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LA BARRENDERA. (15) El cumpleaños (I)

(15) El cumpleaños (I)

Lena, durante aquel fin de semana campestre, descubrió la pasión y empezó a estar adicta al sexo y a Kara
Lena, durante aquel fin de semana campestre, descubrió la pasión y empezó a estar adicta al sexo y a Kara. Era algo indescriptible. Seguramente era la belleza de la naturaleza había trastocado sus sentidos y enloquecido. ¡Qué más daba! Hacía tiempo que no era tan feliz y aterrada. La única vez que se había dejado arrastrar por los sentimientos, había sufrido mucho. Mientras Kara, era feliz y creía haber encontrado el amor de su vida. Se sentía más fuerte, llena de esperanza y capaz de afrontar, con garantías, todas las pruebas que el destino le retará.
El tiempo era el gran enemigo de los enamorados, que detendrían el reloj para seguir gozando en su burbuja de amor. Cuando el día languidecía despertaban de su ensoñación, a regaña dientes regresaban a la nueva rutina. Fue duro decirse adiós al domingo. Alargaron la velada más allá de las 12 am, entre besos, carantoñas y caricias tímidas en el coche, debajo del bloque de pisos de Lena. Eran incapaces de decirse adiós.
- ¡Vamos, quédate esta noche a dormir!- le insistió de nuevo la barrendera, usando su mayor herramienta de seducción, sus ojos verdes.
- Mm, es una gran tentación. ¡Pero mejor que no! ¿Recuerdas qué mañana empiezo a trabajar?- le recordó Kara. Su rostro reflejo su tristeza. Habían hablado ligeramente de lo que implicaría su acceso al mundo laboral, en el intenso universo periodístico. Los días compartidos hasta aquellos instantes, serían una utopía.
- ¡Oh, es verdad! ¡Bienvenida al club de las ovejas currantes!- ironizó Lena, sólo para hacerla reír. Le ocultó lo mucho que le extrañaría cada mañana, especialmente por su rico café, que hacia su trabajo más confortable y placentero. ¿Podría vivir sin su dosis diaria de vitalidad, de poesía y ternura? Sólo había una solución, irse a vivir juntas. Enmudeció sus anhelos, algo temerarios y alocados. ¿Cómo podía ser que Kara se hubiera arelado tanto en su interior y vencido todas sus resistencias en tan pocos días?
- No te lo negaré, ya tengo ganas. Amo el periodismo y ser útil para la sociedad. Si con mis artículos hago participes a la gente del panorama político, ambiental y social actual sería mi pequeña contribución a mejorar el mundo.- Pecaba de un exceso de idealismo e ingenuidad. No todos los periodistas hacían honor a los principios éticos del periodismo.
Creía en ella. Se entregaba completamente en lo que realizaba. Su alma era transparente, carente de maldad. Rezaría por ella, porque su profesión era un campo sembrado de bombas mortíferas por los sedientos de poder. Ella misma fue testigo de cómo Lionel Luthor compraba a periodistas para que omitieran, falsearan o exageran determinadas informaciones, sólo por sus beneficios económicos.
- Serás una magnifica gurú de las comunicaciones- La animo. Entrelazaron los dedos. Kara agacho la cabeza. No encajaba muy bien las alabanzas. Y seguía pensando que pudiera hacer mucho más. Pensó en su primo, quizás tuviera razón en su última conversación.- Sé que tratarás de ejercer con la máxima profesionalidad, y con principios. Existe el periodismo rapaz, carroñas humanas, al servicio de las grandes élites. No te quiero asustar, ni pedirte que dejes de ser tú, sólo que vigiles. Se fuerte y firme con tus convicciones. Siempre me tendrás a tu lado, apoyando tus decisiones. Lo siento, debía de decírtelo. Por desgracia, conozco los corrosivos que pueden ser los periodistas, por el simple hecho de cumplir las órdenes ajenas.
La chica rubia levantó la cabeza y le sonrió. Le agradeció su apoyo y preocupación. También era conocedora de la corrupción periodística y de la pérdida de valores. Amaba la verdad, la recerca de información fidedigna y contrastable. Aunque, a veces pecaba de ser idealista y no evitaba contaminar sus artículos con sus opiniones y creencias.
- Mañana, te enviaré un WhatsApp informándote sobre mis horarios. No nos podremos ver tanto...- volvió a comentarle Kara, algo triste por ello.
- Así nos extrañáremos.- le dijo una Lena sonriente, aunque también necesitaba decirle algo y no quería dañarla.- Ha sido muy bonito y me parece una ensoñación. Es como si estuviera dentro de una espiral, que no para de girar. Me encanta y me haría cometer varias locuras, como proponerte venirte a vivir conmigo. Me da vértigo. Siento que debo de frenar y tomar un poco de perspectiva...
Sus palabras desconcertaron a su pareja, que en pocos segundos viajo del éxtasis de la felicidad al pozo de la decepción. Fue como un eco de su pasado. April estaba ante ella, negando mil veces que fueran pareja. Usaba su mejor arma, su labia dialéctica para confundirla. Tomó aire antes de perder los estribos con Lena. Hasta en aquellos instantes, le había demostrado ser honesta.
- ¿Deseas detener nuestra relación?- se atrevió a preguntarle la periodista, dejándola de mirar. Puso las manos en el volante y con los ojos perdidos en la nada.
