El mundo no es siempre de los jóvenes...
La nieve se fue
fundiendo lentamente y al viernes sólo quedaron restos ennegrecidos en
las esquinas más sombrías. La gente había retomado sus rutinas, felices
por poder desplazarse más cómodamente por la ciudad y sólo los niños
lamentaron volver a la escuela tan sólo por un día. Las consecuencias de
la nevada seguía siendo novedad y se había empezado la caza de brujas.
Siempre solía ocurrir lo mismo tras las tragedias. Pero el problema de
base era difícil de solucionar. Habría de haber más recursos destinados a
la gente pobre, a los sin techo... El ayuntamiento solía acordarse de
ellos en las épocas de elecciones. Era lamentable.
Kara se levantó como
siempre antes de las ocho. Le encantaba ejercer de hermana mayor.
Prepararle el desayuno o el bocata para el desayuno de media mañana. Al
principio le costaba comer, pero poco a poco le acostumbraron a comer de
todo. A pesar de haber pasado penurias antes de adoptarlo, siempre fue
un niño sano. Se notaba que su madre biológica lo quería mucho.
Estaba radiante de
felicidad y canto su canción preferida. Al día anterior había hallado en
internet una oferta de trabajo en el segundo diario más famoso de
National City. Quizás preferiría entrar en el diario de Cat Gran, porque
admiraba a su directora. Pero sabía que era muy difícil trabajar allí,
porque era muy selectiva y exigente.
- ¡Ojala tengas suerte hija! - le deseo su madre mientras desayunaban.
- Así podre presumir de tener una hermana famosa.- dijo Brian muy jovial. Hizo colorear un poco a su hermana.
- ¡Eh, no corras tanto! Quizás algún día lo sea, pero siempre es mucho más importante...
- Trabajar de lo que te
guste y hacer bien tu labor.- terminó la frase por ella, recordando una
lección que le dio cuando les presento a April como pareja. Por aquel
entonces, la familia Cesar ya empezaba a sonar como familia ejemplar y
candidata ideal por ocupar Casa Blanca. Des de siempre llevaron su
relación con absoluta discreción, sólo los más allegados lo sabían.
Tuvo de hablar con su
hermano para que no lo fuese contando por ahí. Le costó un poco, porque
iba en contra de lo que había tratado de inculcar. Jamás su hermana y
ella le ocultaron su orientación sexual. Brian lo comprendió y no era
ningún problema para él. Educar a los niños ya desde pequeños respeto la
existencia de opciones sexuales varias era básico.
- Eso es campeón.- se
chocan las manos, como ya es tradición entre ellos. En aquel instante,
sonó el alegre timbre de la puerta.
- Ya voy yo.- se ofreció
su madre. Se escucharon voces y cómo le pagaba algo a quién estaba
detrás de la puerta. No tardo en volver a la cocina cargada con un
paquete. Lo deposito encima de la mesa.- Es para ti Kara. Brian trato de
coger el paquete, lleno de curiosidad. Pero su madre lo detuvo.-
Recuerda que no se abren las cosas de otros. El pobre niño se sonroja y
se hace el ofendido. Su hermana le da cosquillas y le hacer reírse.
- No pasa nada. ¿Qué te
parece si lo abrimos juntos?- él asiente. Le acerca el paquete, para que
no tuviera de levantarse.- ¿De quién debe de ser?- mira la caja y no
hay nada anotado.
Quitaron la cinta que
cerraba la caja y la abrieron. Exploraron su interior, sólo había una
bandeja repleta de donuts de varios sabores y tamaños. Y en un lateral
había otro paquete, envuelto en papel de colores de regalo. Lo sacaron
todo y vieron una pequeña nota:
"Gracias por los cafés de cada mañana, mi pequeña contribución. :) Lena."
- Hermanita aterriza al
planeta tierra.- le susurro Brian, pasándole a la misma vez la mano
derecha por su campo visual.- ¡Estás enamorada!- empezó a cantarle.
