte tan elegante, no ha cambiado tu esencia.
Sigues siendo la misma insensata y descreída que se atrevió a desafiar a
la mano que te dio de comer.
- ¡Ya basta Lillian!
¡Cállate!-intervino contundentemente Lionel. Sus facciones estaban muy
serias y su mirada irradiaba potentes descargas eléctricas.- ¡No
permitiré más que la sigas dañando! ¡Por favor, si aún me quieres,
respétala! Más aún, te exijo que le pidas perdón por tus malos tratos.
La situación era muy
incómoda. Lena contuvo la respiración. Su mirada se había quedado fijada
hacia su padre. Se sintió muy agradecida con él. Nunca antes se había
sentido tan respaldada. Jamás le había llevado la contraría. Pensaba que
era porque creía lo mismo de ella, o porque pasaba olímpicamente de su
familia. Por el otro lado, era incapaz de sostener el contacto visual
con su madre. Lentamente desplazo la atención hasta ella. La hallo
mordiéndose la sonrisa. Estaba lejos de acatar la voluntad de su marido.
Estaba harta de obedecerle y de seguir tolerando según qué
circunstancias. En el profundo de su ser deseaba ya quedar viuda para
zanjar un largo periodo de su vida lleno de sacrificios. Se sentía más
que satisfecha, con parte de su ambición saciada.
- ¡No Lionel, eres tu
quién deberías disculparte primero! Para empezar, me impusiste que
adoptásemos a este engendro humano. No sabes que tortura ha sido para mí
ver su rostro la mayoría de días, recordándome que nunca me quisiste.
Luego, he tenido de tolerar que la valorases más que a nuestro propio
hijo, sangre de tu propia sangre. ¡No sabes el daño que le has
ocasionado!
- Entiendo. No sabes
cuánto lamento no haber realizado las cosas de otro modo. Quizás, nunca
te hubiera conocido y escogido como esposa.- Su declaración también fue
un golpe bajo que hizo enmudecer a su mujer.
La barrendera los
escuchaba perpleja. Sus palabras afiladas e hirientes le generaban un
almanaque emocional. Le transportaron en su triste infancia, creciendo
sintiéndose un animal doméstico que se tenía por pena. Y le invoco a su
pareja. La noche pasada habían sido capaces de herirse debido a la
decepción, se les había caído las máscaras o las armaduras y reflejaron
sus miserias. Percatarse de los límites hilarantes alcanzados era
doloroso. En aquellos instantes se mimetizo con sus progenitores.
Lamento más haberse ido tan rápido de su hogar, sin darse la oportunidad
de sanar sus corazones. A pesar de qué la distancia ayudaba a
conquistar la serenidad, quizás tanta lejanía no ayudaría. Demasiado
tarde para los lamentos.
El sonido de un golpe
seco la volvió a la realidad abruptamente. Lillian había entado en
acción, agrediendo con rabia a su marido. Quizás no se había ganado la
medalla de la dignidad, pero no estaba dispuesta que se la quitaran.
Orgullosa y segura. No había ningún ser humano por encima de ella. De
todos sus defectos, se había de reconocer que era una mujer de fuerte
carácter, luchadora y tenaz con sus objetivos. Férrea protectora de su
hijo. Era capaz de sentir el amor, no era una taula rasa. ¿Por qué a
ella no la quiso? La clave estaba en aquellas duras revelaciones, se le
impuso que la adoptase. Consiguió empatizar con ella un poco. Detrás
había un misterio que le empezó a inquietar.
- ¡Ya basta! ¡Parad de
discutir!- les grito, harta de oírles. Estar lejos de Kara le afectaba y
deseaba apretar el acelerador. Descubriría porqué el patriarca Luthor
la buscaba. Si buscaba su perdón se lo ofrecería.- El pasado ya es
inmutable. No sé porque, pero me adoptasteis. Sólo sentí un poco de amor
por parte de ti padre, y siempre te lo agradeceré. Has sido un poco de
luz en medio de tanta oscuridad. Muchas gracias por defenderme ante mi
madre.
- Bravo, bravo... ¡Qué me emociono!- se burló de ella Lillian descaradamente.
- ¡Por favor cállate Lillian!- se interpuso de nuevo su marido.- ¡Vete de aquí! Luego hablamos.
Se desafiaron
visualmente. Lionel a pesar de su vulnerabilidad fue incapaz de imponer
su voluntad. Consiguió que lo obedeciera sin rechistar. Sólo los actos y
gestos le delataron. Estaba muy enfadada y ofendida.
La última mirada asesina
se la dedico a Lena. La niña angelical que se obstino a no querer.
Lejos de sus pronósticos, había florecido y convertido en una mujer
imponente y bella como lo fue su madre. El destino a veces no se podía
manipular, pero tampoco estaría dispuesta que se interpusiera en sus
intereses.
Su ausencia dejo un
hondo silencio. Indigesto e inquietante. Si ponías imaginación, estarías
muy expectante para comprobar sí una mujer despechada apareciera en
escena apuntándote con una pistola. Suposición exagerada, pero podía ser
certera. Pues a la gran Señora Luthor no le gustaba perder y siempre te
lo recordaba. En aquella ocasión tolero el desprecio, porque sabía que
le quedaban pocos días de vida.
Lionel tosió. No se
sentía fuerte por afrontar aquel duro reto. También le dominaban los
nervios. La estudió con calma, admirando su figura estilizada y
elegante. Era bella cómo lo fue su madre. Sus mismos ojos, tan únicos y
especiales. Se enamoro de ellos nada más verlos. Entendía los celos de
su mujer. Aquel encanto de mujer, que resplandecía ante él, con una
seguridad exultante y con una mirada llena de resentimiento, era su
espejo. Sabía que era la única puerta que debía de cruzar para irse en
relativa paz.