- ¡No! ¡No pienso rechazar lo más bonito que he vivido!-exclamó rápidamente, escapándole un poco la sonrisa. Intuía que le hablaba la niña herida de Kara y debía de terminar con ella, dándole confianza.- Me refiero, que ha ido todo tan rápido y me asusta un poco. No quiero precipitarme, para no estropearlo o dañarte. Las dos nos merecemos que nuestra historia funcione. Ya hemos padecido mucho en nombre del amor.
Kara volvió a mirarla. Sus ojos parecían dos velas encendidas, llenas de esperanza. Lena la abrazó con fuerza. El pecho izquierdo le oprimía. Su coraza no se había destruido del todo y la obligaba a moverse a medio gas.
- Me dañarías, si después de todo, me dijeras que lo vivido no ha significado nada.-le cogió de la mano y se la agarro. Debían poder vencer la batalla al pánico, mediante pequeños actos diarios.- En el fondo, te doy la razón. Somos una pareja en construcción.
- Me alegra que estemos navegando en la misma órbita.- concluyó la chica morena. Le acarició el rostro y le sonrió.- No te preocupes, encontraremos el modo de vernos y compaginar nuestras obligaciones.
- Haremos de nuestra rutina una emocionante aventura. Sabes, esa semana es el cumpleaños de Brian y estaría genial que vinieras a su fiesta. A demás, estará también Álex y su novia.- Sus ojos azules relucieron como unos exóticos diamantes. Su entusiasmo era tan embriagador, que drogarías con él.
- Es verdad, al ocho de abril. Cumplirá ya nueve años, todo un hombrecito-Su propuesta le hizo mucho ilusión. Había estado expectante, incapaz de introducir el tema. Se había perdido 4 años de la vida de su hijo y se había prometido que no se perdería ninguno más. Kara se transformo en un espanta pájaros por unos breves segundos.
- Sí. ¿Cómo sabes el día que nació?- pregunto al final, creía no habérselo comentado previamente.
- Me lo dijo Brian.- Mintió Lena con firmeza, a pesar que por dentro temblaba y el pecho le dolía.
Fue un aterrizaje violento a su realidad de madre desalojada y perdida. Durante la maravillosa semana pasada, tan intensa y mágica, había adormecido su conciencia. Fascinada por lo que la hermana de su hijo le provocaba con sus besos, sus caricias, sus abrazos, sus labios, sus palabras, sus sonrisas... Anestesiada por su ternura y dulzura. Sus ansias de compartir vivencias y momentos con Brian quedaron a segundo plano. Una extraña sensación mino su estado de ánimo.
- Seguramente, si vienes será un gran regalo para él. Te aprecia mucho.-Le fue sincera, varias veces le había comentado que la barrendera era su cuñada ideal. Envidiaba la clarividencia de los críos.
- ¡E yo a él!- y se calló, por no parecerle demasiado entusiasta y orgullosa de Brian. Odió tenerse de amputar una parte tan importante de su ser.- Es muy adulto por su edad.
- Sí, algún día te contaré más sobre su vida.-Kara no quería alargar más la despedida, porque el reloj del coche marcaba ya las doce y media. Pero antes quiso saber si iría a la fiesta de cumpleaños, la veía algo cohibida.
- No sé si será buena idea.- El sentido de lo correcto inhibió sus deseos. La bocanada de la realidad la había transpuesto. Como también pesaban sus años de lagunar soledad. Era el temor de no encajar en el paraíso de los Danvers. Una familia que era la antítesis de la suya. Olían a paz y seguridad.
- ¡Mujer, anímate! Mis padres no te comerán viva.- ironizó su pareja, para iluminar su rostro ceniza.- A demás, conocerás a mi hermana. Eres mi pareja y formas parte ya de nuestra familia. Ya verás que te acogerán con los brazos abiertos.
- Hace poco que salimos juntas. Quizás, si me presentas oficialmente a tus padres sea demasiado prematuro, o precipitado.- Se justifico algo torpemente. Las manos le sudaban. No entendía su irracional conducta. ¿No debería de estar saltando de júbilo, por compartir aquel día especial con su hijo?
- ¡Por favor Lena, deja de decir idioteces! Me encanta que tengas principios. Quiero compartir las parcelas de mi mundo contigo y vayas formando parte de mi vida. No sé si es correr, o no, presentarte ante mi familia como mi pareja. Déjate arropar por la calidez de mi hogar, lo necesitas lo sé, ya que deduzco que te ha faltado afecto.- Su discurso la hizo emocionar. Sus ojos verdes-azules se humedecieron. Otra vez, se sintió vulnerable. Kara la abrazo.- ¿Vendrás?
- ¿Cómo lo haces por leerme tan bien?
- Esa no es una respuesta adecuada.- Ironizó, a la vez que le buscaba las cosquillas.
- Sí vendré, antes que me sigas torturando.-Se besaron y se despidieron, prometiéndose chatear al mediodía.
Lena subió a su humilde ático, algo trastocada y con sabores agrio-dulces. Estaba feliz porque podría celebrar el cumple de su hijo con él. En sus casi 18 años, la noticia de su embarazo fue un choque. Sólo se alegro Nicolás. Se ilusiono gracias a él, por su enorme entusiasmo. A medida que el embarazo progresaba, se fue convirtiendo en el túnel del terror. Sólo cuando lo tuvo entre sus brazos, tan pequeño, indefenso y hermoso se enamoro de él. Abrió sus ojos claros, parecía que la mirase con infinito amor y dejo de llorar. Más tarde se le revelo que los bebes en sus primeros días no veían. En este momento, empezó a tomar las riendas de su existencia.
