Condesa Nadine Carody
Narra Lena
Me gusta ver dormir a
Kara. Me parece una niña de pocos años, tan inocente, feliz y no
corrompida por el mundo. La amo con toda mi alma y no concibo una vida
sin ella. Eso no cambiará jamás, a pesar de qué siento que en un punto
indeterminado estamos navegando en distintas órbitas. A ella,
últimamente sólo le parece importar el negocio familiar. Extraño la
chica con inquietudes, que trataba de mejorar el planeta.
Soy consciente que el
problema también estaba en mí, pensaba que sería capaz de dejar el
ejército atrás, vivir al campo y realizar trabajos sencillos. Pero hace
poco que he despertado de mi ensoñación. Los paraísos no existen, o
simplemente no puedes vivir eternamente en ellos.
El patriarca de los
Cullen me había visitado a medianos de mayo, y después de nuestra
reunión padecía de insomnio. Una extraña enfermedad estaba afectando al
submundo de los vampiros. Carlise creía que se trataba de un virus muy
letal. No estaba seguro de si era viejo o nuevo. Le preocupaba porque
amenazaba a convertirse en una pandemia y afectar nuestra permanencia en
el mundo. Había ya perdido a dos miembros de su clan.
Estaba viajando por
Estados Unidos, incluso había contactado con los vampiros de otros
continentes, para recolectar más información sobre la enfermedad que
terminaba con su inmortalidad. Era difícil hallar un patrón común,
porque por ahora los casos eran frecuentes, pero aislados en espacio
territorial. Elementos comunes, que la mayoría relataba, eran repentinos
cambios de humor (sin causa justificable) y en sus conductas sexuales,
por las noches eran poseídos por terroríficas pesadillas, enloquecían,
tenían delirios y alucinaciones de cualquier tipo. Y en sus últimos días
ardían de fiebre, hasta que se quemaban.
Su inicio era insidioso y
nadie solía darse cuenta de estar enfermo. Cuando se manifestaba
completamente ya era demasiado tarde y entre 24 y 48 horas fallecían.
Sus poderes estaban descontrolados, ponían su propia sobrevivencia en
peligro y la de los otros. Había casos que habían ataco a humanos,
generando una desmedida alarma social, amenazando la feliz convivencia
entre los dos mundos.
No se habían podido
coger muchas muestras de los afectados, porque tras fallecer ardían y
sólo quedaban cenizas sin ningún indicio del patógeno responsable de su
muerte. Lena entendió la preocupación del patriarca de los Cullen.
- ¿Y bien, con qué te puedo ayudar?- le preguntó tras escucharle.
- Permitiéndome usar tu laboratorio de L-Corp, se que dispones de la última tecnología del mercado.
Lo medite un poco. No me
costaba nada colaborar. Pero dude de si darle carta blanca para acceder
en mis instalaciones o supervisarlo yo. A raíz de la crisis que viví
hacia 3 años en mi empresa, determiné no autorizar ninguna investigación
fuera del común. Había dejado en invertir en experimentación biológica y
sólo hacían innovación tecnológica.
- No lo sé, no desearía
poner en peligro a ningún de mis trabajadores.- le fui sincera. A parte,
estaba muy cómoda en mi existencia apacible y anónima. Me miro algo
amenazante, desaprobando mi postura.
- Sra. Luthor no lo
entiende, si no aplacamos esa epidemia vampírica la paz se terminará
entre nosotros y los humanos. Y piense que usted también puede ser
víctima. ¿O cree que al estar viviendo al campo le hace invulnerable?-
su mirada era muy seria, tan asesina que le corto la respiración.- ¿O no
querrá poner en riesgo la vida de su mujer si enferma? Se han relatado
casos de maltratos hacia sus parejas... ¿De verdad, está dispuesta a
girar la espalda a ese grave problema?
Me levanté y le di la
espalda. Comprendí el alcance de sus palabras. El hecho que podría poner
en riesgo la vida de Kara hizo que cambiará de opinión. Lo haría bajo
mis reglas. Me gire y empecé a dirigir el proyecto.
- De acuerdo, pero bajo
mis condiciones.- volví a sentarme enfrente de él, muy segura de mi
decisión- Para empezar, quiero toda la información sobre esa enfermedad.
En segundo lugar, yo supervisaré toda la investigación. En tercer
sitió, los técnicos de investigación serán vampiros y los validaré yo.
- Comprendo que quieras tomar precauciones.- su tono de voz era más conciliador.- No hace falta exigirte la máxima discreción.
- Por supuesto.- le
sonrió.- Otro aspecto que considero muy trascendental, es la prevención.
Debemos de promover una campaña para que la población de vampiros
conozca esa enfermedad. Si se detectan de forma prematura los síntomas
informar y derivarlos. Puede que también sea la forma de descubrir con
lo que nos afrontamos.
- ¿Y alertar a los humanos?- me volvió a desafiar con su mirada más severa.