- Hija, me alegro mucho
de verte. Lamento, que sean en esas tristes circunstancias. Debería de
haberte buscado mucho antes.- Admitió, con la voz entrecortada. Mantuvo
el contacto ocular en todo momento. Estaba siéndole muy franco.- Me
gustaría abrazarte, pero sé que no merezco tu afecto.
Decían que tener la
muerte acariciándote, te desnuda el alma y ves tú mundo desnudo. Los
errores siguen ahí, como un pesado equipaje que te acompañara en el
ataúd, o no. En todo caso, las consecuencias de tus actos permanecerán
intactas. Su hija era el resultado de un grave delito, que trato de
enmendar.
Lena leyó su
desesperación. La rabia y resentimiento fueron vencidos por la
compasión. Aquel hombre que le suplicaba, con gestos, perdóname era su
padre. La única persona que le dio poco de afecto. Un ser que siempre
percibió lejano y frió. Un ser que no dudo en echarle de su hogar por
haber cometido un error juvenil. Pero era un ser con defectos y que se
había quitado la mascará de hombre duro. Su ser reflejaba tanto amor,
que fue incapaz de rechazarle aquel simple contacto.
Se le acerco lentamente y
permitió que le rodeara con sus débiles brazos. Su cuerpo desprendía
calidez. Sintió el recogimiento y protección que hubiera necesitado en
su adolescencia. Levanto los brazos, le rodeo el cuerpo y lo estrecho
con fuerza. Los ojos se le humedecieron. La niña herida que seguía en su
interior salió a la luz. Necesitaba respirar y vivir.
Se separaron minutos
después. Ambos se sentían muy cohibidos. Tomo las riendas Lionel,
consciente que había mucho en compartir. Le invitó ir a su despacho y
hablar tranquilamente. Quería conocer a su hija y narrarle la verdad de
su existencia. Por mucho que le generase más dolor y lo odiase más,
debía de ser fuerte. Decían que la verdad liberaba y nos daba
herramientas para sanar las heridas. Quizás, también sería un acto
egoísta, pero sería un gran acto de justicia.
Anduvieron en silencio
hasta el espacioso y lujoso despacho del patriarca familiar. Se
reflejaba en él su gusto por las antigüedades. En comparación con el
resto de la mansión, era mucho más sencillo o sobrio. A Lena nunca se le
había permitido acceder en él. Su padre siempre se refugiaba allí,
dónde había cocinado la mayoría de sus negocios.
Olía a viejo y a ranció.
Había una única ventana que estaba cerrada. La luz se filtraba por la
parte superior de la persiana, ofrecía un ambiente muy melancólico.
Lionel sólo encendió la lámpara de mesa. Comentó que la luz solar le
irritaba los ojos. En parte era verdad. Desde que se le revelo su
pronóstico no salía al exterior. Se convirtió en un ermitaño. Meditaba
mucho sobre la vida.
- Por cierto, muchas
gracias por haberme defendido con mama.- Le agradeció su hija, rompiendo
el silencio que se había vuelto a instalar entre ellos.
- Es algo que debería de
haber hecho mucho antes.- Cogió un bolígrafo y estuvo unos segundos
jugando con él. No sabía por dónde empezar. Ella le sonrió y se
destenso. Recordó algunas lecciones que recibió, pero jamás no hizo
caso. Aprovechar los momentos que el destino te regalaba.
- ¿Y por qué lamentarnos
por cosas que ya no podemos cambiar?- le respondió Lena, sintiendo la
necesidad de liberarle de la culpabilidad que le estaba asfixiando.
Incluso, ya no se sentía tan enfadada con él.
- Gracias por tus
paliativas palabras. Te planteo otra cuestión. ¿Has conseguido
perdonarnos sin más? Creciste sin mucho afecto, te eche de casa estando
embarazada y te negué ayuda cuando acudiste a nosotros más tarde. ¿Qué
clase de padre hace eso?- se detuvo y la desafió con su mirada marrón.
Su discurso le impacto. Le hizo revivir todo. Su incapacidad de
respuesta le dio la razón.- De acuerdo, nuestros actos no se pueden
borrar. No pretendo que dejes de odiarme. No tengo el perdón de Dios ni
lo deseo tener. Cada cual tiene de lidiar con la responsabilidad de sus
decisiones.
- Aun así, no entiendo
tu afán de remover el pasado.- Insistió, no ocultándole la rabia. Por
ganas le narraría su triste realidad. Aún así se contuvo, temiendo
traicionarse y poner en peligro a su hijo. ¿Y si realmente no tenía
buenas intenciones? ¿Y si sólo quería saber si tenía aún un nieto negro y
borrarlo del mapa por deshonra?
- Soy de los que creen
que nunca es tarde. Por como interaccionas, deduzco que el pasado sigue
arrastrándote al fango. Hija para poder vivir plenamente debemos de
desatarnos de todas las cadenas que nos atan y atrapan. Lo que has
vivido te está condicionando, te limita y te genera miedos,
inseguridades y desconfianzas.
- ¡Qué errados vas! En
parte, es cierto. Desconfió de tus motivos por verme. De todos modos,
también me doy cuenta de qué gracias a que me aleje de vosotros he
podido vivir libremente, siendo yo misma. Y sí, mi vida ha sido difícil,
pero me ha enfortecido como persona.