Tras el abandono de su pareja y el rechazo de los Luthor y de sus amistades decidió exiliarse a Nathional City. Sin trabajo, sola en una nueva ciudad y con un hijo de 7 meses, no fue nada fácil. Su experiencia laboral se limitaba a unos breves pinitos al mundo del modelaje. Sus ahorros eran escasos, no suficientes para cubrir todas sus necesidades básicas. No podía dejar a Brian solo y fue imposible hallar trabajo. A la desesperada regreso al submundo que le enseño su ex. Vendió su cuerpo a revistas eróticas. En las sesiones fotográficas le permitían llevar a su bebe y atenderlo. Estuvo sobreviviendo de aquel modo durante un tiempo, hasta que conoció otro rostro depravado del ser humano y se tuvo de replantearse todo.
No tenía sueño. Se levantó de la cama y se sentó en la silla del escritorio. Apuntes de asignaturas le hacían el guiño. No le apeteció estudiar. Cogió una hoja inmaculada y dibujo cuerpo desnudo de Kara. Era hermoso y musculado. Contrastaba con su fragilidad enternecedora. Hizo varios bocetos, capturando distintos momentos de aquel fin de semana. Sensualidad, éxtasis, ternura, naturaleza, amor... En todos ellos, su pareja relucía como una gran divinidad celestial, o una diosa griega. Su cuerpo era escultural y fuerte. Incluso, la penúltima noche la cogió entre sus brazos del sofá y empezó a girar, con ella en brazos, jovialmente. Lo hizo con mucha facilidad.
Una hora más tarde, estudio todos sus retratos. Ver el rostro de su pareja, tan dulce y expresivo, el sueño le invitó a irse a la cama. Agarró la lamina que salía Kara con los ojos cerrados, abandonada totalmente al torrente de sensaciones y alcanzando el clímax, y la abrazo. Así se adentro en el reino de Morfeo.
El lunes fue más criminal de lo usual. La ausencia de la lectora en la calle Hope era muy palpable, incluso el ambiente era muy nostálgico. Lena, no pudo evitar detenerse enfrente del jardín de los Danvers. En sólo unos segundos le pareció ver a su pareja, leyendo Lo que el viento se llevó. Había transcurrido un mes de su primera conversación, a pesar de qué le parecía una eternidad. Una cortina si se movió, casi de forma imperceptible.
La barrendera, algo triste, observó el viejo sauce. Vio que encima de la pequeña mesita de terracita, había un pequeño termo, vasitos pequeños, cucharitas de café y sobrecitos de azúcar. Sonó la suave melodía de su móvil. Se saco los guantes nuevos y lo cogió del bolsillo de la cazadora. El rostro alegre de Kara le sustrajo de la melancolía.
- Buenos días princesa. Entra en el jardín, el café de media mañana te espera.
- Buenos días amor mío. Gracias. Lo termino de ver. Te extraño. ¡Ojala, que estuvieras aquí como cada día!
- Yo a ti también.-Un silencio amoroso las abrazo. A pesar de estar lejos de la una de la otra, fueron capaces de percibir sus latidos de corazón y la calidez de sus cuerpos.
- ¿Cómo va tu primer día de trabajo?- le preguntó Lena, a la misma vez que accedía al jardín de los Danvers. Se sentó en la hamaca y levantó el termo para echarse el café en el vasito de plástico. Una nota se cayó al suelo. Se agacho y la recogió. Había dibujado un sol sonriente enviándole un beso, debajo de él había escrito un te amo. Se sintió desbordada por la magia de aquellas palabras, que eran persistentes y sinceras.
- Algo horrible. Cat Gran es muy exigente y no para de ponerme a prueba. Sólo me ha encargado un reportaje sobre gatos callejeros.-Le comento Kara algo desmotivada.- ¿Y qué tal tu día? ¿Has descansado bien?
- Sí, todo bien.- respondió al final la barrendera, tras unos segundos de indecisión. Le costaba mucho expresar sus emociones.- No tenia sueño y me puse a dibujar tu hermoso cuerpo...- le susurro, con una voz aterciopelada que la hizo derretir.
- ¡Picara!- dijo de forma lujuriosa la rubia, deseando estar junto a su pareja y besarla hasta quedarse sin aliento. Escucho como una mujer la llamaba, su voz era un poco pito y algo despectiva.- Lo siento, te tengo de dejar. Adiós.
- De acuerdo. Adiós.- se detuvo, sintiéndose algo mal por no haber sido capaz de haberle dicho te amo. Antes de colgar se atrevió, pero ya no estaba al otro lado de la línea.
Se tomo el café con leche rápidamente. Antes de guardarse la nota, barajo la posibilidad de anotarle algo. Pero le hizo algo corte, más que nada por si su madre lo leía. Decidió que cuando pasaría por un estanque compraría una postalita y sobre. Le escribiría algo. Lo intentaría, porque era muy mala con las palabras. Así lo hizo, pero termino esbozando un dibujo de ellas dos en forma de palomas volando en el cielo paradisiaco. Cerró el sobre y lo hecho en el buzón de los Danvers.
