(14) El extásis de la naturaleza
" He tornat a llegir
poemes al redós de la Font de Sant Magí; mots que s'enduu el vent i els
escampa fins a perdre's entre les alenades del gran aire; tanmateix, ara
sé que no són del tot endebades recitats, sé que no tan sols l'abundor
de vida que palpita al bosc té parada l'orella amatent i de natural
poruga, car, n'estic segur, té oïda entenedora la marinada que remoreja
entre les acàcies i les alzines que voregen els camins, i tenen oïda
cadascuna de les flors que renoven els colors d'aquesta contrada cada
estació de l'any. He tornat a cantar els mots de Joan Teixidó:
Com sostraure's a la bellesa del món i com suportar-la.
Encara em venç, no he tingut temps de penedir-me'n...
i he tingut la sensació de no fer-ho per mi sol; si més no, em plau realment de creure-ho."
Manel Canals i
Castellví. A Quatre passes del Castell. Book Print Digital. 1ra edició,
març 2008. "La dama de les Sitges, pàgina 133-134."
("He vuelto a leer
poemas al lado de la Fuente de San Magí; motes que se lleva el viento y
los escampa hasta que se pierden entre las bocanadas del gran aire; sin
embargo, ahora sé que no son del todo en vano recitados, sé que no solo
la abundancia de la vida que palpita al bosque tiene parada a la oreja
atenta y de natural miedosa, más aún, estoy seguro, tiene una oída
comprensible la marinada que murmura entre las acacias y encinas que
bordean los senderos, y tienen oído cada una de las flores que renuevan
los colores de este campo cada estación del año. He vuelto a cantar los
motes de Joan Teixidó:
Cómo sustraerse a la belleza del mundo y cómo suportarla.
Todavía me vence, no he tenido tiempo de lamentarme...
... he tenido la sensación de no hacerlo sólo para mí, si más no, me apetece creerlo.")
A Cuatro pasos del Castillo. Fragmento del relato La dama de las Sitges.
Pueblo de Sitges, provincia de Lleida. España
Por fin era viernes a la
tarde y Kara había galopado veloz todo el día, para recoger a Lena en
su universidad, a las seis de la tarde. Su madre le había prestado su
coche. Por suerte no encontró mucho tráfico y llego diez minutos más
pronto.
Estaba atacada por los
nervios y su sensibilidad a flor de piel. La cita, de aquella mañana,
con el notario le había revuelto por dentro y hecho aflorar un coctel de
emociones. Recordó un fragmento de un libro que le leyó Ane una tarde
de invierno. Pertenecía a una obra de un escritor catalán, que le había
regalado su hija tras regresar de su larga instancia a Barcelona, una de
las ciudades más importantes de España. Le había gustado tanto que lo
tradujo en ingles.
El relato era corto y
narraba el encuentro del protagonista con el espíritu de la última dama
de un castillo. El escritor usaba un lenguaje poético, que te trasladaba
en su fantasía y te hacia enamorar de la bella naturaleza colindante
del pueblo perdido de Sitges, lugar donde ocurría la trama. El sitio
existía y lo busco por internet. Estaba ubicado en una de las provincias
Catalanas, Lleida.
La historia le invocaba
muchos recuerdos, su llegada al planeta tierra, sus vivencias en el
campo y los ratos interminables que compartía con su abuelita. La carta
que le había escrito, era algo rara, parecía reciente. Creada en
exclusiva para el maravilloso momento que vivía.
Establecerse
definitivamente a Washington habría sido una realidad, que tenía muy
asumida por su relación con April y su ambición profesional. Aún así, le
faltaba algo. Por eso, cuando su vida amorosa se torció, la infelicidad
fue absoluta. Ane anticipo sus necesidades y le dio una explicación
porque no se sintió llena. A modo póstumo le regaló la solución y le
recordó que la vida era bella y se debía de vivir sin ningún lamento.
Era especial, como cualquier ser humano.
Deseaba enseñarle a Lena
todos los rincones más increíbles del campo, que le enamoraron nada más
verlos. El bosque, dónde Álex había construido una cabañita en un árbol
y en su llegada le ayudo a arreglar. A pesar del tiempo, de no usarla,
seguía intacta. El riachuelo sin contaminación y su fauna exótica. Era
tan relajante yacer a su orilla, sintiendo la circulación del agua, el
zigzaguear de los insectos, el cantico de las aves de paso... Un pequeño
monte, con alguna recóndita cueva. Y muchos campos de trigo y otros
tipos de cultivos.
Había un pueblo de mil
habitantes a unos diez kilómetros, dónde iban a la escuela. De ambiente
muy rural. Varias fábricas, que daban trabajo a la mayoría de la
población. La crisis llego a la zona, y conllevo el cierre de la mayoría
de empresas. Jeremías Danvers, temiendo que su producción agrícola no
fuera suficiente para mantener a su familia, decidió ejercer de
publicista.
Había estudiado la
carrera porque le atraía, pero el sentido del deber hacia sus padres, le
hizo regresar. Su prometida, urbanita de toda la vida, no dudo en pedir
plaza de doctora en el consultorio local. Valoro mucho el cambio,
porque estaba cansada del estrés de Nathional City.
La decisión de alejarse
del campo fue difícil. Lo motivo la economía familiar y su afán de
proteger a Kara. Le costó dominar sus poderes. A parte, el entorno era
muy cerrado y todos se conocían. El anonimato era una ardua misión, casi
imposible.