- ¡No que va! Sí la
termino de conocer.- reacciono al final Kara. Lo cierto que se terminaba
de comportar como si fuera una adolescente. Le había encantado aquel
detalle de la barrendera. No significaba nada, sólo era una muestra de
agradecimiento. Cogió el otro regalo y lo abrió. Ante ella apareció una
caja con varios productos para la piel. No evito reírse.
- ¡Mama ves, tiene esa sonrisa tonta de cuando alguien está enamorado !- Brian era un lince.
- ¿Será que te gusta a ti pillín?- le sugirió Elisa, haciéndoles un guiño.- Vi como hacías buenas migas hace unos días.
- Sí es muy bonita. Pero
es demasiado grande para mí.- les hizo reírse, por la pose de hombretón
que le gustaba presumir a veces. Kara le acaricio su cabeza. Su hermano
era sabio.
- Si admito que me gusta, pero dudo que haya nada entre nosotras.- admite al final la chica rubia.
- Hermanita, nunca se
sabe. Y más te digo, tendrás toda mi aprobación. Abril no me gustaba.-
cogió un donut de fresa y se lo comió en un abrir y cerrar de ojos. Era
alucinante la clarividencia de los menores. A parte, no tenían ningún
pelo en la lengua.
- Me gusta Lena para ti,
sería la cuñada ideal. De todos modos, no te ilusiones. Ya sabes que no
siempre nuestros deseos se hacen realidad.- le remarco al final.
- ¡Vamos a comer, que se
está siendo tarde!- intervino de nuevo Elisa, mordiéndose la sonrisa
para no perder más tiempo. Le fascinaban las ocurrencias de su niño
pequeño.
Se jalaron todos los
donuts. Eran ya las ocho y el bus hizo sonar la bocina. Brian cogió su
bolsa de la escuela y salió corriendo hacia la calle. Dejó a las dos
mujeres riéndose, estaban muy orgullosas de él. Sólo esperaban que fuera
tan feliz como tana felicidad que les regalaba.
- ¡Es un ángel!- exclamo Kara.
- Sí lo es. Hemos tenido suerte.
- Nosotros somos los
afortunados por teneros como padres.- se acerco a su madre y la abrazo.-
Estoy muy nerviosa, por la entrevista.
- Ya verás que irá bien. Vales mucho.- le animo.- Si te cogen te echaré en falta, esos días han sido un lujo tenerte por casa.
- ¡Mama, tampoco me iré a
la china! Por ahora seguiré viviendo con vosotros, me encanta estar con
mi hermanito y verlo crecer. A fin de cuentas, fue culpa mía que lo
adoptarais.- le recordó. Les tuvo de insistir mucho para que lo
hicieran. Alegaban que empezaban a ser mayores, que tenían pocas
energías para educar a otro hijo y deseaban pronto jubilarse. Pero
cuando lo conocieron cayeron rendidos a su ternura y dulzura. Le dieron
una gran oportunidad.- ¡Quizás deberé de agradecerle a April que haya
regresado a casa!
- Siempre hallas el lado
bueno de las cosas hija. Te admiro por ello. Mantén ese optimismo en la
entrevista de trabajo.- se separo unos palmos de ella y le arreglo el
pelo, algo revuelto.- Anda, será mejor que te vayas a terminar de
arreglar. Guste o no, la imagen es importante.
- Gracias mama.- aún
debía de tomar el café. Se lo puso en su tasa preferida y decidió salir a
la calle, para ver si veía a Lena barrer la calle.- Si no te importa me
salgo un momento, necesito que me toque el aire.
- Hija, no hace falta que disimules. La quieres ver.
- Pues sí. Debo de
agradecerle su sabroso desayuno.- le admite al final, no evitando
sentirse muy tímida cuando hablaba de sentimientos.
- Cariño, por favor no
te ilusiones.- le insistió de nuevo. Se quedaron mirando y Kara
asintió.- Perdona que sea tenaz con eso, no desearía que nadie más te
rompiera tu corazón. ¿Has tratado de indagar sobre sus preferencias
sexuales?
