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HERMOSA Y LETAL. (7) Rebeldía

(7) Rebeldía

¿Llegaría un día que me acostumbraría a todo aquello? La respuesta era clara, nunca. Quería recibir mil golpes que herir a otra persona. Lena era implacable y no escuchaba mis ruegos. Una y otra vez me golpeaba, sin consideración alguna. Era tenaz y persistente. Llegue a creer que le gustaba la violencia. Me sermoneaba, me gritaba, me insultaba, de me degradaba como ser humano... Nada le servía para que me activara. Terminó pensando que era masoquista.
Por el resto de sus instrucciones era obediente. Corría, realizaba abdominales, saltaba, trepaba por las barras laterales, levantaba pesas cada vez más pesadas, me subía en la bicicleta estática... etc. Me ayudaba a sentirme más vital y ágil. Mi instructora era poco habladora, se limitaba a agredirme verbalmente y darme instrucciones. Seguía sin ofrecerme ninguna explicación de qué se esperaba de mí.
Perdí totalmente la esencia del tiempo, pues cada día era una copia del anterior. Isis permanecía en mi celda, siendo mi vigilante, mi despertador, mi camarera, mi amiga a la cual le contaba mis tristezas... Creo que no me entendía. Bueno, en el fondo que puedes esperar de un robot programado por comportarse siempre igual. A los humanos les asustaba lo imprevisible. Incluso, quizás, pagarían para robotizar a otras personas. Convertirlos en robots obedientes y leales a los jefes, alienándoles a sus intereses particulares. No creía que la sociedad hubiese cambiado tanto, simplemente habían evolucionado las herramientas para esclavizar el más débil.
Debo de admitir que mis comportamientos se robotizaron en cierto modo. Levantarse, comer, encontrarme con Lena y sus chistes. Era tenaz y no me daba como caso perdido. ¿Por qué le importaba tanto dañarme?
- ¡Ya basta Kara! ¿Quieres que te mate?- me cuestiono un día, me tenía aprisionada al suelo conteniéndome con su pie derecho. Por primera vez, en su mirada, pude leer una chispa de humanidad. Fue, además, la primera vez que me tuteaba. Se me hizo raro.
- Deduzco que para usted no debería ser fácil. ¿Por qué no lo haces? ¿Qué sentido tiene mi vida?- Le suplique.- No quiero convertirme en una asesina.- Aflojó su presión y cruzo los brazos. No disimulo hastió por mi pasividad.
- A mi me pagan para entrenarte. No soy ninguna asesina, solo sirvo a mi país y a la humanidad. En esa puta vida no existen los putos blancos o negros. Siempre hay matices. Uno debe de aceptar su destino.- Fue muy fría e insensible.- Si por mi fuera estaría fuera de la sección. No creo que sea buena agente. Te salva porque dicen que eres inteligente y tienes un ángel de la guarda. Otros en tus mismas circunstancias ya han sido expulsados de la organización. Y no creas que hayan podido retomar sus vidas. No. Se han ido de aquí dentro de un ataúd.
Su declaración fue escalofriante. La piel se me erizó. Me quedo muy claro. Dio por terminada la sesión de tortura.
El día siguiente Isis me condujo en una sala diferente. Había pequeñas habitaciones, separadas con tabiques de madera. En cada lateral había colgados unos cascos. Ante ellas se extendía un largo pasillo y enfrente había una diana de tiro.
- Hoy empezará las clases de tiro.- Me informo mi asistente.
Lena no tardo en aparecer, llevaba con ella una pistola. Me explico cómo funcionaba. Me la entrego. Me negué a cogerla. Siempre he sido anti armas. Mi padre tenía una. Siempre decía que se debían de usar sólo en caso de necesidad. Como todo conreaba sus riesgos.
- ¡A qué esperas, no muerde!- seguí pasiva ante sus ruegos
- ¡A qué esperas, no muerde!- seguí pasiva ante sus ruegos.- La verdad, no te imagino matando a tu prometido.
- Tomate como una prueba de qué yo no fui.- Me seguía negando a aceptar aquella verdad.
- Claro, que sí yo encontrara a mi pareja en brazos de otra persona le retorcería el pescuezo sin parpadear.-Ironizo. Me la creí.- ¡Haz el favor de agarrar el arma y disparar!