Al principio, extraño
mucho la paz campestre, su silencio cómplice, los preciosos atardeceres y
amaneceres, el aroma ambiental, la carencia de contaminación. Por eso
se refugiaba en la granja si sentía triste, frustrada o irritada.
Creía que era el sitió
ideal para llevar a su novia. La naturaleza era un éxtasis por todos los
sentidos. Era una oportunidad para enseñarle como era su autentico yo,
su mundo y su corazón. Más allá de sus orígenes y su historia, su
esencia estaba labrada por aquellas tierras con contrastes y una familia
llena de amor.
Aprendió que la vida
tiene un valor incuestionable, a ser respetuosa con la naturaleza y
entorno, a no juzgar a otros por el hecho de pensar distinto y a ser
sensible con las injusticias del mundo. Amaba el planeta que le acogió y
se entristecía con el odio de algunos y con cada acto que vulnerase y
malmetiera la vida humana. Si pudiera hablar libremente, les gritaría
que la tierra se tiene que cuidar, porque todo tiene fecha de caducidad.
Un ejemplo, era su querido planeta.
Lena estaba tardando,
aunque seguramente eran sus ganas de verla e irse. Bajo del coche. Cerró
la puerta y se apoyó en ella. En este instante la vio salir. Iba con
Winn, como era costumbre. Eran inseparables. Iban hablando y no
parecieron verla. Detrás de ellos salió un chico de unos treinta años,
con camisa blanca y una americana negra. La chica rubia dedujo que debía
de ser un profesor. Se fijo como miro lascivamente a su novia. Pensaba
que se marcharía, pero no fue así. Les dijo algo y el rostro de Lena se
tenso. Kara, algo molesta, se concentro para escuchar su conversación.
- ¿Señorita, o Señora
Serenety, vuelve a hacer pila? ¡Ya no sé cómo dirigirme a usted! Me
parece bien, pero en mi asignatura eso se penalizará. Los títulos
universitarios no se regalan ni se compran. También procedo de una
familia multimillonaria, pero estoy dónde estoy por mis meritos.- su
rostro amenazante daba repelús.
Se giró y sus ojos
marrones, fríos como el hielo, se cruzaron con los de la chica rubia,
que ardían de ira. Le sonrió, de forma desafiante. Se volteo para
lanzarle la estocada mortífera a su pareja.
- ¡Ah, veo que le espera su amiga! Seguramente, no la llevará por el buen camino. ¿Las buenas costumbres no se olvidan, eh?
- ¡Señor Lord, a usted
no le importa mi vida privada! Por favor, no vuelva a extralimitarse,
sino aténgase a las consecuencias.- le advirtió Lena, de forma seca y
contundente.
- ¡Qué desagradecida es
la gente, después que uno se preocupa por su progresión académica!-
ironizó Max. Se rió y se fue. Lena dejándose arrastrar por la ira, ando
hacia él para replicarle.
Kara se les acerco,
temiendo que su pareja perdiera los papeles y su profesor tomará duras
represalias contra ella. Parecía un ser una autentica víbora, capaz de
usar su posición de poder para dañarla. Su aparición fue milagrosa. La
barrendera, al verla, desistió de ir detrás de su profesor. Por dentro
temblaba. No le había gustado la insinuación que le hizo Max, como si
supiera quién era ella.
¿Habría relacionado su
apellido con el poderoso clan Serenety de New York? Seguramente sí, por
su insinuación burlesca sobre su estatus. A pesar que le desagradaba
estar a su merced, aquello era lo más insignificante que podía saber
sobre ella. Temía más otro escenario, que su apellido paterno saliera a
la luz. No olvidaba que era amigo de su hermano.
Tenía la esperanza de
que no hubiera llegado tan lejos en sus averiguaciones. Le hubiera
gustado mantener al margen a su pareja, pero lamentablemente no lo había
podido evitar. Si fuera una persona equilibrada, la dejaría en paz, y
más tras saber que tenía pareja.
- Puede que ha llegado el momento de denunciarlo.- propuso Winn.
- Aún no. Le daré más
margen. Ya intuye que salgo con una chica. A ver si se le encienden las
neuronas que dice tener.- determinó la barrendera. En el fondo no lo
creía.
Se dejó vencer por el
miedo. ¿Y si Max le quitaba la máscara y Kara se enteraba de su
autentica identidad? Intuía que era mejor ir con cuidado y no
provocarlo. Aunque, sólo se enteraría que era una Luthor. No creía que
supiera el nombre de la madre de Brian, no lo revelaban a los padres
adoptivos. Ella misma, supo dónde residía su hijo a través de unos
detectives privados, que contrato nada más regresar a Nathional City. Su
pesadilla sería que su familia supieran dónde vivía y vinieran a
reclamarle algo. Para ellos, siempre sería la hija rebelde, como taca
negra y fea que debían ocultar, para mantener su intachable imagen
pública. Más férreos serían al tener al presidente como consuegro.
- ¿Por qué no haces caso
a tu amigo? A esos personajes, hay que cortarles las alas pronto. Al
ser ricos, y en una posición de poder, se creen con el derecho de
pisotearte.- le aconsejó la chica rubia.
- Me lo pensaré.- les prometió, sólo porque le dejarán en paz.- Buen fin de semana Winn.
- Igualmente chicas. ¡Gozad mucho por el campo! Ya me enseñaras fotos.- les deseo el chico. Se despidió y se fue.