La periodista le envió un WhatsApp a las once de la noche, informándole que ya estaba en casa. Le encantó su dibujo. Entendió que a su modo le estaba susurrando que también la amaba. Estuvieron hasta media noche chateando. Quedaron para verse a medianos de semana, el día que tendría un pequeño descanso en el diario.
Los días transcurrían veloces, reconquistando aquella nueva realidad. Lena ya no se sentía tan sola. Asistía a les clases con más ilusión. Dejo de ser un ser sobrio. Winn fue el primero en percibir el cambio y no se lo oculto.
- No era que me parecieras un ogro, pero tenías un rostro tan amargado... Me encanta que abraces la vida. El amor te ha rejuvenecido.- Le piropeo. Se abrió más al mundo, adentrándose más en el ambiente universitario y al grupo de su amigo.
Lo que no era tan bonito, eran las clases de Max Lord. Tenía una obsesión con ella y no paraba de interrogarla sobre su materia. La tenía tan controlada que parecía que no podía respirar sin su permiso. Se había contenido en su lenguaje, en especial ante otra gente. No obstante, un día se lo cruzo en los servicios y no tungo ningún reparo en llamarla bollera de mierda. Era inteligente y sabía a que jugaba. Lena lo trataba de evitar, intentando no encenderlo aún más.
El miércoles al final Kara no pudo quedar. Las dos se entristecieron. Planearon verse el día siguiente, aunque fuera las tantas de la noche. Le propuso que fuera a cenar a su piso y se quedará a dormir. Temió que rechazaría la propuesta, pero se erro. Al verse se abrazaron y terminaron haciendo el amor en lugar de cenar. Hablaron en la cama de su semana, de sus trabajos y sus vidas.
- No sé que comprarle a Brian.- Le confesó Lena a su pareja. Realmente estaba perdida. Se daba cuenta, que ya no conocía del todo a su hijo. Le gustaba dibujar y pintar. A parte, era un pequeño hombrecito. Recordaba que nunca fue un niño muy llorón, como si comprendiera la odisea por la cual pasaba su madre. Se adaptaba a sus horarios y funcionaba como un reloj suizo. Si lloraba a destiempo, sólo era indicativo de que algo le ocurría. A acostumbraron a sendos silencios y era el único capaz de hacerla reír cuando las puertas se le cerraban.
- No hace falta que le compres nada. Sólo acudiendo a su fiesta le harás feliz.- Inquirió la chica rubia, al mismo tiempo que le dio varios besos entorno a su hombro y cuello. Le gustaba saciarse de su aroma corporal y piel.- Es un niño increíble. Le encanta los juegos sencillos y no valora mucho las cosas materiales.
- Cuéntame cosas de él.- Le pidió, a la vez que le agarraba el rostro y le robo un beso. Se movió para quedar de decúbito lateral, para saborear mejor su narración. Kara no cambio de postura. Mantuvieron en todo momento el contacto visual, experimentando una sensación de calma enorme.
- Me lo encontré un día el hospital, perdido y me enamoro. Me identifique mucho con él. Los dos éramos como dos peces fuera de su hábitat. Dio señales tempranas de ser un niño muy inteligente, las precarias condiciones en que se crió no afectaron su desarrollo. Es un ser sensible, alegre y dinámico.-Los ojos de Lena se empañaron de lágrimas. Su pareja se le acerco más y la abrazo.- ¿Te ocurre algo cariño?
Aquel momento le dio un vuelco en el corazón. Se sintió muy culpable. Aunque, siempre antepuso su bienestar al de su hijo. Pudo sobrevivir los primeros años, pero el dinero no le alcanzaba para pagarlo todo. No tenía el derecho de ponerse la etiqueta de madre. También le inquietaba engañar a aquel ángel, que el destino había puesto en el camino de Brian para ayudarlo. Debía de confesarle la verdad. Era ahora o nunca. Incapaz de responderle, se tapo la cara con las manos. La chica rubia, impacientándose, se las agarro y aparto, obligándola a mirarla.
- Brian ha sido afortunado en encontrarte, igual que yo. No sé si te merezco.- Fue capaz de decir con la voz apagada, como un ser derrotado por la vergüenza.
- ¡Eso no es así! Somos nosotros los privilegiados de tenerlo en nuestras vidas. Es un ser de luz, que nos da tan afecto. Estoy completamente convencida de qué adoptarlo le salvo la vida a mi madre, que estaba luchando para superar el cáncer de pulmón.- le acarició la barbita y los labios.- ¿Y tú por qué tienes tan poca autoestima? ¿Es por tu profesión? ¡Sí es eso, quítatelo de cabeza!
- Herencia de mi pasado como vagabunda.-Se justifico. No se atrevió a contarle la verdad. Ya no se trataba sólo de estar cerca de su hijo sin estropear su estabilidad emocional. Le gustaba aquella nueva escena de su vida, sentirse amada, protegida e infinitamente comprendida por aquella chica un poco más joven que ella. Atrapada en su propio laberinto mental, entre lo correcto y los anhelos.
- Tomate la vida como un libro en blanco, en continua construcción. Somos como los árboles, siempre debemos crecer para arriba. Por el camino algunas ramas se tuercen, o nos arranquen una, y serán una de tantas cicatrices que iremos coleccionando. Mirar hacia atrás debilita, debemos sólo aprender de los errores y buscar la luz. Has conocido la decrepitud humana, pero eso te ha ayudado a convertirte el maravilloso ser que eres. Te debes de valorar más. No temas en venir este sábado a casa de mis padres, no juzgamos a nadie por sus orígenes.-Le seco las últimas lágrimas de sus ojos con los dedos. Lena le sonrió y se sintió reconfortada. Sí supiera qué clase de ser era ella, quizás se horrorizaría.- ¿Te acuerdas de la propuesta que te hice cuando empezamos a salir?