- Muy bien usted gana.- Se la acepte tras desafiarla visualmente con rabia. Una idea loca se me cruzo por la cabeza y sin meditarla actúe. Apunte hacia ella en lugar de la diana. Estaba harta de su maltrato verbal, de su poco taco e insensibilidad. La idea de fugarme de aquella prisión empezaba a ganar fuerzas en mi interior. Antes el sentido de culpabilidad me ataba a la reclusión. Pero me estaba percatando de que me estaba rindiendo. Debía de demostrarme a mi misma que no cometí aquel horrendo crimen.- No soy ninguna cobarde ni una asesina. No lo pienso ser nunca. Por eso, te sugiero que te apartes de mi camino. Si no lo haces...
- ¿Qué harás? ¿Me matarás?- Se me acerco más, hasta apoyar su sien la boca del arma de fuego. Tenía sus ojos a solo unos palmos de los míos. No pude evitar perderme en ellos. Era tan hermosa y sensual.- ¡Dispara! ¿A qué esperas? Tienes una oportunidad de oro para terminar con mi vida. Muchos pagarían por verme muerta.
Mi mano derecha empezó a temblar. Tuve de agarrarla con mi otra mano. Sus ojos seguían tentándome. Abrió los labios. Sentía su cálido aliento acariciándome el rostro. Me odie por sentir deseo por mi opresora.
Empujada por una fuerza irracional, la empuje enérgicamente. No llego a caer porqué era ágil como una puma. Trate de disparar el arma de fuego, asustada, temiendo que me golpeara por mi atrevimiento. El proyectil no le dio. Empezó a reírse a carcajadas. Era lo que soñaba, sacar mi demonio interno.
Tire el arma por el suelo y trate de huir. Me bloco el paso. En esa ocasión si la derribe. Caí encima de ella. Nuestros pechos se rozaron y no evite sentir. Mis mugrones se estimularon y fueron mi debilidad. Aprovecho mí aturdimiento para voltearme y contenerme en el suelo. La sonrisa no se le borraba. Se lamió el labio inferior.
- Así me gusta, que saques un poco de sangre. La vida se tiene de batallar a diario. Nadie te regalará nada. Si fueras más avispada tu novio no te hubiera engañado tanto.- No se cansaba de violar mi autoestima. Empujada por una extraña ola de deseo, la agarre por el cuello y le mordí sus labios carnosos. Lo hice con tan salvajismo que le ocasione una herida. El gusto de su sangre me provoco arcadas y se lo escupí en la cara.
Se limpio la cara con la palma de la mano y me devolvió el agravio con creces. Mi corazón latía con ferocidad. Estuve muy cerca de abandonar la hostilidad y dar más profundidad al beso. No obstante, se aparto de mí y se levanto. Me dejo con la miel en los labios, odiándome por haber deseado perderme en sus encantos femeninos. Entendí porque había personas que perdían el norte por personas tóxicas, que a pesar de tratarles mal, seguían a su lado. Era algo complejo y no reductible a una simple atracción fatal.
Me incorpore. Mientras lo hacía mi opresora había recogido la pistola del suelo. Me informó que estaba cargada con proyectiles de fogueo. Nada podía escapar de su control. Me obligo a agarrarla de nuevo. Se puso detrás de mí, obligándome a sentir sus pechos contra mi espalda. Me seguían perturbando. Me sujeto los brazos, a la vez que me iba susurrando como acariciar un arma y apretar su gatillo. Me convertí en su títere. Por supuesto, tuve buena puntería. Poco a poco, fue aflojando su contacto.
- Nadie te obliga a matar a nadie, solo son una herramienta más para defendernos y evitar que seres humanos inocentes mueran. Hay que usarlas con cabeza.- Le susurro cerca de la oreja. Su nariz fricciono el lóbulo auditivo, provocándole un espasmo incontrolable.- Tú decides a dónde dirigir la bala, en eso reside su poder.
Debo de admitirme que se me dio bien. A medida que me iba dejando suelta, seguí teniendo acierto. Aunque, en cierta forma era fácil disparar contra una tela. ¿Y si ante mi había una persona? Aunque, fuera un vil asesino o terrorista. ¿Sería capaz de ser el brazo extensivo de la justicia?
La instrucción fue interrumpida por la agente Reign, que entro cómo un tornado. Se freno en ver nuestros labios encendidos por las mordidas. Les dedico una sonrisa picarona y nos guiño un ojo. Me sentí como una colegiala, atrapada cometiendo una travesura imperdonable. Me gusto su gesto. Había algo en ella que sugería una amiga de mi infancia, a Samanta Arias. Por su frescura y desparpajo. No estaba segura. Además había fallecido hacia años. Aunque yo también oficialmente ya no pertenecía al mundo de los vivos.