Entraron en el coche,
dispuestas a dejar atrás la ciudad. El accidente con el profesor las
tenía tensas. Kara le inquietaba la negativa de su pareja a no
denunciarlo al rector de la universidad. Algo que le había insinuado Max
le había alterado. Era como si temiera algo, por eso trataba de
quitarle hierro.
Lena, se sintió horrible
por caer a la trampa de aquel engreído ser. Leía algo de reproche en el
silencio de la chica rubia. ¿Merecía que le regalara tantas mentiras?
Respiró hondo y puso freno a la excursión.
- Por favor, no
arranques el coche. Antes debo de contarte la verdad.- Tenía un nudo en
el cuello, que le asfixiaba. Kara agarraba muy fuerte el volante y
agacho la cabeza.- Hubiera tenido de decírtelo el otro día, cuando te
conté lo de la herencia, pero no me atreví. Sólo te lo oculte para no
confundirte. ¡Por favor, no me juzgues tras escucharme!
- Prometo no hacerlo.- dijo y volvió a mirarla a los ojos.-Por favor, cuéntame porque le has dado tanto poder a tu profesor.
- Porque debe saber que
soy la viuda de Flora Serenety, la amiga que me saco de las calles y me
salvó. Te narré toda la historia, excepto este detalle. Herede
prácticamente toda su fortuna e inmuebles. Decidí dar las propiedades a
sus sobrinos. Me quede con el dinero para sobrevivir y comprarme el
ático. Los Serenety son muy famosos en New York, y no es raro que Max
los conozca.- le recito como una bocanada de aire.
- ¡Dios, y debo de creerte, cuando me dices que yo soy tu primera chica!- no evito reprocharle.
- Nada de lo ocurrido
afecta a lo que tenemos. Para mí todo es inédito. Fue un matrimonio muy
fugaz, sólo de conveniencia. Lo ideo Flora para darme su herencia. No
quería aceptarla pero me convenció.- se defendió la barrendera.- Quizás
pensarás que existía otra vía, como haber realizado un testamento. No
hubo tiempo. Se le diagnosticó tardíamente un cáncer muy agresivo de
pulmones, que se le irradio a huesos. Fue horrible.- le narro con
detalle todo el calvario que vivió Flora. Lloro en recordarlo. Kara le
abrazo, maldiciéndose por haber vuelto a desconfiar.-Nos casamos en su
lecho de muerte. Pocas horas después murió entre mis brazos. Se fue
feliz porque me regalo una nueva vida y habiendo cumplido el sueño de
haber contraído matrimonio con una mujer. Siempre le agradeceré su
generosidad, a pesar que también conocí el infierno.
- Sus familiares no lo
aceptaron y te acusaron de ser una oportunista.- Se avanzo por ella.
Estaba más serena y la escuchaba sin ningún filtro emocional.
- Así fue. Me plantee
rechazar su legado, pero no lo hice. Entendí que fue su última voluntad.
Trate de ser justa, por eso les cedí las empresas y propiedades a su
familia. No pensaba residir en New York y así todos viviríamos en paz.-
Lo más maravilloso fue cambiarse de apellido legalmente. Flora, sólo le
puso una única condición, que luchara para recuperar la custodia de
Brian. Petición que vulnero. No le pareció justo.
- Lena, no temas. Mis
sentimientos por ti son muy intensos. Me he enamorado de tu profundo
interior, de tu humanidad, de tus silencios, del enorme corazón que
escondes mediante una dura armadura, de tu sencillez y de tus
principios.-le susurro y le acariciaba el rostro.- Soy muy torpe y temo
estropearlo, por culpa de mis inseguridades.
- No soy especial. Mi
trayectoria vital está llena de errores. Algunos los he pagado tan
caros, que cambiaron mi vida.-le replicó un filo hilo de voz. Fue tan
desgarradora que la chica rubia se estremeció y erizo la piel.
- Me duele que seas tan
dura contigo misma. ¡Deja ya de torturarte! Tómatelo como un aprendizaje
de oro, que ha contribuido a ser la gran mujer que eres hoy.- le
sermoneo, a la vez que le agarraba suavemente su rostro teñido por la
neblina de la fragilidad. Se le acerco y la beso con ternura.- Hacemos
otro pacto, vivamos el momento, el aquí y ahora. ¿Qué te parece?-le
propuso a quemarropa.
Los ojos de Lena estaban
cerrados, como si estuviera adormecida por la armónica voz. Una voz muy
profunda, le gritaba que vaciara su alma. Fue incapaz de reprimirla.
- Debo de decirte mi
auténtico apellido...-Kara le tapo la boca con su dedo índice y le
acaricio sus labios carnosos. No estaban tan cortados como el día que la
conoció.- Por favor, permíteme...
- ¡Lena, no me interesa!
Sólo respóndame a esta pregunta: ¿tu apellido te define, te hace ser la
mujer que eres en la actualidad?
La barrendera enmudeció.
Su familia adoptiva glorificaba su apellido y lo convirtieron en una
marca muy poderosa y respetarle. A pesar de no correr sangre Luthor en
sus venas, se lo dieron junto a todos sus privilegios. Pero quizás
fueron más exigentes e intransigentes con ella al final. Y su madre se
despidió de ella la lacerante frase: "¡Qué triste que hayas malgastado la oportunidad que te regalamos, la desafortuna y la debilidad son hereditarias!"
Si se hubiera acomodado
al artificial y lujo mundo de los Luthor probablemente sería una
estirada, no habría pasado jamás hambre... Aunque seguramente se habría
sentido la soledad y el vacío existencial. Aprendió a vivir con lo justo
y necesario, que sentir y expresar las emociones no era ningún crimen y
a ser libre para ser ella misma, sin ningún maquillaje ni mascaras.