- Entiendo. No debe de
ser fácil para ti mirarme a la cara.- Realizo una pausa. Se levanto. Se
puso en frente de la ventana, mirando a través de los agujeros de la
persiana.- Me gustaría que me cuentes de ti, como han sido estos años.-
Se giro mostrando su fragilidad. Estaba llorando y no lo disimulo.- Mi
nieto debe te tener unos 9 años ya.
- ¡Lo tenías! Murió al
año de nacer.-Le mintió sin pestañear. La ira estaba brotando de su
interior. La piel se le erizo en sentirse. Estaba obteniendo placer en
ver como se marchitaba su rostro por la tristeza. Incluso, de sus ojos
empezaron a descender sinceras lágrimas. Pudo retractarse, pero no lo
hizo. La seguridad de Brian estaba por encima de las malas conciencias.
- ¡Oh, no!- fue lo único
que pudo articular su padre. Se tapo la cara con las manos. En ningún
momento dejo de mirarla. Estaba también inseguro. Parecía que quería
acercársele y abrazarla. Su juez interior le estaba frenado. Lena se
compadeció y le agarro la mano derecha con firmeza. Nunca lo había visto
de aquel modo, tan humano y vulnerable. La rabia que la constreñía por
dentro se destenso.
- No es tu culpa padre.- Le dijo impelida por su dolor. Siempre que veía llorar a alguien se deshacía por dentro.
- Lena, siempre has sido
demasiado buena para todos nosotros.- Se levanto y se le acerco. Le
puso las manos en la cabeza y removió su pelo.- Elegí ser tu padre y
debía de haberte protegido. No lo hice. Cuéntame todo sobre tu vida y
como ocurrió todo...- Se apoyó en la mesa. Su ser reflejaba una calidez
que había sido ausente años atrás. Decidió obedecerle y no escatimo
ningún detalle de su peregrinación por el inframundo de la pobreza.
Lionel se sentó al lado
de su hija. Se sentía muy cansado y abrumado por su triste historia. En
todo momento le tuvo la mano derecha bien agarrada, siendo un gran
puntal para ella. Le narró vivencias muy crudas, como el intento de
violación en su última sesión fotográfica y sus aventuras callejeras.
Tras su larga exposición les invadió de nuevo el silencio.
Su padre respiraba algo
agitado y las lágrimas seguían descendiendo por sus pómulos marchitos.
No se atrevió a decirle nada. La barrendera se levanto. Se notaba las
piernas agarrotadas. Miro el reloj de pulsera. Ya eran las dos del medio
día. A las siete debía de coger el vuelo de regreso a Nathional City.
Sólo deseaba volver al lado de Kara. Saco el móvil, esperando hallar un
mensaje suyo. Así fue. Su rostro se ilumino. Lo abrió y leyó con avidez.
Kara:- Buenos días. ¿Has llegado bien a Metrópolis? ¿Cómo has encontrado a tu padre? (11 am)
Kara:- Cariño, siento
haber tenido una actitud tan infantil. Debería haberte acompañado. Si
necesitas algo, lo que sea, me lo dices. Ah, por cierto pase la
entrevista que te he hice a Cat Grant. La ha publicado a la edición de
hoy. No sé si ha sido buena idea, espero que eso no te conlleve
problemas con tu familia. (11:10 am)
Kara:-Por favor, cuando puedas dime algo... (11:15 am)
La barrendera se
emociono. Era una brecha de luz en la oscuridad. Tenía total
convencimiento de qué harían las paces y su relación navegaría con
fuerza hacia un horizonte seguro. Empezó a contestarle con entusiasmo.
No obstante, su padre hablo entrecortadamente y con poca claridad.
Respiraba con dificultad y estaba muy pálido. Preocupada, guardo el
móvil y se agacho ante él. Le desabrocho la corbata. Le susurro que
cogiera aire lentamente. Poco a poco, fue tranquilizándose.
- Papa, te perdono. Tome
mis propias decisiones. No supe ver cómo era Nicolás.- Le estaba siendo
totalmente sincera. No era un parche paliativo para su mala conciencia.
Lo abrazó. Percibió la tensión en su cuerpo y como fue relajándose tras
escucharla.
- Eres maravillosa,
igual que tu madre. Has heredado su belleza y su gran corazón.- Se
separo un poco de ella y le acarició el rostro. Le sonrió. Lena se quedo
paralizada.
- Un momento...
¿Conociste a mis padres?- atino a decir al final, deshaciendo el abrazo.
Estaba muy irritada, ya intuyendo la gran mentida en la cual había
crecido. ¿Por qué habían sido tan crueles con ella?
- Sí.- Se lo confesó
mirándola fijamente, sin parpadear. Le suplico con gestos que no le
interrumpiese. Había luchado contra sí mismo para olvidar los peores
actos de su vida. La ambición había sido el viento que le había alejado
de la verdad, creyendo que los beneficios económicos y éxito profesional
lo sanarían. No obstante, ante las puertas de la muerte, el peso de la
culpa seguía ahogándolo. No podría retroceder, pero si hacer justicia.-
Te voy a contar la verdad de tu existencia. Me vas a odiar más. No
cambiara nada de lo que has vivido, pero puede mejorar tu futuro. No
busco que me perdones, porque no lo merezco. Sólo estará en tus manos
determinar qué hacer con que te voy a contar. Puede que te duela...
- ¿Más de lo qué he
vivido? Lo dudo.- Sentenció la barrendera. Se sentó a su lado y cruzo
los brazos. Estaba dispuesta a escuchar otro cuento terrorífico. Lionel
asintió, admirado por su entereza.