- ¡Mama, no me gusta ser tan directa y indiscreta!- no evito protestar.- Tampoco hay tanta confianza.
- Será mejor que halles
el modo de averiguarlo, antes de que tu cabecita soñadora y enamoradiza
dibuje pájaros de barro.- no evitaba ser protectora con sus hijos, a
pesar de qué sabia vivirían varios baches al largo de su camino.
Kara le prometió que
trataría de mantener la cabeza fría y se convertiría en una detective
profesional. Con las prisas no se puso ningún jersey. Por suerte no era
friolera. Se acerco a la puerta del jardín y miro hacia el inicio de la
calle. Se fue tomando el café allí mismo.
Permaneció unos veinte
minutos esperando a la barrendera. Se resigno, tampoco quería llegar
tarde a la entrevista de trabajo. Entró dejo la tasa en el lavavajillas y
subió a la habitación para ponerse su mejor traje.
Recordó su sueño de
triunfar como periodista, cubrir las noticias más importantes y ganar un
premio en un articulo de investigación. Había renunciado a la gloria de
trabajar a la capital de Estados de Unidos. A veces, se lamentaba por
ello.
¿Por qué había dejado
que su relación fallida con April le afectase tanto? No era ningún
robot, tenia sentimientos. Y al final de los días, lo que te acompañaría
sería el afecto de los seres queridos. Sin sentir no sería nadie. El
corazón era el más valioso que disponía, por más que conquistará la
gloria. Otro bagaje que debía de agradecer a sus padres y a su rotura
con su ex.
Se recogió el pelo en un
perfecto moño, se maquillo y aplico el mejor perfume que disponía.
Aquel día se comería el mundo. Era cómodo y un lujo no trabajar, estar
por casa y poder leer. Pero necesitaba trabajar y ser productiva. Sus
padres la mantendrían si hiciera falta, pero sabía el esfuerzo que
hicieron para criarlos y ofrecerles los mejores estudios. Se despidió de
su madre y le volvió a desear suerte.
Salió a la calle y ando
hasta la plaza central, dónde había la parada del bus que dejaría cerca
del diario City. Estaba llegando a la garita de la parada del transporte
público, cuando vio a Lena quitando una bolsa de basura y sustituirla
por otra. Volvía a trabajar sola. Se quedo paralizada mirándola. Cogió
la escoba y empezó a barrer. Su rostro estaba muy serio y reflejaba
cansancio. No lo resistió más y se le acercó.
- Buenos días Lena,
muchas gracias por el delicioso desayuno.- y no evito invadir su espacio
íntimo y darle un beso en su pómulo derecho. Lena permaneció inmóvil,
como si le hubiese chocado su gesto.
- De nada. Espero que me
hayas dejado sólo uno para probarlos.- bromeó. Agarraba la escoba con
fuerza, se la percibía algo nerviosa, como si aquella situación le
incomodase.- Por cierto, buenos días.
- La verdad que no. Lo
siento, soy muy laminera.- puso cara de oso mimoso, como hacia cuando su
hermana se enfadaba con ella por robarle la comida.
- No te preocupes, eran para vosotros.- le quito hielo.- Era broma.
Kara se sonrojó y dejo
de mirarla. Al cambiar de perspectiva vio que su bus estaba llegando a
la parada. No podía perderlo, sino llegaría tarde a la entrevista.
- ¡Oh, lo siento me tengo de ir!- dijo torpemente, a la vez que señalaba el autobús.
- Hasta otra ocasión.- y
se quedo parada, siguiendo empuñando su herramienta de trabajo, mirando
cómo se iba con prisas. La vio sentándose en los primeros asientos y le
volvió a decir adiós con la mano. Lena volvió a sonreír, la chica rubia
tenia la habilidad de alegrarle el día. Siguió su odisea diaria.