- No. Realmente, lejos
de mi familia adoptiva he explosionado como ser humano, a pesar de todos
los baches que he encontrado por el camino.- concluyó Lena.
- No necesito tu linaje,
me basta que te muestres cómo eres. Un ser humano con mucha luz, a
pesar que te empeñas a ser sobria.- se detuvo, inhibiendo un sentido te
amo. La barrendera, con casi todas sus barreras mentales derribadas, la
beso con todos sus fuegos artificiales. Y tras el explosivo beso añadió:
-No te merezco. Eres mi navidad anticipada.
- ¡Oh cielo, me gustaría
ser mucho más por ti, tu estrella que siempre te guiara o tu hogar!-se
quedaron sin respiración, comiéndose con los ojos. Kara se había
ruborizado. Y con la voz entrecortada rompió el hechizo.:- Marchamos ya,
se nos hará demasiado tarde.
- Si, tienes razón. Gracias por tu comprensión.- le agarró la mano derecha.- Me parece bien, mejor vivir el momento.
- De nada. Creo que este fin de semana por el campo nos ira de perlas.
Pasaron a comprar un
supermercado la comida. Lena quiso pagarla toda ella y Kara al final
cedió. Se rieron como niñas mientras iban cargando el carro. A las dos
les gustaba cocinar y acordaron cocinar un día cada una, a ver cuál de
las dos tenía más capacidad de seducción culinaria.
- Ya verás que te
derretirás con mi plato afrodisiaco.- dijo la chica rubia, con una
mirada azul muy picara. Lena como respuesta, la beso con naturalidad. No
le importaba que hubiera otra gente a su alrededor.
Llegaron a la casa del
campo a las ocho y la noche era bastante oscura. Había una fina niebla
que ocultaba las estrellas y daba más sensación de frio. No se podían
apreciar las maravillas de la naturaleza hasta el día siguiente. El
silencio si era absoluto, sólo roto por el motor del automóvil. Lo
aparcaron y dejaron las luces encendidas, para poder descargar las
bolsas de compra y el equipaje.
Hacia frió, del aquel
que te iba impregnando lentamente para dentro. Empezaba acariciando tu
piel y luego iba adentrándose hacia tu interior hasta alcanzar tus
entrañas. Nada de viento. A Kara, le pareció escuchar como un perro
ladraba desde la lejanía. ¿O eran ecos del pasado? Habían tenido un
perro raza dálmata que se murió de viejo. Lloró mucho tras su ausencia.
No quiso tener más y a Brian no le gustaban.
Entraron en la granja y
colocaron las linternas y luces con pilas a varios puntos del salón y de
la cocina. A pesar de no vivir nadie allí, se respiraba aún mucha
calidez. Los muebles eran viejos, pero en buen estado y con pocos
objetos decorativos. En las paredes aún había cuadros colgados, mayoría
de pinturas y fotografías. Había cortinas en las ventanas, que Kara
abrió para ver si entraba algo más de luz. Una luna grande y tenue
parecía que las estuviera vigilando desde la lejanía.
Olía aún un poco a polvo, por eso abrieron un poco las cristaleras. Les llego una potente bocanada de aire perfumado con una mescla de aromas de tierra, de pinos y robles del bosque y humedad. Lena se emociono, por la paz que allí se transpiraba. Le invocó viejos recuerdos de su infancia, de los pocos que poseía. Los Luthor solían veranear en su mansión campestre de Smallville. Le encantaba ir, porqué su madre le permitía salir a jugar con otras chicas por el campo. La mayoría de ocasiones terminaba sucia de tierra y con rasguños por haberse caído o peleado con alguna niña envidiosa. Hubo una temporada que dejaron de ir, fue tras la caída de un esteroide en el pueblo. Una de sus víctimas fue Lex, que perdió todo su pelo. Se recupero de aquello, porque era muy fuerte.
Volvieron años más
tarde, en sus inicios de la adolescencia. Las amigas que tenía allí no
se acoraban de ella, o bien la rechazaron sin ninguna justificación
comprensible. Prefirió refugiarse en su habitación y hablar con sus
compañeras de clase a través de internet, o del teléfono u otras redes
sociales.
El siguiente año, opto
por no ir. Sus padres se lo permitieron, porque sus notas habían sido
pésimas. Y nunca más regresó a Smallville. Era alucinante como cambias
las prioridades según la edad que tienes.
Kara halló velas en un
armario de la cocina, las encendió y las distribuyó por toda la casa. Le
dio un toque cálido y muy romántico. Fueron a buscar leña en el
cobertizo para hacer fuego. Se rieron mucho tratando de qué la hoguera
ardiera. Pusieron papel y casi se ahogaron con el humo que se creó en la
combustión. Se reían de sus torpezas y ocurrencias. Una vez que el
fuego prendió y la leña se iba consumiendo, se quedaron embobadas
mirándolo sentadas al suelo y abrazadas.
- Me da pereza
levantarme, pero más nos hará si nos quedamos aquí fascinadas por las
llamas y sus colores. Pero será mejor que vayamos a preparar las camas y
luego a cenar.- sugirió la periodista.
- Dirás la cama.- la
corrigió rápidamente la barrendera. Lo había estado meditando desde
hacía días. Había decidido dejar entrar a Kara en su vida, abrirse al
mundo de las sensaciones y acostumbrarse a ser amada por una mujer.