- Primero, debes de
saber que eres una Luthor de pleno derecho. Eres hija de mi único
hermano, Alejandro. Nuestros padres nos legaron la empresa a partes
iguales. Encaje mal su voluntad. Creía que me lo merecía más yo, porque
era el único que le había interesado el negocio familiar. Mientras él,
se dedicaba a viajar por el mundo y sólo tenía aspiraciones artísticas.
La muerte de nuestros progenitores le hizo cambiar y se implico más.
Nuestros métodos eran muy distintos, y las confrontaciones eran
insufribles. La cosa empeoro cuando entro en nuestras vidas Elena, Una
secretaria muy bonita y eficiente. Los dos nos enamoramos locamente de
ella.
Por entonces, ya estaba
prometido con Lillian. No dude en romper nuestro compromiso. Elena era
tan especial y bonita. Conseguí salir con ella un par de ocasiones, más
bien fruto de mi pesadez. Hasta que un día lapido totalmente mis
ilusiones, confesándome que le gustaba mí hermano. Me suplico que lo
respetara. Me dolió pero la obedecí. Regrese con mi prometida, que me
exigió contraer matrimonio sin demora. Sabía la ambiciosa que era mi
mujer y me convenía por mis intereses. Me siento como si hubiese hecho
un pacto con el demonio.
En cierta forma, el
poder era lo único que mantenía en pie y me interesaba. La rabia del
rechazo de Elena saco lo peor de mi ser. La vida fluyo con naturalidad.
Me case. Mi hermano también. Era insufrible verles juntos y tan felices.
Lillian era dura y fría. Los envidiaba. Tuvimos unos años tranquilos.
Nació Lex y ellos más tarde te trajeron al mundo, Eras una bebe
preciosa.
- ¿Y qué ocurrió?- le
interrumpió al final, sintiendo como el germen de ira se instalaba en su
interior. Le parecía tan irreal e inhóspito. Las emociones estaban
alborotadas y chispeantes.
- Alejandro descubrió
que estaba realizando negocios ilegales, a sus espaldas. A parte, no
estuvo de acuerdo en realizar una riesgosa operación financiera. No
estaba dispuesto que me quitará mi otra pasión, ser muy rico y poseer un
poder ilimitado. - Se detuvo. Volvió a respirar agitadamente. En esta
ocasión no obtuvo la compasión de Lena. Su mirada estaba teñida de
rabia.
- ¿Qué les hiciste?-
aunque en su foro interior ya lo sabía. No le respondió. Invadida por
una oleada de agresividad, lo agarro por los hombros y lo zarandeo.
- Contracte a alguien
para que los matara.- Admitió con un hilo de voz. Agacho la cabeza. Lena
aflojo su agarre. Aunque por ganas le hubiera abofeteado sin
miramientos.- Pagaron a su cocinera para que introdujera un fuerte
sedante en la cena. Se quedaron profundamente dormidos, cómo unos
ángeles. Luego, provocaron una explosión de gas.- Se incorporó y anduvo
con torpeza hasta los estantes de los libros. Apoyo la mano en el mueble
y lo movió. Mágicamente apareció una caja fuerte oculta. Marco
ágilmente su número secreto. Se le acerco para ver los tesoros ocultos
del que aún seguía considerando su padre. Montañas de dinero negro,
documentos, joyas, diamantes, placas, cintas, sobres... Cogió una
carpeta, la acaricio y se giro. Con las manos temblorosas la abrió.
Tosió. Se sentía muy mareado y le urgía sentarse.- Hija, por favor,
acércame la silla.
- ¡No! Te mereces todo
lo que está sucediendo. ¿Cómo puedes mirarme a la cara? Me quitaste a
mis padres, tuve una infancia horrible y me echasteis de casa cuando más
os necesitaba... Hubiera preferido morir como ellos.- Se calló en
sentirse. Era raro que se hubiera salvado de la tragedia.
- ¡Hija, no reniegues
contra tu existencia!- Le suplico, obviando sus palabras despectivas.
Anduvo como pudo hacia la silla más cercana a la librería y se sentó.
Sus labios estaban un poco azules, su rostro muy pálido y su caja
torácica se movía con más rapidez.- Eras lo más apreciado de Elena.
Aunque no lo creas, fuimos grandes amigos. Mi hermano tampoco era un
santo. Él tan bohemio, tan progresista, tan moralista... estaba adicto a
toda clase de drogas. Sí, le regalaron inspiradores viajes
alucinatorios y extrasensoriales. A la vez que le hicieron aflorar el
lado oscuro de los Luthor. Llego a maltratar a tu madre.
- ¡Eso debe de ser
mentira! Tu ego herido de hombre rechazado te hace crear esas
falsedades.- Le escupió la barrendera con asco, ¿Cómo creerte a alguien
que te ha ocultado tus raíces?
- Sólo soy un ser humano
con mis circunstancias y errores. A igual que tu padre. Saberlo
vilmente asesinado no le convierte en santo, Me recuerda a la fantasmada
de la religión Cristiana. ¡Por Dios, no existe la perfección divina!-y
se rió de forma descarnada.
- Estoy confundida.
¿Sólo les quitaste del medio por tus intereses económicos? ¿Fuiste capaz
de matar a la mujer de tu vida? No lo entiendo. Si salta a la vista,
que te has castigado todos esos años por eso.- En conjunto le parecía un
sin sabor. No le cabía la cabeza que una persona, movida por el bicho
de la ambición o por los celos, se convirtiera en el caballero de la
muerte.
- Me obligo Lillian.-
Otra vez, su revelación la dejo sin respiración. Aunque, no le debería
de extrañar nada de lo que procedía de la bruja que la crió.