En la calle Hope le
pareció más silenciosa del habitual. Al pasar por el lado de casa
Danvers, la puerta se abrió y salió Elisa. Consigo llevaba algo envuelto
con el papel de cocina. Se detuvo al intuir que aquel misterioso bulto
sería por ella.
- Buenos días Lena.
Gracias por los donuts. Tenga, le he guardado uno para usted. Se lo he
robado a mi hija, no tiene control con la comida.- su modo de decirlo la
hizo reír de nuevo.
- No sé cómo pagar tanta
gratitud y amabilidad.- le hablo el corazón. No le terminaba de encajar
que aquella familia fuera tan generosa hacia ella, una auténtica
desconocida.
- Dando lo que está
recibiendo.- la entendió de inmediato. El afecto ni la amistad se podían
comprar con dinero. Se sintió algo sucia, como si los donuts hubiesen
sido un grave error. Lo desecho de su mente, sus intenciones no eran
conseguir nada. Sino alegrar a Kara y cumplir la promesa hecha a su
hijo. Se calló, porque estaba ante una madre en mayúsculas y se había
ganado todo su respeto.
- Tengo buenas
intenciones con su hija, la aprecio mucho.- se justifico, para paliar su
preocupación. La mujer suavizo su expresión facial.- Si me disculpa,
tengo de seguir trabajando.
- Perdona no pretendía incomodarte.- le comento antes de irse. Se miraron otra vez y se entendieron.
Lena volvió a barrer, de
una forma más brava. Le había poseído una rabia irracional. Era el
lacerante sentimiento de culpabilidad. De lejos, la seguía observado
pacientemente la madre Danvers. No podía evitar experimentar
sentimientos contradictorios respeto a aquella barrendera. A pesar, que
cada vez que hablaba con ella le parecía muy sensata y madura.
En las oficinas del diario City...
Kara se estaba
impacientando en la impersonal salita de espera. Ya se había hojeado
todas las revistas y todos los ejemplares del diario de aquella semana.
No le terminaba de motivar trabajar para ellos, pero todo era empezar.
Aunque el periodismo debía de ser imparcial, habían profesionales que se
pasaban por el forro ese principio. Fuese por convicciones o debido al
financiamiento. En todo caso, dominar la comunicación solía ser una
potente arma.
Hacía un par de horas
que había llegado. Como ya había intuido, no era la única candidata.
Junto a ella había al menos unas ocho personas. Le tomaron notas y le
volvieron a pedir su hoja de vida laboral. Hacia un poco de pena, sólo
figuraban su título universitario y donde realizo las prácticas. Sus
notas eran buenas, a pesar de que las de su último año habían decaído.
Poco a poco, les hacían
entrar en despachos para realizar primero varias pruebas psicológicas,
luego para repasar los datos académicos y profesionales, y por último el
jefe de personal te entrevistaba. A Kara sólo le faltaba ese trámite.
El número de candidatos había descendido. Si no superabas el
psicotécnico te mandaban a tu casa, sin justificación alguna. Testimonio
como un par de chicas se marcharon llorando.
Por ganas se hubiera largado. Le parecía un mundo muy insensible. No pensaba competir nunca con nadie.
No sabía que esperar. Se
sentía preparada para trabajar y entregarse a sus tareas. El periodismo
era su pasión. Sabía que había de aprender aun mucho y por eso se
necesitaba tener una sola oportunidad.
Lentamente la sala se
iba vaciando, hasta quedar ella sola. Lo tomo como un pequeño rayo de
luz. No obstante, cuando escucho a varias candidatas que les llamarían,
supo que no había garantías de nada.
La ilusión podía más que la razón.
Paso una media hora y la
secretaria muñeca de porcelana, que le sonreía desde lejos con algo de
pena, seguía sin llamarla. Estaba claro que se habían olvidado de ella.
Se levantó, sintiéndose algo molesta. ¿Qué forma de tortura psicológica
era aquella? ¿No habría alguna cámara oculta? Se levantó, dispuesta a
pedir explicaciones a la pobre chica.