Quizás le costaría un poco, porque había estado durante mucho tiempo
soltera. Y jamás supo que era convivir con pareja, despertarse
abrazadita con la otra persona. Con Nicolás vivió poco tiempo y la trato
como si fuera su esclava domestica. Solía salir mucho y acostarse ebrio
la mayoría de noches. Nunca solía despertarse abrazada a él. Parecían
más dos extraños obligados a compartir el camarote porque no les tocaba
de otra.
- ¿Ah, sí?- atino a
decir Kara, que no se creía que sus anhelos se cumplieran. Le rodeo el
cuello, se le acercó y se lo volvió a preguntar. Lena le respondió
besándola y aferrándose en su cálido y dulce cuerpo. Minutos más tarde,
se separaron transpuestas y algo mareadas por la intensidad de sus
emociones.
- Es lo que hacen las parejas.- ironizo Lena, a la vez que se levantaba y la ayudó a incorporase.
- Será un placer
amanecer pegada a tu precioso cuerpo, tan inmaculado y cándido.- le dijo
usando un tono de voz algo lascivo.- ¿Qué me haces Lena, jamás he sido
tan atrevida con mis parejas? ¿Eres mi antídoto contra la timidez?
- No lo sé. ¿Y qué
tienes tú, que has entrado con tanta intensidad en mi existencia,
haciéndome sentir viva y monopolizado todos mis pensamientos? Has girado
literalmente mis esquemas. Puede que sea el éxtasis de la naturaleza,
que te atrapa e hipnotiza. Es el amor, una fuerza tan fuerte, y pura,
que es imparable.- filósofo la morena, que se había dejado arrastrar por
aquella magia.- Flora decía, que el amor esta en cada rincón del mundo,
que sólo uno debía de estar perceptivo.
- Cierto. Ante la
llegada del amor, uno sólo puede rendirse a él y disfrutar de su
música.- se agarraron de las manos y cruzaron los dedos. Se besaron
lentamente, perdiéndose en un paraíso hecho a medida para ellas.
Lena, minutos después,
le propuso ir ella a preparar la cama. Al medio día había pasado por una
floristería y comprado un ramo de margaritas y pétalos rosa roja muy
aromática. Fue un impulso que no reprimió. Ya era hora que diera permiso
por vivir y sentirse de nuevo mujer. Cada vez le quedaba menos dudas y
ser lesbiana no le atormentaba. ¿Por qué se debían de poner etiquetas?
Sentir, como el amor, jamás sería dañino. Sólo si se acallaba un
sentimiento era doloroso. Llegando a ser incluso traumático.
Preparo la cama
rápidamente. Repartió las margaritas por las dos mesitas de noche.
Esparció los pétalos por el cojín y dentro. Satisfecha y muy ilusionada
bajo por las escaleras. A pesar de estar más segura, por dentro temblaba
de nervios. Trató de palpar el aquí y ahora, no precipitar nada. Se
dirigió a la cocina, tratando de no hacer ruido, sólo para contemplar a
su novia sin que se percatara. Allí estaba, tan mona y jovial como una
alondra campestre, terminando de preparar la ensalada y las tapitas con
queso.
Kara se giró, para abrir
una botella de vino rosado, cuando la atrapo mirando con un claro
deseo. Le coloreó y se derritió. Entro y le la abrazó por detrás. Le
beso el cuello y apoyó la cabeza en su fuerte hombro.
- Para mí no hace falta que abras el vino. No bebo.- le pidió.
- ¿No te gusta?
- No. Tuve un problema
de dependencia al alcohol.- reconoció Lena.- Intento ser una chica sana y
no perder de nuevo las riendas de mis actos.
- Pues guardo la
botella, no quiero ejercer de demonio.- dijo, a la vez que se giró y la
beso. Admiro su valor no ocultarle sus miserias.- No me gusta mucho
tampoco. ¡Vamos a cenar ya, tengo un hambre canina!
Había movido la mesilla
del te hasta enfrente de la lar de fuego y colocado varios cojines para
sentarse. Con un solo viaje llevaron la comida y se acomodaron. La
ensalada le quedo exquisita. Las tapitas también triunfaron. Los quesos
muy deliciosos. Hablaron sin parar de sus vivencias, de la actualidad
política y de lo revuelto que andaba el mundo. Se levantaba sólo para
añadir leña a la hoguera o para ir a buscar algo en la cocina.
A la una de la
madrugada, recogieron la mesita y dejaron los platos sucios en la
fregadera. Ambas tenían los nervios en la boca del estomago. Dijeron a
la vez de irse a la cama ya. Al subir por las escaleras chocaron y se
rieron por su torpeza. Kara le cogió la mano, sintiéndose con la
obligación de reconducir la situación, al ser la más experimentada de
las dos. La mano le temblaba y empezó a sudar a medida que se acercaban a
su alcoba.
- Cariño, relájate.- le susurró Lena nada más llegar al pie de su habitación.- Hoy sólo dormimos. ¿Té parece bien?
- Genial, necesito
también descansar. Me basta poder dormir abrazadita a ti.- le agarró por
el jersey y la beso con dulzura. Entraron a la vez en la habitación y
una fragancia intensa de rosas y margaritas les inundo todos sus
sentidos. Kara se emociono y la abrazó con intensidad. Sus ojos
brillaban de pura emoción, por su forma sutil por mostrarle amor.-
Gracias por tu detalle. Las margaritas son mi flor preferida.
- ¡Guay encerte!- exclamo Lena, mostrándose jovial.- ¿Sabías que significan amor leal?