Iba a retomar el hilo
del discurso, pero unos golpes suaves cambiaron el rumbo de la trama.
Entro el joven y eficiente mayordomo con una bandeja de comida. La dejo
encima de una pequeña mesita.
- La Señora Luthor espera que coma poco, antes de tomarse las pastillas del medio día.
- Gracias Rappel. No tengo hambre. ¿Quieres hija?
- No gracias, No pienso
estar más tiempo del necesario en la casa.- No evito ser hiriente y
hostil. Por su mente desfilaron malos pensamientos. ¿Y sí pretendían
asesinarla otra vez? Recordó el artículo que había regalado al diario de
Cat Gran. Si no era viral, pronto lo sería. Ser barrendera sería una
deshonra por su familia, una mancha oscura que se esmerarían en limpiar.
Siempre sería aquel cable suelto, que les debía recordar el acto atroz
que se atrevieron a cometer y les perseguiría mientras existieran.
- Insisto Señor, al
menos tomase la infusión con las pastillas.- Remarcó el empleado, que
parecía muy tenaz con los mandatos recibidos.
- De acuerdo.- Cogió la
tasa con un líquido rojo. Probablemente era te rojo. Tomo las pastillas
rápidamente y se bebió un poco.- Ya puedes llevarte el resto, me da
vascas el simple olor a comida.- El chico joven huyo, siendo quizás su
acto más sincero.- ¿No sé porque servirá tanta química, a fin de cuentas
me moriré igual?
- Al menos, has podido
vivir más años que mis padres.- Intervino Lena de forma irónica. Siempre
odiaba a las personas que se lamentaban por todo.- ¿Y bien, ahora
culpas a tu mujer por tu cruel acto?
- La responsabilidad son
compartidas. Estaba suficiente cabreado con Alejandro por actuar de
aquel modo. Sí, me quería joder en los negocios y tuvo el amor
incondicional de Elena. Pero era mi hermano. Hubiera hallado otros
métodos para apartarlo de mi camino, como el de la extorción.- Hizo una
breve pausa. En cierta forma, era admirable, o atroz, la serenidad con
la que hablaba de aquel tema tan espinoso,- Me cabreó mucho cuando su
mujer acudió a mí, muy preocupada, por su adicción a la heroína y a toda
clase de drogas. Me confesó que lo estaban poseyendo y transformando. Y
cuando me admitió que la había agredido un par de ocasiones enloquecí.
Nadie le haría daño a la mujer de mi vida. La sangre me hirvió. La amaba
tanto, que sólo me importaba su bienestar. Es algo tan fuerte, que va
más allá de la razón. ¿Has amado a alguien de este modo hija?
- Sí.- Respondió Lena
tras reflexionar. El angelical rostro de su novia se le dibujo
nítidamente.- Creo que lo estoy sintiendo ahora mismo. Mi pareja lo es
todo para mí. Ha sido un rayo de luz en medio de la oscuridad. Estamos
ante un pequeño bache. Aún así tengo la certeza de que siempre la amaré,
con independencia de qué ocurra en nuestra relación. El hecho de qué
sea una Luthor ha supuesto una gran carga para ella. El destino ha sido
muy caprichoso, o curioso. Me he tenido de enamorar de la prima de Clark
Kent, el amigo de Lex.
- Ex amigo. Ahora son
grandes enemigos.- Le corrigió Lionel.- Aunque he odiado tener secretos,
te aconsejo que ocultes esa información. Al menos, si no deseas tener
trato con ninguno de nosotros.
- ¡No me vengas con
ironías! Ya he visto hasta donde sois capaces de llegar para conquistar
sus objetivos.- Fue como si se rompiera un vidrio, y sus trozos se
esparcieran con ferocidad y terminaron clavándose en sus pieles.- Sigo
sin entender, porque la mataste a ella si tanto la querías.
- Elena se labro su
propio destino, al estar tan obstinada a seguir unida con mi hermano. Se
casaron hasta que la muerte les separara, ¿no?- respondió con una
frialdad escalofriante.- Trate de ayudarla, pero no se dejo. Lo único
que ocasiono es provocar a mi mujer. Nunca me perdono mi humillación,
que la dejará por una simple secretaria, una plebeya con poca clase.
Capto que seguía perdiendo el norte por ella.
- ¿Y te convenció porque matarás a mis padres?- le interrumpió, sintiéndose asqueada de tanta maldad.
- Lillian es una mujer
muy persuasiva y me conoce tanto...Fue la instigadora intelectual del
asesinato. Me dejo a mis manos la elección de los bochines.- Cogió la
carpeta que había sacado de la caja fuerte. La abrió. Saco un almanaque
de fotografías y un disco.- Pedí que les realizaran fotos a tus padres
antes de la explosión. Más que nada como comprobante de qué estaban
dentro y como idea fetichista de tener el último aliento de mi amada.
Las miro rápidamente y
se las paso con las manos temblorosas. Lena dudo en aceptarla. En las
primeras imágenes salían sus padres durmiendo plácidamente en el sofá.
Lionel y Alejando no se parecían en nada. Era más guapo su padre y tenía
un poco aspecto de bribón encantador. Había podido triunfar como
pintor, pero lo abandono por crear una familia tradicional. Quizás no
debía de ser tan bueno. Seguramente sus dotes artísticas las había
heredado de él. Su madre realmente era preciosa. Era capaz de percibir
su aureola de bondad y calidez. En cierta forma, pago caro poseer la
veneración de dos hermanos. Había otros retratos de ella, en otras
épocas. Realmente se parecían mucho. Las últimas imágenes salió un bebe
dormitando en su camita, ignorando el complicado mundo de los adultos.