- Hace rato que estoy esperando, creo que no hay nadie ahora mismo reunido con el jefe de personal.
- Ahora mismo me
comunico con él, puede esperarse dentro.- le pidió, como si no pudiera
mirarle a los ojos por la vergüenza ajena que sentía.
Kara sólo le obedeció
por no crear una situación aún más incómoda. Lo que ignoraba era que
podía escucharla igualmente. Como intuyó, no era una simple omisión o
descuido. Habían desestimado su candidatura por su falta de experiencia y
haber recibido malas reseñas de Washington.
Sintió una explosión de
ira en su interior. Le solía pasar con poca frecuencia, pero cuando le
sucedía era mejor alejarse de la presencia humana para no provocar daños
colaterales. ¿Cómo pretendía la sociedad que sus jóvenes fuesen
productivos? ¿Cerrándoles la puerta por carencia de experiencia? Y peor
era presentir que la mano negra de los Cesar la seguía asechando.
¿Cuándo la dejarían en paz? ¿O quizás había sido un grave error haber
rechazado aquella buena oferta laboral?
Salió corriendo del
edificio. Quería huir lejos, dirigirse a la capital de Estados Unidos y
afrontar sus fantasmas. Creyendo que aquello le facilitaría la vida.
Sólo quería trabajar de periodista. Se dirigió a la parada del bus y se
subió al que tenia ruta por el campo cercano de National City. Quería
regresar al punto exacto dónde su nave colisiono. Necesitaba reflexionar
sobre todo y tranquilizarse.
Durante el trayecto no
evito llorar. Solían decir que los jóvenes tenían la flor en el culo,
que era la mejor época de una vida. Una mierda pensaba ella. Des de su
corta edad ya tuvo de afrontar duros retos, como abandonar a sus padres
porque su mundo se desmoronaba, con una importante misión que fue
incapaz de realizar. Luego, tras una gran odisea alcanzo la tierra sin
poder cumplir la promesa realizada a sus padres. Clark, su primo, ya era
todo un hombre capaz de defenderse a sí mismo.
Suerte tuvo de la
familia Danvers, que la adopto. La vida no era siempre un campo de rosas
ni cuando eres joven todo se podía. Las puertas también se cerraban.
Pero claro, al tener pocos años se supone lloverían otras oportunidades.
Suerte que tenía por disponer de padres que podrían seguir
alimentándola.
Cuando llego a su
destino, ya estaba más calmada. Aún así, se bajo igualmente. Le gustaba
pasearse por el campo, visitar el pequeño rancho en el cual vivió
durante un par de años. Se respiraba mucha paz. Allí aprendió a
controlar sus poderes y así a convivir con los humanos. A veces,
olvidaba que era un alíen.
A April jamás se lo
dijo. Su subconsciente fue más sabio y por suerte domino su voluntad.
Sus padres le dieron una regla de oro, jamás confiar en una persona
ajena del nido familiar. Aún así, Brian lo desconocía.
Creían que aquel secreto
podría ser demasiado para él ni lo querían ponerlo en una situación que
no pudiera controlar. A veces, se preguntaba si sus poderes podrían ser
beneficiosos para la humanidad. Ya iba realizando pequeños actos
heroicos, para facilitar la vida de la gente. Pero sus padres tenían
miedo de qué la descubrieran y se convirtiera en mono de circo.
Entro en su antigua
casa, levanto la pesada losa que tapiaba el sótano en el cual habían
ocultado los restos de su nave. Entro en él y se refugió en aquella
capsula. A dentro lloro durante largo rato. No evito pensar en su ex. Su
mayor felicidad e infelicidad. Agrio y dulce. ¿Se terminaría su
calvario si le daba una segunda oportunidad? No. Porque había una sombra
que maldecía su historia de amor, que ella ignoraba y toleraba.