- No. ¿De verdad? Quizás por eso me gustan.
- Sí. Por eso las he escogido.- fue toda una declaración de intensiones, que la chica rubia no pudo aludir.
Se quedaron mirándose
durante un tiempo indefinido. Las palabras sobraban. Los nervios
anestesiados. Dos corazones acelerados. Una corriente eléctrica
corriendo por sus respectivos cuerpos. Lena superada por tanto alto
voltaje de emociones, se paralizó. La chica rubia lo percibió, le dio
besos cortos por los pómulos.
- ¿Dormimos sólo, vale?- le susurró a quema ropa.
- ¡No! Quiero que me
hagas el amor.- determinó la chica morena, sus ojos verdes destellantes
de deseo. Se besaron y empezaron a temblar mutuamente. Kara no se
atrevió a replicarle más. Se dejo arrastrar por su lacerante deseo. Dejó
de mecerla entre sus brazos y le agarro la mano derecha, para
conducirla al lado de la cama. Deshizo la cama con un simple movimiento,
sin perder el contacto visual. Lena seguía como cohibida.
Se le acercó y beso con
ternura. Sus manos se movieron como unas autómatas. Empezaron por
quitarle el jersey de lana y luego el de manga corta. El cielo estaba
más despejado. La luna llena reinaba con toda su majestuosidad e ilumino
la piel blanca de la chica morena. Kara se detuvo, solo para admirar su
torso y sus pechos aún protegidos por unos sostenes azules.
Se le acercó, la rodeo
otra vez con los brazos y la beso. Sus manos empezaron a acariciarle la
espalda, hasta llegar al broche de los sostenes. Con arte se los quito,
de forma lenta y rosando suavemente su piel tersa. Se los sacó y tiro
por el suelo. Sus manos siguieron moviéndose intrépidas, hasta rosar sus
pechos.
Lena estaba ya tan
excitada, que tenia los dos mugrones encendidos. Con los dedos se los
toco, siguiendo con su exquisita delicadeza. Se agacho y le empezó a dar
besos por el cuello. Mientras sus manos, siguieron descendiendo por su
abdomen y hasta desabrochar los pantalones. Se los bajo, con el mismo
ritmo que las otras prendas. Se separo, para admirar su preciosa
desnudez. Parecía una desea griega que la había viajado del más allá
para extenuarla de placer.
La barrendera hizo lo
mismo con la ropa de la chica rubia. Tomándose su tiempo para descubrir
su fornido cuerpo. Era maravilloso, tan suave como el algodón, bien
proporcionado y muy cálido. Se tomo su tiempo estudiándolo. Reflejaba
tanta ternura y amor. La abrazo. Sus pechos se rosaran y gimieron a la
vez.
Kara, volvió a tomar el
timón de la situación. En un impulso la cogió entre sus fuertes brazos y
con tacto la depositó encima de la cama. La luz de la luna le iluminó
el rostro. Sus ojos verdes le brillaron, parecía una loba en celo. Le
agarró por el cuello, obligándola a besarla. Sus cuerpos se acoplaron a
la perfección. Con una mano agarro la sabana y se cubrieron.
De forma lenta, le fue
cubriendo el cuerpo con una estela de besos y descubriendo sus partes
más erógenas. La morena se entregó completamente, permitiendo que la
poseyera sin restricciones. Le dio sus entrañas y se desataron todas las
bridas que la tenían aprisionada en su caparazón. Las manos, lengua y
besos de su pareja, tan hábiles, la enviaron a las estrellas y le
ocasionaron un terremoto interior. Era un volcán adormecido, que
resurgía de sus cenizas y explosionaba por fin. A sus veinte-y-seis años
llego al clímax, con sólo las caricias preliminares y los leves roces
en su monte de Venus. Fue como si se abriera al espacio exterior y
volase más allá de su ser. No reprimió sus gemidos ni la cascada de
espasmos que dominaban todo su cuerpo.
Kara contempló su rostro
sudado y poético. Vio tan de sentimiento e intensidad en él, que quiso
ofrecerle lo mejor de ella. Incremento el ritmo de su dedo índice. Su
centro de placer cada vez estaba más húmedo. Dejo de besar sus pechos y
quiso probar los jugos de su sexo. Con la lengua masajeo su clítoris y
lamió sus labios vaginales. Lena empezó a moverse, a gemir más... Una
cascada de orgasmos la invadieron y se agarró con fuerza en la sabana
interior. Y cuando pensó que no lo podría resistir más, los dedos
hábiles de la periodista la penetraron con decisión. Experimento un
intenso placer. Empezó a chillar estrepitosamente. Kara sólo la meció
entre sus fuertes brazos, y le susurro palabras de amor.
- ¡Guau! ¡Guau!- sólo
dijo Lena. Su amante feliz por ello, trepo por su precioso cuerpo, hasta
que sus rostros estuvieron a la misma altura.- ¡Perdona que haya sido
tan ruidosa!- estaba un poco avergonzada.
- No importa. Más lo soy yo.
- Mm, tengo ganas de
comprobarlo.- le sugirió Lena, a la vez que se volteo e intercambiaron
las posiciones. Las sabanas estaban deshechas e ya no cubrían sus
cuerpos desnudos. No tenía frio, el cuerpo de su pareja le transmitía
calor. Nunca había percibido nada igual. Puede que fuera producto de su
excitación.