Se las devolvió. Sin antes volver a ojear una foto de Elena, con una
pose algo pensativa.
- ¿Por qué no morí en la explosión?- se atrevió a preguntarle al final.
- No pude. Eres mi
sobrina y la única inocente de esta historia.-Suspiro y prosiguió con
lágrimas a los ojos.- Me negué, no quise cargar eternamente con la
conciencia de haber matado un bebe. Por detrás de Lillian, les pedí a
los sicarios que te sacaran de la casa y te abandonasen ante un
hospital. A la sombra te vigile. Años más tarde, decidí adoptarte. Tenía
pesadillas por la noche, tu madre me atormentaba. Comprendí que debía
de rescatarte del orfanato. Eso provoco la ira de mi mujer, que te creía
muerta. No le pude ocultar de quién eras hija, porque te pareces tanto a
Elena.
- Ahora entiendo el
desprecio que me tiene.- Cogió aire y lo miro directamente a los ojos.
Quería hacerle daño, el dolor que sentía era lacerante. Si no fuera por
los dos soles de su existencia nada tendría sentido y sólo vería la
punta del iceberg.- Me imagino que me lo has confesado para que te
perdone...
- Eso sería un gran acto
de piedad y generosidad por tu parte. Es algo que no puedo
aspirar.-Tosió un poco y arranco un esputo sanguinolento, que trato de
ocultar con un pañuelo oscuro.
- Lo siento, pero soy
incapaz de hacerlo. Te odio. No me exijas más, porque me estoy
conteniendo mucho para no ser más hiriente.- Su padre no le contradijo,
aceptando su veredicto. Lena supo que aquel era el momento de irse.
- Lo sé. Te he buscado
porque es hora de terminar con tanta hipocresía y hacer justicia. Cuando
yo muera herederas el 65% de las acciones familiares y la mitad de la
mansión.
- No quiero nada de
ustedes, no lo necesito.- Determinó sin meditarlo.- A parte, deduzco que
a Lex no le hará nada de gracia. ¿Qué pretendes que nos peleamos más
entre nosotros y repetir la historia familiar?
- Sólo es un acto de
justicia. Lillian y Lex no merecen nada. Es más por dignidad que otra
cosa.- Contraataco su padre.- En especial por mi mujer. Jamás lamentará
ser la instigadora de la muerte de tus padres. Es más tengo pruebas que
demuestran este cruel acto y de otras de sus fechorías.- Dijo a la vez
que le señalaba la carpeta donde había vuelto a amagar las fotos.- Te
los doy, porque te irán bien para defenderte. Una de sus maldades fue
comprar a Nicolás para que te abandonara. Le ofreció una generosa
cantidad de dinero.
- Bueno, del padre de mi
hijo no me espero ya nada bueno. No sé yo... Creó que ya es hora de
enterrar el pasado. Deseo vivir en paz con mi pareja.- Vivir sometida a
la música de venganza no debía de ser saludable.- Y Lex, tampoco es
culpable de vuestros actos.
- Eso es cierto. Lo hago
por él. Me preocupa y desearía reconducir sus actos. En el fondo es
buena persona, sólo ha crecido con nuestras malas influencias. Por
favor, hazlo por él. Creó que puedes salvarlo.- Le suplico, mirándola
como un corderito degollado. Le agarro las manos. Se las rechazo con
desprecio.
- ¡Que cabrones sois! Me
habéis jodido la vida y aún tienes la valentía de suplicarme ayuda.
Justamente ahora, que soy feliz. ¿Sabes qué implicaría por mí aceptar tu
reto? Alejarme de la mujer que amo. No le puedo pedir que se venga a
vivir a Metrópolis.
- Si te quiere te
seguiría sin rechistar.- Inquiere Lionel, siendo algo intransigente.
Afloro simplemente la fiera que siempre había sido.
- Es la prima de Clark
Kent recuerdas. Los dos nos odian. Le oculte mis orígenes, y no sé si me
lo perdonará.- Le admitió al final. Su padre callo. Empezó a respirar
más rápidamente. La angustia lo estaba poseyendo.- Será mejor que me
vaya. No hay nada más que decir entre nosotros. Cada uno con sus
consciencias.- Se dirigió hacia la silla donde había colgado la bolsa.
- ¡Hija, por favor no te
vayas! Por favor...- le suplico. Trato de levantarse, pero no pudo.
Seguía pálido y algo tembloroso. En ese momento, sonó el teléfono de
Lena. Lo cogió y miro quién le llamaba. Lo dejo cantar, dudando de si
descolgarlo o no. Era Kara. Ansiaba escuchar su dulce voz. No obstante,
sentía estaba dentro del infierno y si aceptaba la llamada la
contaminaría de maldad. Sería cómo algo aberrante. No obstante, no
hacerlo sería hacerla preocupar en vano. Le venció el egoísmo,
necesitaba el abrazo de su voz. Se giro hacia la ventana, dando la
espalda a Lionel, y se puso el móvil en la oreja. El cielo estaba
cubierto por una niebla muy oscura, parecía que ya era de noche.
- Hola amor mío. ¿Te
pillo en mal momento? ¿Cómo está tu padre?- hizo una pausa, su tono de
voz era suave y algo insegura. Su pareja era tan transparente que podía
intuir sus emociones.
- Hola cariño. Sí y no.
Da igual. Te quiero mucho, créeme.-No pudo contener el llanto. Se seco
las lágrimas con agilidad, para no hacerla sufrir.