Salió al exterior una
hora más tarde. Miro la hora en su reloj de pulsera. Faltaba media hora
para las dos del medio día. El próximo bus hacia la ciudad pasaría a la
hora punta. Sacó el móvil para informar a su madre, pero no había
cobertura. Respiro de forma lenta, para terminar de serenarse. En
definitiva el mundo no era siempre de los jóvenes.
Llegó a National City a
las dos y media. Bajo del bus con rapidez. Vio nada más salir a Lena. Le
pareció un eco de aquella mañana. No le hizo caso, seguía algo
transpuesta por su mañana horrible. La sintió que le llamaba. No se
giro. Pero al sentirla más cerca, se detuvo y la busco. En ese instante
estaba cruzando la carretera y el bus salía del estacionamiento. En un
acto reflejo corrió hacia ella y la tumbo, sin querer había usado uno de
sus poderes. La protegió con sus brazos. El bus les paso por encima, y
milagrosamente las ruedas no le dieron en ningún sitio. Por suerte,
nadie pareció haber visto su velocidad supersónica.
Kara dejo de abrazarla y
exploro el cuerpo de Lena. Le pareció que no había sufrido ningún daño.
Sus ojos no pudieron evitar perderse en sus sinuosas curvas tan
femeninas. La deseaba. La barrendera estaba en estado de choque. Se
agacho y le pregunto si se encontraba bien. Tardo bastante en
responderla. Su mirada verde estaba algo ida, cómo si terminase de
regresar del más allá. ¿Se habría percatado de cómo se había movido?
- Sí, estoy bien. Creo
que me has salvado la vida. Mil gracias.- hablo el final la chica
morena, de unos 26 años. Le ayudo a levantarse y quitar el polvo a su
mono azul y de la armilla fluorescente.
- Me has dado un susto
de muerte.- ironizo, tratando de reírse para disminuir la tensión entre
ellas.- ¿Qué te parece si te invito a comer? A fin de cuentas, por mi
culpa casi el autobús de mata.
- No hace falta Kara.
Simplemente me he despistado y no he percebido que tenías prisas.- sus
rostro bonito estaba algo sonrojado, haciéndola más entrañable.
- ¡Es el hambre que me
pierde!- ironiza.- Vamos a comer juntas, será una buena forma de
conocernos más. Puede que te parezca muy atrevido..., me caes muy bien
y... presiento que este será el inicio de una gran amistad.- sólo pudo
terminar la frase dejándola de mirar. Jamás había sido tan audaz con
nadie, por suerte supo frenar a tiempo.
- No creo que sea buena
idea. ¿Has mirado como voy?- levanto los brazos, hizo un giro de 100
grados. Su rostro reflejaba realmente pánico por sentirse la mujer más
sucia del planeta tierra.
Kara comprendiéndola, se
acercó en el pequeño jardín que había enfrente de la parada del
autobús, cogió tierra y se la tiro por encima de su traje negro gris.
Lena alucino con sus actos. Se volvió a reír con ganas.
- ¿Qué importa nuestro
aspecto en el fondo? Somos jóvenes y nadie tiene derecho de juzgarnos
por nuestro aspecto exterior.- le recito con orgullo. Le cogió del brazo
y empezó a andar hacia un restaurante que conocía sencillo, con buena
comida y económico. Lena no tuvo otro remedio que seguirla. Intuyó que
aquella chica rubia, tan adorable, formaría parte ya de su existencia.
La quería en su vida para darle más color.
Entraron en el
restaurante, la Comilona, riéndose a carcajadas. Lena seguía aún algo
cohibida. Después de que se les asignará la mesa y pedir los platos, se
levantó rápido y se refugió en el cuarto de baño. Se miró en el espejo.
Su pelo estaba horrible y su rostro algo sucio. Busco en su riñonera los
pañuelos de papel, los mojo y se limpio. Observo la parte superior de
su mono. Le daba asco comer tan sucia, ante aquella ángel. Se lo quito y
se quedo con su camiseta interior, sin mangas y de color negro. Le
confería un aspecto algo masculino. Sus brazos aparte, estaban un poco
musculosos. Había hecho mucho ejercicio para tonificar sus musculos algo
fofos debido a la desnutrición. Se lavo con agua las axilas, para que
no oliesen mal. Maldijo no habérselas depilado. Se consoló recordando
que hubo un tiempo que estaba de moda.