Le exploro cada
milímetro de su sedosa piel, sin ninguna peca ni grano. Se entretuvo en
sus gráciles pechos, blancos y los mugrones tan rosados y erectos. La
deseaba con vehemencia. Fue su segunda revelación de la noche. Le
gustaba su perfecto cuerpo, sus tetas, su proporcionado culo, su rostro
de ángel y tan dulce... Le gustaba la persona que era cuando estaban
juntas y se olvidaban del resto del mundo. Pero había una palabra que
era incapaz de pronunciar aún.
Lena fue imparable y sus
manos intrépidas fueron bajando hasta su vulva, ya muy húmeda, y mimo
su clítoris, hasta que se le endureció. Su chica, empezó a temblar como
una hoja. Con la otra mano, siguió acariciándole los pechos. Kara no
evito moverse por debajo del cuerpo de la morena. Gimió de una forma tan
intensa, tan desgarradora, que se escucho cómo un vidrio se fracturaba.
- ¡Dios!- exclamo
horrorizada por su ímpetu. Lena se rió y aflojo el ritmo de su dedo
índice.- ¡No pares por favor! Quiero fundirme entre tus brazos.- la
obedeció y se atrevió a meter uno de sus dedos en la vagina. Sintió como
se tensaba y sus crecientes espasmos. Le miró al rostro, había cerrado
los ojos y reflejaba lo mucho que estaba gozando con sus caricias. Se
esmeró para devolverle todo el placer que le había ofrecido.
La chica rubia no tardo
en tener un intenso orgasmo. Tubo de hacer un esfuerzo enorme para
contenerse y no ocasionar más destrozas en la casa. Lena exhausta apoyo
la cabeza entre sus pechos. Su respiración fue enlenteciéndose. El aroma
de rosas y margaritas se había mesclado con el del sexo, dando como
resultado un olor muy dulce y placentero.
- Gracias Lena, ha sido
increíble. Te amo.- beso su cabeza. Cómo feedback sólo obtuvo un beso
tierno, que le hizo borrar cualquier perplejidad. No le hicieron falta
que lo verbalizara, en el fondo sabía que la amaba.
El sueño las venció. La
primera en dormirse fue Lena, hacía una eternidad que no sentía tan
relajada. Kara cubrió sus cuerpos. La volvió a abrazar y velo su sueño
hasta se quedo dormida como un ángel. La desveló la salida del sol. Le
encantaban los amaneceres del campo, despertó suavemente a su pareja
para compartir aquel éxtasis matinal de luces, colores y contrastes.
- Quiero dormir más.- protestó la barrendera y bostezo. Como reproche obtuvo un ardiente beso, que la desvelo del todo.
- ¡Vamos, levántate y
disfruta del éxtasis de la naturaleza!- exclamó, dejándola con la miel
en la boca. Bajó de la cama y salió desnuda al balcón de la habitación.
Una bocanada de aire frió entro y erizo la piel de la morena. Se
levantó, recogió la ropa tirada por el suelo y se vistió. Salió al
exterior, para cubrir la desnudez de su novia, antes de qué se le
cogiera una pulmonía.
Observó el horizonte y
se anestesio con la belleza que había ante ella. El cielo estaba teñido
de un color lila purpura. Había destellos amarillos, que parecían
llamaradas que les traspasaban el alma. Los campos estaban muy verdes,
radiantes de vida. Las aves estaban muy cantarinas, deseándoles un buen
día con su jovialidad. El agua del riachuelo circulaba con alegría.
- Siempre es un éxtasis.
La naturaleza es tan bella, que jamás te cansas de mirarla.- le recito
Kara. La abrazó por detrás tras vestirse. Se rindieron a aquella belleza
transitoria.
- Cariño, tú misma eres
un éxtasis para mis sentidos y tan bella como este amanecer tan
poético.- le salió del corazón. Jamás lamentaría haberla conocido y ser
amada por ella. Nadie la había hecho sentir tan especial y amada. Lo
supo en aquel instante, a medida que el cielo iba cambiando de color, la
amaba profundamente. Y lo sintió con tanta intensidad, que le brotó
desde el más hondo de su ser y se lo susurró sin más:- Te amo.
Kara se paralizó, por lo
improvistas fueron sus palabras. Tras vencer el impacto inicial, llena
de emoción, se giró y la miró a los ojos. Se lo leyó en la mirada,
impresa en cada poro de su piel. Se lo decía con su corazón en la mano.
Se le acercó lentamente y la beso con ternura. Viajaron otra vez en
aquel viernes, de hacía una semana, en el cual se besaron por primera
vez. Las mariposas seguían naciendo y danzando en su interior. Era tan
sublime, tan intenso, tan irreal como revelador... ¿Cómo se podía llegar
a amar tanto a alguien de la noche a la mañana?
No quiso buscar las
respuestas a esas preguntas. El amor era un misterio en sí mismo. Puede
que sólo fuera una reacción química, o producto de la secreción de
algunas hormonas que ante los estímulos necesarios influyesen al
cerebro. Una vez sucedía, sólo puedes rendirte ante su belleza y
gozarla.
Más tarde, tras
desayunar, dieron un paseo por los alrededores de la granja. Lena le
encanto el riachuelo. Al ser un sitio poco frecuentado, la vegetación
había crecido libre y salvaje. Había incluso flores silvestres. La
primavera pronto llegaría y sería frondosa. El agua era transparente y
vieron a varios peces nadando felices, no temiendo por su integridad
física.
Siguieron paseando con
las manos entrelazadas y haciéndose carantoñas. Llegaron al bosque. No
tardo en divisar la cabañita de Álex, algo oculta por nuevas ramas del
árbol que le daba cobijo. Kara se percató que la escalera para subir
había desaparecido. No dudo en trepar por el robusto árbol y comprobar
el estado de las maderas.