- Lo sé. Si me lo pides,
vendré volando a Metrópolis. No te percibo bien.- Insistió la chica
rubia, notándola muy ausente. Llevaba un día de perros y con mucha
ansiedad. Su madre y Cat le había hecho percatarse de qué la había
fastidiado mucho con su pareja. Sentía como se contenía para ocultarle
su dolor. Le causaba impotencia.
- No hace falta.-
Respondió de forma tajante, rasgando la frialdad. Sólo quería huir de
los Luthor. De repente, empezó a sentir una respiración muy estridente.
- Hija, me ahogo. Me
cuesta respirar.- Le grito su padre, gastando todas sus fuerzas. Estaba
mucho más pálido, sus labios estaban cianóticos y sus ojos desbocados.
El rictus de la muerte estaba escrito en todo él. Le impacto mucho su
estado. Se le acerco y le agarro de la mano. Su novia seguía hablándole
pero no le prestó atención. Debió de escuchar su respiración fatigosa y
se preocupo.
- ¿Lena que le ocurre? Lena, por favor dime algo...- Le suplicó al borde del ataque de los nervios.
- Cariño será mejor que
te llame más tarde. Mi padre está muy mal.- Atinó a decir al final. No
le oculto las lágrimas que volvían a brotar de sus preciosos ojos. Lo
comprendió y colgó.- Papa, voy a pedir ayuda. Estás sufriendo, no puedo
verte así.
- Hija, por favor, no te
vayas,- Le suplico con un hilo de voz. Le sujeto con más fuerza la
mano, aprisionándola a su lado.- Es mi hora y no quiero estar solo.
La barrendera acepto su
voluntad. Se sentó a su lado. Mantuvieron en todo momento el contacto.
No tardo en perder el conocimiento. La respiración cada vez era más
irregular y con periodos en los cuales paraba de hacerlo. Hasta que dejo
de respirar. Hizo el último aliento y expiro. El ser que le había hecho
de padre, el tiburón de los negocios, el hombre torturado por las
culpas había abandonado el mundo terrenal. Sólo quedo de él un cuerpo
vacio y maltrecho por la existencia llevada. A pesar de todo, de
aquellas duras revelaciones sobre su historia, lloró su muerte. Fue su
verdugo y salvador a la vez. En su corazón sólo hubo espacio por la
piedad.
Escucho como alguien
subía por las escaleras ágilmente. Estaba muy transpuesta y
desorientada. Todo había ocurrido tan rápido. Demasiada información por
metabolizar y digerir. Se levantó, cogió la carpeta de encima la mesa.
Vacio todo su contenido dentro de su bolsa. La regreso dentro de la caja
de seguridad. Corrió el mueble. La puerta se abrió entonces. Sus ojos
se cruzaron con la mirada de Lillian. La misma mirada asesina y fría de
siempre. No mantuvieron mucho el contacto visual. Miró hacia su marido y
enloqueció. Se le acerco y lo zarandeo violentamente.
- Lionel, dime algo.
¡Lionel!- insistió de forma masoquista. Lena se mantuvo en una esquina,
alucinando por sus dotes de actriz. Desistió en sus intentos de
reanimación y se le encaro.- ¿Qué le has hecho?
-Nada. Papa estaba muy
enfermo, ya lo sabes.- Le remarco con vehemencia. Cruzo los brazos,
protegiéndose de su maldad. Ya no era la niña inocente que fue capaz de
pisotear cruelmente.
- ¡No, tu lo has matado!
No has debido de venir. ¡Vete!- Le exigió. Le señalo la puerta,
esperando que siguiera siendo tan obediente como antaño.
- No madre, me quedaré
aquí. No tienes derecho de echarme de mi propia casa. Papa ha muerto,
quiero estar en el funeral, cuidar de los detalles de su entierro.-
Determinó al momento. No le quedaba otra seguir con los mandatos del
patriarca familiar, por dignidad y justicia.
- Esa jamás será tu
casa. Deberías de refundirte en el infierno junto a tus padres.- Le
amenazo, quitándose la máscara totalmente.
- Ya veremos. Por
cierto, vigila lo que dices. Conozco todos tus secretos. Si no me
permites estar aquí y cuidarme de los detalles del velorio de Lionel,
atente a las consecuencias.- Le sonrió con satisfacción. Sus palabras
tuvieron el efecto deseado. Experimentó la misma sensación de poder que
ellos. Era brutal. Tomo las riendas de la situación, paso por encima de
ella, llamando a urgencias. Un médico debía de certificar su
fallecimiento.
Todo sucedía a un ritmo
vertiginoso. Llegaron a los sanitarios. No hubo novedad en las causas de
su muerte. Era algo esperado. A pesar, de qué la viuda se canso en
remarcar que aún le quedaba un mes de vida, según el pronóstico del
oncólogo. Luego, una espera interminable para que llegasen los de la
funeraria. A Lex se le informó de qué su padre había empeorado e ya
estaba viajando hacia Metrópolis. Alguien debió filtrar la noticia a la
prensa y empezaron a llamar como buitres los periodistas. Se encargo de
atenderlos Lena.
Pronto se avecinaría una
tormenta familiar. Er seguro que madre e hijo se volcarían contra ella,
acusándola de su muerte. ¿Sería tan fuerte para afrontarlos
estoicamente? Asfixiada por el ambiente lleno de tensión, se dirigió a
la que una vez fue su habitación. Como esperaba se habían sacado todas
sus pertenecías. Otra alcoba impersonal de la mansión. Era como si jamás
hubiese vivido allí. Pensó en Kara. Le debía una explicación. Por
suerte no tardo en responderle. Llorando le conto lo sucedido.
- Amor mío, mañana mismo estaré a tu lado. No quiero estés sola.- Le remarcó, obviando sus ruegos.