Regresó junto a su
amiga. La cual se le quedo mirando con la boca abierta, algo azorada.
Dedujo que debía de tener algún agujero o algo fuera de lo normal en su
ropa. Se la toco y no le pareció que hubiera nada de extraño. Cómo fue
algo momentáneo no le dio más importancia. Aunque sí noto, que muchos
hombres se volteaban para admirar sus encantos femeninos.
- ¡Odio sentirme deseada!- no evito confesarle a Kara.
- Te entiendo.- volvía a tener el rostro rojo como un tomate.- ¿Una nunca se acostumbra, no?
- No.- en ese instante
la camarera nos dejo su entrante. Kara agradeció la interrupción. No
estaba preparada por entrar en ciertos temas.
Hablaron de temas
superficiales. Realmente, la barrendera no parecía una mujer vulgar ni
de clase baja. Seguía usando un lenguaje refinado. También observo que
usaba los cubiertos de forma muy elegante. Incluso, saco la cascara de
la gamba con tenedor y cuchillo. Pidió una botella de vino y lo probó.
Había enseñanzas que no se borraban.
- Tuve suerte de ser
adoptada por los Danvers.- empezó a contarle Kara antes de los postres.-
La mejor gente que conozco. ¿Tú no eres de National City creo?- su
suposición hizo enmudecer algo a Lena. No le gustaba el cariz que tomaba
la conversación.
- No. Me crie a Metrópolis, aunque no sé dónde naci.- admitió, no tenia caso mentirle en aquello.
- Lo sabía, también eres adoptada.- se rió de satisfacción. Lena quedo impresionada.
- ¿Cómo lo has deducido?- la reta con sus ojos verdes, más claros del habitual.
- Por tu mirada, refleja
el sentimiento de indefensión que suele provocar el abandono maternal.-
el mismo que le había leído a su hermano.
- Muy buena
observadora.- admitió. ¿Captaría la tristeza inmensa de su ser? No supo
que mas decirle. Barajó la opción de sincerarse con ella, confesárselo
todo. Sería tan fácil y liberador.
- Me rompes el corazón
cuando te sumerges en tu melancolía.- su frase la mató.- ¿Puedo ayudarte
en algo?- se quedaron un largo rato mirándose. Lena estaba algo
inquieta y no paraba de tocarse el pelo.
Kara volvió a sonrojarse. No evito perderse en el manjar de su cuerpo, pero lo hizo de forma más discreta.
- He tenido una vida muy
dura y nada agradable. Tampoco te quiero intimidar ni pretendo dar
lastima.- le fue absolutamente sincera. Kara agacho la cabeza,
sintiéndose algo mal por haber insistido. Sólo había tratado de
ayudarla.
- Perdona, no pretendía hacerte sentir mal.- se disculpo la periodista, sin mirarla.
- No, perdóname tú a mí.
Te conozco poco, pero sé que no eres de las va juzgando a las primeras
de cambio.- hizo una pausa y prosiguió.:- Sólo me has dejado perpleja,
¿cómo puedes haber deducido tantas cosas sobre mí?
- Las miradas son las ventanas del alma. Y vi como tratabas a los sin techo la otra noche. No hay secreto.
- Sí, he sido una
vagabunda hace unos años.- le confesó al final, sin derramar ninguna
lágrima. Kara no evito cogerle las manos y se las agarro con suavidad.
No vio en su expresión facial ningún signo de pena. Le facilito un
resumen de su historia.- Caí en un profundo pozo, un túnel muy oscuro y
no supe salir de él. Por suerte, conocí a Flora quién me enseñó otra
perspectiva de la vida.