- Dejemos el pasado atrás y escribimos nuestra propia novela.
- Iba en serio, importa más el ser que somos ahora.-Entrelazaron las manos y se besaron.- Respecto al regalo de cumpleaños de Brian, aún no le he comprado algo. ¿Lo hacemos juntas?
- Me parece genial.-Acepto la chica morena llenándose de entusiasmo. Volvió a viajar al pasado, para rescatar los sueños de entonces y el mundo que quería dibujar por su hijo. Las sensaciones la invadieron y tuvo una gran genialidad.- Al mayo hacen la feria del cómico y dibujo a New York, podríamos ir un fin de semana con tu hermano. Estoy segura que le gustará.- Kara abrió la boca, alucinado por su brillante propuesta.- No sé, igual no lo verían bien tus padres...
-¡Es una gran idea! No te preocupes por ellos, agradecerán tener un fin de semana para ellos solos- le dio un pico rápido. Se levantó para coger su portátil, se lo había traído para avanzar un artículo, y regreso junto a ella.- Reservamos alojamiento y entradas. En la velocidad de un rayó lo tuvieron todo atado.- Te encargarás tu de realizar el bono de regalo.
- Será todo un honor.-Le arrebato el ordenador y lo dejo en la mesita de noche. Se le acerco, beso a su cuello y se anestesio por su aroma. Kara se excito tanto que se volteo y aprisiono a Lena entre sus brazos. Sus manos se deslizaron por su sedosa piel y por sus pechos tan perfectos. Se adentraron al reino del placer. Música, gozo, poético y místico. Las razones se adormecieron. Corazones galopantes. Miradas llenas de ternura y lujuria. Las estrellas espectadoras silenciosas de dos cuerpos entrelazados, amándose bajo la luz de la luna.
A media noche, exhaustas, se durmieron abrazadas, piel contra piel. La barrendera fue la primera en abrir los ojos. Eran ya las seis de la madrugada. No había cerrado la claraboya y los primeros rayos de luz se filtraban. La chiquilla que le había transpuesto la existencia, seguía dormida. El sol le daba de lleno en la cara. Parpadeo un poco e hizo una especie de guiño, pero no se desveló. Su piel estaba reluciente, tan blanca e inmaculada.
Antes de levantarse le robó un beso, tan suave y breve que no la despertó. Sólo le robo un profundo gemido. Con un poco de pereza se incorporó y se vistió. Estudió lo que disponía para desayunar y puso lo más apetitoso. Paro la mesa y dejo las capsulitas de café, una botella de leche y azúcar a la vista. Iba con en el tiempo justo, aún así cogió una lamina de dibujo. Plasmo un beso y le escribió algo:
"Gracias por abrirme las puertas de tu vida y de tu corazón. Te dejo una copia de las llaves de mi piso, que quiero que sea el tuyo. Hasta el sábado, eso si no nos vemos antes. Te quiero."
Kara se emociono y salto de alegría, casi toco techo, tras leer la nota. Le acepto las llaves, pero no quería abusar de su hospitalidad. No deseaba ir tan deprisa, para disfrutar del noviazgo. A pesar, de tener la sensación de qué ya habían andado juntas bastantes millas. ¡Qué diferencia con su anterior relación!
La semana laboral transcurrió veloz y no tuvieron tiempo material para verse. Las dos respetaron su espacio personal y trataron de mantener un grado de independencia. Lo habían hablado y coincidían en huir de las enfermizas relaciones de dependencia.
El viernes su jefa le dejo marcharse más pronto, para acudir al aeropuerto a buscar a su hermana y cuñada. Iba a salir cuando la llamó. Por su tono de voz, algo autoritario, dedujo que no estaba de humor. Por dentro tiritaba. La magnate del periodismo era famosa por su tiranía y esclavizar a sus subordinados. La salvaba su gran talento y buen olfato por las noticias. Trato de ignorarla, siempre podría alegar no haberla oído. Lo único que consiguió fue enfadarla.
- ¿Danvers, a caso no ha oído?-le recrimino, saliendo de su señorial oficina.- ¡Si digo que entre, entre! Si sigue escaqueándose de este modo, lamentaré haberla contratado y pasado por alto ciertas advertencias de diarios de Washington.- Su lacerante amenaza la partió en dos.
- Perdone, no la había escuchado.- Atino a decir, paralizada por la vergüenza.- ¿Quiere algo? Tengo un poco de prisa, me está esperando un familiar.
- Según mi reloj aún está en horario laboral.- La chica rubia enrojeció. Su jefa ni se inmuto, se aparto y le hizo señas para que accediera a su despacho. El espacio era grande, moderno y algo frio. Cada una se sentó en el sitió que le correspondía según la diada jefe-empleada.- No se preocupe, no le robaré más tiempo. Ya empieza a ser hora de hablar sin tapujos. Durante esa semana me ha demostrado que es un diamante en bruto y con mucho potencial. Así que seguirá trabajando para mí, por ahora como una periodista en prácticas.