- Jefa, siento estropearte el clímax del momento. Astra te reclama a la sala de operaciones. Hay un código rojo.
- Gracias agente Reign. Puede terminar la instrucción con Kara, se lo agradecería.- Se dirigió hacia la puerta, pero la volvió a interrumpir su camarada.
- Un consejo pasa antes por los servicios. Pareces una vampira con la sangre seca en la comisura de los labios.- Se le acerco y susurro algo flojo, aunque audible para mi.- Aunque para mi estás muy sexy. ¿Me deberé de poner celosa?
- ¡Por favor Sam, siempre perdiendo el decoro!- le dio una colleja y se fue. Mordiéndose la sonrisa. Me molesto su forma de interactuar, con tanta confianza. Y eso que estaba prohibido las relaciones entre compañeros.
Su tonteo me encendió un poco. Inconscientemente, quisiera ser sólo yo la causa de su seductora sonrisa. La cabeza me iba a explotar, por la intensidad de los celos que estaba experimentando. ¿Sería el síndrome de Estocolmo, me estaba enamorando de mi carcelera? En mi reducido mundo sólo la veía a ella, prácticamente las 24 horas del día. Era normal que se estableciera un estrecho vínculo entre las dos, de fuerte dependencia.
- ¿Tenéis muy buen rollo entre las dos?- no evite curiosear.
- No es de su incumbencia. Nos centramos por favor a la práctica de tiro.- Saco su propia arma y empezó a disparar. No fue sorprendente su gran precisión. Me la quede mirando, desafiándola.- ¿Qué mira?
- Me recuerda a alguien que conocí de pequeña y tristemente ha falleció prematuramente.- Decido compartir, para estudiar su reacción. Permaneció impasible, siguiendo descargando su arma contra el lienzo blanco-negro, cada vez más agujereado.
- Prácticamente todos estamos muertos en esa sección, somos unos fantasmas de la sociedad.-Su comentario fue algo terrorífico.
- Así puedes ser perfectamente la heredera de los Arias.- Insistí, esperanzada que fuera así. Fue alguien que me despertó sentimientos inauditos. Fue un amor puro y transitorio.
- ¿Qué importa quiénes éramos antes? Mi nueva vida tiene más sentido. Ya verá que le ocurrirá lo mismo. ¿De verdad se siente orgullosa de haber sido tan ingenua y confiada? ¿No estaba algo harta de que su férreo padre pretendiera controlarle, decidir cómo debía respirar y moverse?- usaba el mismo estilo que la morena, aunque parecía conocerme profundamente. Me hizo sentir desnuda.
- Prefiero ser como era antes que una desalmada.- Me mantengo firme.
- ¿Qué se imagina que somos, unas asesinas a sueldo?- sí dio en el clavo.- No lo somos. La Sección si es una organización secreta, compatible con el FBI, pero con más poder y libertad de acción. Si todas las misiones son justas, puede que no.- Me estaba siendo honesta.
- Seguramente os saltáis las leyes. Todo delincuente merece un juicio justo.- Remarqué.
- ¿Qué es primero la seguridad de las personas o la vida de los criminales? ¿Si pudiera evitar un ataque de terrorismo no lo evitaría a toda costa, sin importar los medios?- me desafió con sus mirada marrón oliva.- Ya sabes lo lento que puede ir la burocracia. Nosotros tenemos libertad absoluta de movimiento.- Entendí su planteamiento. Aún así, seguía sin verlo claro.- Otro consejo, deje de castigarse y no sea tan masoquista. No ganará nada dejándose torturar por la Señora Luthor. Lo único que pretende con usted, y con todos los agentes, es prepararlos para que se cuiden.
- Gracias agente Reign. Intentaré poner más voluntad.- Le prometí.
- Le propongo una competición de tiro. A ver quién gana.- Su forma de instruirme fue más distendida. Aunque por el otro lado extrañe a la dura e intransigente morena. En ocasiones, Sam me parecía un poco loca.
Horas más tarde regrese en mi celda. Isis curo mis heridas faciales. Tenía el labio inferior partido y me escocía horrores. Aún así sonreí al recordar los besos que nos dimos. Despoje de mi conciencia aquellas sensaciones. Comprendí que debía de tratar de ser fría e inteligente. No me libraría fácilmente de sus garras. Debía de obedecerles, hasta que hallara el momento idóneo para fugarme. Sí, aquel sería mi objetivo último. Yo jamás aceptaría el destino que se me imponía, por más sexy que me pareciera Lena.

 

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