- ¡Mejor que no! Estará mi hermano y te puede reconocer.- Insistió Lena de forma contundente.
- Soy tu pareja y no me
pidas que este alejada de ti. En lo bueno y lo malo.- La chica rubia se
mantuvo firme, La había fallado por haberla juzgado tan duramente y no
pesaba defraudarla más.- No quiero ocultarme ni temer a nadie. Te amo.
- Eres muy valiente
princesa. Pero no tienes de demostrarme nada.- Suavizo su tono de voz.
Se sentía tan amada que paliaba todas las pesadillas.- Yo también deseo
cuidarte y protegerte.
- Ocurre algo más, ¿no?- trato de comprenderla, intuyendo que algo le ocultaba.
- Los Luthor somos muy complejos. Ya te contaré. Te llamo mañana, ¿vale?
- De acuerdo. Respetaré
tu espacio. De todos modos, no me pidas que me quede tranquila. No lo
estaré hasta que te vea y te abrace. Y por favor, no me apartes de tu
vida.- Le suplico llorando. La barrendera se calló, sintiéndose
sobrepasada por todo. Se despidieron rápidamente, al escuchar más ruido
en la mansión. Lex terminaba de llegar y entro en escena lleno de rabia.
- ¿A dónde está la ingrata de mi hermana? Lenaaa....
- Lex tranquilízate. No es el momento.- Le trato de contener su madre.- ¿Por qué estas así?
- Mira este diario y lo
entenderás todo.- Se lo debió pasar, a la vez que le resumía el
artículo.- Lena no ha tenido reparo en admitir que ha sido una vagabunda
y trabaja de barrendera. Es una deshonra familiar. Más por mi carrera
política. Espero que padre no lo descubra.
- Entiendo hijo. Coja aire y siéntate por favor.- La obedeció y se comunicación la triste noticia.
- ¿Ha sido ella, no? Le ha matado.- Llegando a la misma conclusión alocada de Lillian.
La oveja negra de la
familia, incapaz de estar al margen entro en la escena. Lex al verla
enmudeció. Se esperaba toparse con una chica desarreglada, mugrienta y
barrio bajera. Estaba hermosa, con su traje elegante y su fino
maquillaje. No la recordaba tan hermosa. Reminiscencias del pasado le
invadieron. La mayoría de sus amigos la habían deseado, y él también. A
pesar, que siempre se lo negó. Era demasiado sucio fijarse en su
hermana, aunque no compartieran ADN:
- Hola hermano. La vida
te ha tratado muy bien, veo.- Le saludo con ironía, fingiendo no haber
escuchado nada.- He venido para quedarme, así os vayáis acostumbrando.
Ah, por cierto, nuestro padre no desea que nos sigamos discutiendo. Por
favor, hagamos el esfuerzo de prepararle un funeral digno. Respeto a su
muerte, todos sabemos que ha sido una muerte anunciada. Para mí sería
mejor que se le practicara la autopsia.
- ¡Eso nunca!- Saltó rápido Lillian.- Sería denigrar el cuerpo de tu padre. Mejor dejarlo ir en paz.
- Madre, puede que sea una buena idea,- La apoyo Lex. Sólo se gano una mirada asesina de su progenitora.
- ¡Como queráis!
Entiendo que renunciéis a buscar culpables y aceptáis las causas de su
muerte. Os advierto que no toleré acusaciones sin fundamento. Dispongo
de un abogado de confianza, que me puede asesorar legalmente. Ya no
tengo miedo.- Les advirtió. Se sentía muy segura y con muchas fuerzas
para afrontarlos. Se despidió y se dirigió hacia la cocina para saciar
su hambre. No evito detenerse detrás de la puerta, para valorar su
reacción.
- ¿Por cierto, quién ha
publicado este artículo nefasto sobre nosotros?- le pregunto Lillian,
disimulando su frustración en verse retada por Lena.
- Cat Gran, la propietaria misma del diario.
- Hijo, debemos de
estudiar como revertir esa noticia,- Sentencio. Hablaba flojo, como si
intuyera que Lena los estuviera espiando. Se relajo al descubrir que su
pareja le había hecho caso, en no publicar la entrevista en su nombre.
Conociendo a su familia, podrían terminar con su carrera rápidamente.-
Otra cosa que debes de indagar. Lena se ha presentado hoy con el
apellido Serenety, de New York. Dice ser la viuda de la heredera de esa
poderosa familia. ¿Eso no lo debe decir el diario?
- ¿Lena Serenety?- le
repregunto Lex, como si aquel nombre le sonará. Quizás se le escucho
decir a su amigo Max. Las últimas veces que hablaron estaba obsesionado
con una mujer, a la cual investigo un poco. No compartió sus
apreciaciones.
- Sí. Debes investigar
si es cierto... Ten paciencia respeto Lena, tiempo al tiempo.- Le ordeno
Lillian.- Vamos a hablar a otro sitio.- lo realizaron y la mansión
sumergió en un pozo de silencio.
Lena se apoyo en la
pared y empezó a llorar de nuevo.Se sentía atrapada en una ratonera.
Dudo de si proseguir con los mandatos deLionel. Pero supo que no podría
huir. El pasado remoto, el fantasma de Max, elSatanás de su madre...
Chillo con todas sus fuerzas. Nadie acudió en socorrerla. Quisierao no
debía de proseguir y ser muy fuerte.
NOTA DE LA AUTORA
Siento la espera. Espero que os guste la nueva entrega, aunque es algo triste.
¿Os ha sorprendido algo? ¿Os lo esperabais?
Hasta otra queridas lectoras.
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