Kara se cabreó tanto, que le enrojeció el rostro. Se sentía muy ofendida. Tenía el título de periodismo, ganado a base de sudores y horas de insomnio. Además, había cursado las prácticas en unos de los mejores diarios de la capital de América. Le parecía intolerable que la tratase como becaria. Aún así, prefirió callarse. Siguió uno de los consejos de su padre, no ofrecerle más carburante a la ira. Los jefes siempre tendrían la razón. Debía de acomodarse y tener la oportunidad de demostrarle todo su talento y aprender.
- Para serle sincera, la he contratado porque sé que usted es amiga de April César.-Le enumeró todos los sitios donde las dos realizaron prácticas.- Me huele un poco raro, que el diario más importante de Washington le diera una oportunidad. Suelen exigir mucha experiencia previa y elevadas cualificaciones. ¡Fue muy estúpida por no aceptarla! - Kara seguía poniéndose más roja, algo molesta por ser tan metiche. Se percató, a la vez, que aquella época de su vida era menos dolorosa.
- No hay nada de extraño. Preferí regresar junto a mi familia.- Mintió en cierta forma. Detrás de aquella oferta laboral había la mano oscura de su ex suegro. La pretendía comprar mediante un buen trabajo. Había prometido guardar el gran secreto de la hija del presidente, por el afecto que le profesaba.- Y sí, conozco a April. Fuimos a la misma facultad. Pero creo que eso no es de su incumbencia, es mi vida privada y no tiene relación con mi trabajo.
- ¡Señorita Danvers tranquilizase, no es para tanto! ¿Sabe que ahora hace de relaciones pública para su padre?
- ¡Señorita Danvers tranquilizase, no es para tanto! ¿Sabe que ahora hace de relaciones pública para su padre?
- No.- Miro el reloj disimuladamente, se le estaba haciendo tarde. No sabía cómo irse sin causarle más furia y conservar su reciente trabajo. Empezó a sudar un poco.- ¡Discúlpame! He perdido el contacto con ella, nuestra amistad se rompió. ¿Puedo ayudarla en algo?
- ¡Oh, lo siento!- exclamó Cat, usando un tono de voz más suave.- ¡Qué pena, por qué dentro unos meses debe de venir a Nathional City con su novio, para la apoyarle en su campaña para ser el gobernador de Metrópolis! Había pensado en que cubrieras sus actos y, aprovechando que os conocéis, conseguir una entrevista con ellos. Sería un bombazo, porque no suelen concebir muchas.
La periodista quedo perpleja. Pasando de la sorpresa al asco, de la alegría a la furia, de la esperanza a la pena... Odiaba la sombra negra de su pasado, que episódicamente se hacía omnipresente. Su ex le estaba susurrando: nunca te podrás deshacer de mí, me filtrare en tus rutinas, en tu casa y tu trabajo para que jamás me olvides.
- Muy bien. Pues cuando lleguen ya trataré de concertar cita con ellos.- Le propuso con voz temblorosa. Saco el móvil para saber la hora que era, su hermana ya debería haber llegado.
- De acuerdo, pero le consejo que lo haga pronto, porque ya sabes que la agenda de los famosos suele estar muy llena.- Le advirtió, pudiendo en entre dicho que si no cumplía con sus expectativas la despediría.
- Señora Gran, no me gustan las imposiciones.-Fue capaz de defenderse, su paciencia tenía límites.
- ¡Oh, perdona no quería asustarte! Mientras haga todo lo posible para concertar la cita, y si no me lo dice para tener otra opción. Tomase eso como aprendizaje. En el trabajo, los asuntos personales se queden a su casa. Ante todo profesionalidad.- Le alecciono, usando un tono de voz más amigable. Le sonrió.- Valoro positivamente su primera semana en mi diario. Realmente tiene potencial.
- Comprendo. Hare todo lo que esté en mis manos. ¿Me puedo ir?-temiendo levantarse y provocar otra vez su ira.
- ¿Le pareceré un ogro?-ignorando su petición. En aquellos instantes, dejo de ser la mujer tirana y dejo relucir a un ser solitario y humano. Su autoritarismo era una máscara para imponerse en un mundo desalmado de poder y altamente competitivo.
- No. Simplemente, hace su trabajo. Está en la cima por su gran dedicación al periodismo.-le piropeo la chica rubia. En el fondo la admiraba. A pesar, de qué creía que podría moderar su tono. Pero las mujeres debían de luchar con uñas y dientes para alcanzar un alto estatus en las empresas. A veces, muchas de ellas copiaban compartimientos masculinos para imponerse. Más allá, también había buenos y malos liderazgos.
- Es complicado y difícil estar dónde estoy. He tenido de sacrificar muchos aspectos de mi vida.-Suspiro y siguió desahogándose con ella. Fue incapaz de detenerla, no era insensible al sufrimiento humano.
Su monologo sólo fue interrumpido por el sonido del móvil de su empleada. Kara acepto la llamada. Era Álex, preguntándole donde estaba, porqué ya habían desembarcado y estaban en la salida del aeropuerto. Se molesto un poco por su ausencia y le sugirió tomar un taxi.
- Lo siento. Ahora vengo.- Insistió la periodista, que le sabía mal su retraso. Colgó y se levantó.- Señora Gran, debo ir a recoger a mi hermana al aeropuerto. Está algo cabreada y me caerá una tormenta de rayos y truenos si tardo más.- Exagero un poco. Su jefa le hizo gracia su modo decírselo, tan infantil. Pero le enterneció. Pocas personas conservaban aquella ingenuidad y carencia de picardía. Por eso le propuso algo inhóspito.