- Lena, nuestros actos siempre nos definen, no nuestras circunstancias. No lo olvides jamás.
- Sabes, eres mi segundo
ángel de la guarda.- abandono su sitio, se le acerco y la abrazó. Le
dio un par de besos de agradecimiento. Iba a deshacer el contacto, pero
la periodista le abrazó con más fuerza y apoyo su rostro en su hombro.
Renacieron las mariposas de su estómago.
El sonido del móvil de
la rubia rompió el hechizo. Lena regreso a su asiento. Kara con mala
gana miro quien la llamaba. Su rostro reflejo algo de fastidió.
Determino no contestar. Lo guardo en su bolsa. Al cabo de poco, volvió a
sonar. Lo volvió a ignorar. Pareció que quién le llamaba entendió el
mensaje por fin. No obstante, empezaron a llover mensajes terminando
ofreciéndoles un concierto tecnológico.
- Perdona, es mi ex que no acepta nuestra ruptura.- se justifico la chica.- Quizás, sea mejor que le conteste.
- Si fuera tú no lo
haría, al no ser que desees retomar vuestra relación.- le aconseja
Lena.- He vivido una situación parecida y créeme, el silencio es más
efectivo que las palabras. Mientras les diriges la palabra, piensan que
pueden seguir manipulándote.
- ¿Pero como olivar todas las vivencias compartidas?
- Tratando de recordarlas e ya verás que se irán desvaneciendo.- se le ve muy segura con su remedio contra los males de amores.
- Y a parte, es lo único
que debo recordar, los momentos más bonitos.- las dos se sonrieron. El
móvil de Kara dejo de cantar y se sintió más aliviada.- Sabes, nuestra
comida ha sido muy reparadora. Me has ayudado a alegrarme el día.
- Pues me alegro.- Lena
no evito mirar la hora. Si quería ir a la Universidad debía de ya irse.
No le restaba tiempo para pasar por el apartamento. Le daba ya igual. Si
aquella chiquilla tan angelical y perceptiva no le había importado, qué
más daba los otros.- Lo siento, me tengo que ir...
-¿Para clases?
- Pues sí. Ha sido un placer.- pidieron la cuenta y la pagaron a medias. Salieron a la calle, sintiéndose algo tímidas.- Aja...
- Lo mismo digo.- Kara
agacho la cabeza y miro un punto fijo del suelo, justamente había una
rosa esculpida manualmente en el suelo.- Debemos repetirlo.
- Si no te he asustado en ningún momento, me apunto en un tornado.
- ¡No digas burradas!-
no evito exclamar. Le daba la sensación que la barrendera tenia la
autoestima en situación muy crítica. ¿Por qué no se daba cuenta que era
un ser muy especial? Una mujer muy fuerte, sensible y con un corazón de
oro. ¿O eran sus ojos enamorados que la hacían relucir en el
firmamento?- Será mejor que te marches, no quiero robarte más tiempo.
Lena asintió. Se le
acerco y se despidió regalándole dos cándidos besos en el rostro. La
dejo flotando, con una sensación de irrealidad. La velada había tenido
unos matices agrio-dulces, tan profunda que si hubieran seguido se
hubieran diseccionado mutuamente. Sólo la maldita April la había
diluido.
Saco de su bolsa el
móvil, leyó sus primeros mensajes, donde paraba de decirle cuando la
extrañaba. Los borro todo, y algunos incluso ni se los leyó. Supo
entonces, que ya estaba preparada por una nueva relación.
.... Nota de la autora ....
Hola otra vez, muchas gracias por vuestros comentarios y votaciones. Espero que os siga gustando mi historia.
Alguna me ha dicho que
desea que Lena se sincere con Kara. No quiero avanzar nada de la trama.
En esa entrega, podria haberse abierto. Pero bueno, ese momento por
ahora se hará rogar. Tampoco tendria emoción. Esa historia tiene un tono
más dramático que Tan sólo tú, o mi nuevo fanfic (aunque admito que he
empezado algo lacrimogena)...
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