Lena se quedo en el
suelo, feliz por verla tan jovial y temiendo por su integridad física.
De repente sintió un chillido, lo primero que pensó era que se había
caído. No vio a su pareja y empezó a preocuparse. La llamó. No le
respondió a ninguno de sus ruegos. Empezó a desesperarse. Se movió,
rodeo la zona..., y nada. Hasta que alguien le dio unos golpecitos por
la espalda. Se giró rápidamente y se topo con una sonriente y traviesa
Kara. Casi le dio un soponcio.
- ¡Eres muy mala! Eso no se hace.- le regaño cariñosa y le dio varias collejas.
- Me gusta picarte, eres
un poco miedosa.- le saco la lengua y le reto a subirse a la cabañita.
La morena se coloreo. No se veía capaz, a parte le daban un poco de
vértigo las alturas.- ¡Vamos, te ayudaré no temas!
Al final la sedujo y la
ayudó a subirse. Era una pequeña caseta construida por trozos de madera.
Los había cortado Jeremías y Álex los había ido colocando. Lo convirtió
en su refugió y, más tarde, fue su nido de amor con su primera pareja.
Su hermana pequeña muchas veces le hacía de tapadera. Le quedó por
cumplir una fantasía, hacer amor en la cabañita. Un día se lo propuso a
April, la única vez que la llevo en la granja, y le pareció una
propuesta muy escandalosa. ¿Y si alguien nos ve?, fue su única
respuesta.
Había un doble fondo en
la cabañita, donde guardaban pequeños tesoros. Como piedras con fósiles,
flores silvestres que disecaban con papel de diario, y, más tarde,
escondieron alguna sabana y cojines. A veces iban por la noche y
admiraban el firmamento, a la vez que filosofaban sobre la vida. Se
estiraban y se quedaban dormidas.
Levanto la madera y vio
que aún había un cojín oculto y una manta. Estaban sucios de polvo, pero
los sacó igual. También había la cajita de metal con sus pequeños
tesoros. La cogió y abrió. Apareció una foto algo arrugada y
descolorida. Eran ella y su hermana de pequeñas. Estaban tan unidas.
Extrañaba aquellos años. Aunque sabía que Álex siempre estaría su lado.
- ¿Qué te pasa cielo, por qué te has puesto tan triste?- se preocupo Lena, al percibir su rostro teñido por la nostalgia.
- Los recuerdos.- le
narro más bien la preciosa relación que tenía con su hermana.- La
extraño tanto. Fuimos muy felices viviendo aquí.
- Te entiendo. Envidió
tu relación con tus hermanos. No he tenido tu misma suerte. Es ley de
vida que cada uno vuele y siga su sendero.- le arreglo el pelo, que
estaba revuelto. Se perdió en el profundo azul de su mirada. Y su deseo
se le encendió de nuevo. Se la acerco y la beso.
- ¿Sabes una de mis fantasías es hacer el amor aquí en la cabañita?- le confesó, antes de volver a besarla.
- ¿Y por qué no lo
hacemos realidad?- determinó la barrendera, a la misma vez que empezó a
desabrocharle los pantalones azules.- El éxtasis de la naturaleza nos
reclama.
- ¡Y tanto, no la
detengas!- dijo a la vez que le arrancaba la parte superior de la ropa.
Se abandonaron en sentirse y fundirse entre sus brazos.
Fue un fin de semana
inolvidable para las dos. Lena, descubrió la pasión. Y empezó a estar
adicta al sexo y a Kara. Era algo que no podía describir con palabras.
Seguramente era la belleza de la naturaleza, que había trastocado sus
sentidos y enloquecido. ¡Qué más daba! Hacía tiempo que no era tan feliz
y eso le aterraba a la vez. La única vez que se había dejado arrastrar
por los sentimientos, había sufrido mucho.
Mientras Kara, era feliz y creía haber encontrado el amor de su vida. Se sentía más fuerte que nunca, llena de esperanza y capaz de afrontar, con garantías, todas las pruebas que el destino le retará.
Mientras Kara, era feliz y creía haber encontrado el amor de su vida. Se sentía más fuerte que nunca, llena de esperanza y capaz de afrontar, con garantías, todas las pruebas que el destino le retará.
*** Nota ***
Hola, aunque no estoy
muy convencida de algunas partes del relato, decido publicarlo. Confieso
que no se me dan bien las escenas eróticas y de sexo. A parte, siempre
odio repetirme. Me cuestan.
Mi capitulo pretendía
ser una oda a la naturaleza, que puede ser un orgasmo por los sentidos.
Para variar siempre me quedo a medio camino de lo que me hubiera gustado
transmitir. Me imagino la historia de una forma y cuando intento
plasmarlo en papel, y surje otro panorama.
Debería de instalar una
cámara de video en mi cerebro y grabar la historia. Seguro que es mucho
más ajustada a mis planteamientos. Por eso admiro a cualquier escritor
que es capaz de traslladarte a los parajes y momentos que él o ella
crea.
El próximo capítulo se
llamará El cumpleaños y le seguirá Plenitud, poesia del amor. Al
principio, estaba planeado que Lena y Kara hicieran el amor en el de
Plenitud. Pero como a veces dejo que los personajes fluyan en mi
interior, he sentido que debía de ser en este.
Espero que os haya gustado, a pesar de todo, esta entrega.
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