- ¡Mujer, habérmelo dicho antes!- Descolgó el teléfono fijo y ordeno a su piloto que la trasladará al aeropuerto con su helicóptero personal. La chica se quería negar, pero no tuvo otra opción.
- Muchas gracias.- Le agradeció sinceramente muy sonrojada, sintiéndose algo descolocada por lo ambivalente que podía ser su jefa. Subió a la azotea. El helicóptero estaba ya en marcha. Por el camino llamó a Álex para comentarle las instrucciones facilitadas por el piloto.
Kara estaba impaciente, hacía dos meses que no se veía con su hermana
Kara estaba impaciente, hacía dos meses que no se veía con su hermana. Cuando aterrizaron a la pista asignada, la parejita de tortolitos ya la esperaban. Salió del helicóptero rápidamente, casi se cae con las prisas. Álex se le acercó, riéndose por su torpeza. Se abrazaron.
- Hermanita, a pesar de tus poderes, eres tan torpe.-Le susurro en la oreja. Le encantaba pincharla.
- ¡Si sigues burlándote de mi te enviaré a la luna!- siguiendo su juego.
- ¡No te atreverás!- Álex deshizo el abrazó y se rió a carcajadas.- Te veo muy radiante. Se lo agradeceré a Lena cuando me la presentes.
- Hola Kara.- Le saludo Maggie, que se había mantenido al margen del reencuentro de hermanas. Envidiaba la buena relación que tenían. Siempre que estaban juntas viajaban a una tercera fase en la cual no tenía cabida.
- Hola cuñada.- se dieron dos besos. Cogieron su poco equipaje y lo subieron al helicóptero.
- Por cierto, muy generosa tu jefa.- opino Álex. La chica rubia se coloreo.
- Todo tiene su precio.- Ironizó. Le guiño un ojo, señal que tenían estipulada cuando había ropa tendida.
- ¿Ya empezáis con vuestros secretitos?- Cuestiono Maggie, fingiendo estar molesta.
- ¡No que va! Luego, os cuento mejor.- se justifico la periodista. No dejaron de reírse durante todo el trayecto.
- ¿Me podrías presentar a Cat Gran, hace tiempo que es mi ídolo?- insistió la mayor de las hermanas Danvers.
- Quizás no esté ya, aunque es una adicta en el trabajo.-En el fondo no le apetecía verla. No obstante, en aquel momento se abrió el ascensor de la azotea y apareció su jefa sonriente. ¿Qué pretendía con tantas atenciones?
- Hola, disculpadme, es por mi culpa que la Señorita Danvers se haya retrasado.- Les ofrecía la mano de manera cordial. Le aceptaron el gesto y se miraron todas de reojo.
- Muchas gracias Señora Gran.- dijo Kara, le era totalmente sincera.- ¿Desea algo más?
- Por hoy no. Sólo os he esperado, quería asegurarme que llegabais bien.-Les sonrió. Las miro y se detuvo un poco más observando a su empleada.- Ya hablaremos al lunes. Buen fin de semana.- se dirigió al helicóptero para irse. Su empleada la siguió, para volverle a agradecer su gesto e interesarse porque le interesaba tanto la entrevista con Lex y April.- El joven Luthor propone unas políticas muy revolucionarias. En parte de pretender segregar más la población según razas, también ha iniciado una caza de extraterrestres. A mí no me parece una excentricidad. Realmente creó que existen y conviven con nosotros.- Le susurró. El tema le motivaba mucho.
- Comprendo. Prometo que haré lo posible para conseguir la entrevista.- Decidió en este instante. Era algo que le incumbía muy de cerca y, de paso, haría un favor a su primo. Sería legal y no usaría a nadie.
- ¡Vaya con tu jefa, tiene estilo!- exclamo Maggie cuando regreso junto a ellas.- ¿Te has fijado que le gustas?
- ¡Pero qué dices!-exclamó la periodista.- ¡No que va!
- A mí también me lo ha parecido.- Se sumó Álex, poniendo más leña a la hoguera. Entraron en el ascensor y le conto lo que pretendía.- Tiene fama de ser muy perseverante y tenaz. Vigila, te pide también demasiado. April puede ser una culebra altamente tóxica.- Más tarde, hablaría con ella porque también temía a Lex Luthor. A demás, quería contarle los orígenes de Kara a su pareja y quería informarla antes de ello.
Brian estaba inquieto. A mediados de la tarde ya había terminado todos los deberes para el lunes. Vio un rato la tele, pero se aburrió. Cogió sus láminas para dibujar y lápiz de carbón. Esgrimió una composición abstracta. No evitó plasmas dos caricaturas de su hermana Kara y su pareja actual. Le había fascinado la barrendera des del primer día que la vio. Su belleza era melancólica y su mirada era muy cálida. Al conocerla se despertaron recuerdos lejanos de su infancia sobre su madre biológica.
No se acordaba de su rostro. A veces trataba de dibujarla, pero sus facciones le resultaban amorfas. Por eso a veces, se inventaba sus ojos, su nariz, boca, orejas, pelo... Y todas las imágenes le resultaba una mujer muy cálida y atractiva. Estaba seguro que el alma de su madre había perdurado en su interior. Su madre la quiso mucho, era muy amorosa, le gustaba jugar con él y se mostraba alegre. No obstante, siempre le vio la mirada muy melancólica. Y quizás por eso, Lena le evoca a su progenitora. Le hacía mucha ilusión que hubiese entrado en la existencia de Kara, porque le regalaría mucha luz. Las veía a las dos como segundas madres.
Quería a sus dos hermanas, pero tenía predilección por la pequeña. Sufrió mucho cuando la llevaron al centro para menores, en espera de resolución de su caso. Se sintió sólo e indefenso. No paro de llamar a su madre. Aunque, una vocecita interior le susurraba que no la volvería a ver. Ya en el hospital, el personal sanitario lo miró con lástima. Su madre estaba tan enferma que deliraba. La conectaron a unas máquinas muy ruidosas, aquel fuerte olor ambiental de fuertes detergentes, nadie le contaba nada...
Era pequeño y se asustó mucho. Huyo, pareciéndole aquel centro el pasillo del terror. Se perdió por los pasillos idénticos a los otros, tan fríos e impersonales. El destino quiso que se cruzara con una chica rubia, que sin ahogarle con preguntas le ofreció comida. No se la veía mala persona, pero estaba tan cohibido que era incapaz de hablar. Sólo quería regresar junto a su progenitora, pero no se acordaba en que habitación. Su ángel la llevo al punto de control sanitario y toda su vida cambio. Vino una mujer mayor, algo seca. Se le permitió despedirse de su madre y se llevo a aquel centro.
Las explicaciones que le dieron, no le tranquilizaron. Quería regresar a su hogar, que resulto no ser hogar por no disponer de sitio físico. Los días eran todos iguales y la esperanza decayó. Hasta que volvió a aparecer la chica rubia en su vida, con su caballo blanco alado, ofreciéndole amor. Fue ella quién le explico su situación y cuáles eran sus intenciones. Su familia, los Danvers, querían acogerlo hasta que su madre estuviera bien.
Nunca regresó. Los servicios sociales les ofrecieron la opción de adoptarlo y lo hicieron. Brian estaba muy feliz y agradecidos por ello. Corresponderles a su afecto era fácil. Siempre recordó las enseñanzas de su progenitora. Se siempre educado, respetuoso, paciente y obediente. También le advirtió que la gente podía ser cruel, y más con personas de color, pero que fuera fuerte y los ignorase. Subrayándole que sólo le juzgarían por su aspecto exterior, porque desconocían el maravilloso ser que era por dentro. Aún así, conoció el bullying y gracias a sus hermanas pudo afrontar y reconducir.
Escucho como alguien subía por las escaleras y la casa inundada de risas. Brian, se levanto de la silla para ir a recibir a sus hermanas. En este instante, la puerta se abrió y apareció una alegre Álex que le abrazo. Lo levanto a la vez.
- Hola hombretón. No sabes cuánto te he extrañado.
- Yo también a ti.- Kara los observaba desde la puerta, feliz de tener toda la familia al completo.- ¡Hermanita, ven!- Se les añadió y les abrazaron. Empezaron a dar saltitos, con tanta intensidad que hicieron tambalear el suelo. Jeremías no tardo en aparecer, para regañarles y reírse a la vez.
- Hoy fiesta de pijamas como antes.- Les sugirió Brian.- Kara, podrías invitar a Lena para que se añada.
- Sí, sí invítala.- Le apoyó Álex, impaciente para conocerla.
La chica rubia no se hizo la remolona. Sacó su móvil y la llamo. Su barrendera no tardo en responderla. El resto de familia, haciendo un gran coro de espectadores al alrededor de ella. Todos hablaban a la vez y se reían de su congoja.
- Me alegro que tu hermana haya llegado bien.- le estaba diciendo la barrendera, que escuchaba el jolgorio que había en casa de su novia.
- Sí. Cat Gran me ha hecho perder el tiempo con asuntos laborales, pero luego lo ha arreglado. ¡Qué mujer!
- Tiene la fama de ser muy exigente. Ahora a disfrutar de tu hermana.
- Te llamaba porque queremos celebrar la tradicional fiesta de pijamas de los Danvers y te invitamos a venir.- Se detuvo, esperando un poco que reaccionará. Conociéndola intuía que le costaría aceptar.
- Hoy no, estoy algo cansada y quiero descansar.- Determino la Barrendera, siendo muy firme.- Disfrutad de la fiesta, de este reencuentro familiar. Mañana quiero estar reluciente y dar una buena impresión a tu familia.
- De acuerdo. Seguro, que mañana triunfarás.- quería añadir algo más y por ello refirió salir de la habitación de Brian por buscar más intimidad.- Cariño, sólo debes de mostrarte natural, como tú eres. Sí a mi me has robado el corazón a ellos también.
- Gracias Kara, eres un cielo. Un beso.
- Agradézcamelo dejando de quejarte tanto y aceptando lo maravilloso que te está ocurriendo.-Se mordió un te amo, para no agobiarla.- Muaaa... Mañana te quiero aquí y te comeré a besos.
- Ja, ja... Vale. Mua, mua... Hasta mañana tesoro.- se despidieron y se quedaron con la sonrisa tonta en la boca.
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Como este capítulo estaba siendo interminable, he decidido partido en dos. Espero que lo disfruten. No siempre puedo escribir cuando puedo, aunque a veces lo necesito porque me relaja hacerlo. Hasta pronto.

 

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