- Hay métodos. A parte,
el mundo de las comunicaciones ha cambiado mucho en los últimos tiempos.
En especial las redes sociales, internet pueden ser una buena
herramienta. Se trataría de filtrar determinada información. Por
ejemplo, realizar un cortometraje contando la enfermedad. Seguramente,
más de uno se sentirá aludido.- se me ocurrió en aquel momento.
A veces, les pedía a mis
alumnos que realizarán reportajes con video, exponiendo las
investigaciones que les mandaba. Les motivaba y aprendían a promocionar
sus tesis y estudios. El mundo cada vez era más globalizado y
competitivo. Por lo cual uno había de ser bueno y saber venderse.
- Admito que es buena
idea. Pero antes debo de exponerla al consejo. En relación a tu otra
propuesta, me parece lógica y te doy carta blanca. Respeto a tu mujer,
si quieres puedes decírselo. Sé que los secretos no ayudan en las
relaciones.
- Gracias, lo tendré en
cuenta. Aunque, tampoco la quiero preocupar de antemano. A parte, anda
muy atareada en su negocio.- le agradezco. Me siento algo triste, por
percibirla tan alejada de mi.
- Ah, por cierto hemos
contactado con una de las vampiras más viejas de nuestra historia. Vive
en una isla de Europa. Se trata de la Condesa Nadine Carody, una
descendiente del Conde Drácula. La necesitamos para acceder a sus
archivos, por si ya había ocurrido antes esa enfermedad.
- Me suena su nombre.-
aunque no recordaba de que. No he conocido a ninguna aristócrata. Y de
clanes de vampiros sólo conocía a los Cullen y algunos de sus familias
afines.
- Será porque accedió a los años 70 a rodar una película sobre parte de su vida. ¿Te dice nada Vampiras Lesbos?
- Sí. La vi cuando era
adolescente. Me fascino la vampira. Aún así el film me pareció flojo y
abusaba de los zooms.- si, guardaba buenos recuerdos de ella. Los ojos
carbón de la condesa me vampirizaron. Me parecía un ser de apariencia
tan frágil y a la vez letal. Me cabreó el final. Sin duda, aquella obra
erótica estaba destinada al público masculino. Exploraba a la perfección
la seducción que suscitaba un personaje no muerto. Atemorizaban y eran
unos seductores natos.- ¿Y Linda existió también?
- Sí. Fueron pareja durante mucho tiempo.
- ¿Y eso?- me intereso.
- Murió en extrañas
circunstancias. Pero por favor, si accede a colaborar y viene a Estados
Unidos, no se le preguntes. Es tabú. Tiene un carácter muy
temperamental.- me advierte. Me parece una tragedia griega, de amores
inconclusos. Aunque, a veces me pregunto qué haría yo si el destino me
arrebatará a Kara. Seguramente, enloquecería.
- Entiendo. Por cierto,
también quisiera pedirte no debatir más ese tema en mi hogar. Las
reuniones la realizaremos en las oficinas de L-Corp, en National City.-
determine al final. Por ahora quería excluir a mi pareja del conflicto
de mi nación vampírica.
El patriarca Cullen se
fue y me quede muy traspuesta. Había conseguido meterme el miedo dentro
de mis entrañas. Accedí en el ordenador por buscar en internet indicios
de lo que me había contado. No hubo nada que me captara la atención.
Pero termine indagando de forma indirecta, y me encontré con varios
casos dónde la víctima había muerto quemadas. No especificaba muy bien
las causas y responsabilizaban a delincuentes callejeros, o a las
redecillas entre amigos.
Pensé en contactar con
la DEA por si estaban al caso de aquella enfermedad, que únicamente
afectaba a los vampiros. Pero había dado palabra de tratar el problema
de forma confidencial. Mi amigo no tardo en enviarme información sobre
los candidatos para trabajar en mi laboratorio. Era un buen repertorio.
Todos ellos eran vampiros, procedentes de distintos puntos del planeta.
Hice la selección
inicial y le pedí asesoramiento a mi cuñada. Le mentí un poco, no quería
alarmarla. La versión oficial era que retomaría la presidencia de mi
empresa y reabriría los laboratorios.
- Álex, no quiero meter de técnico cualquier insensato.- me justifique.
- Sí, quieres te
recomiendo a técnicos de la DEA. Hay que necesitan trabajo extra para
mantener a su familia.- me propone la chica.
- Me sabe mal, pero ya
he contactado con esos candidatos y no me gustaría hacerles un feo.- le
vuelvo a mentir. Parece que me cree y días después me da buenas
referencias de cinco de ellos.
- ¿Qué tal está Kara? Últimamente, hablamos poco.
- Absorbida por las bodegas. Por favor, no le digas nada que quiero retomar la dirección de L-Corp.
- Tranquila, no quiero
meterme tampoco en vuestra relación. Un consejo cuñada, no olvides que
la falta comunicación es el gran ogro de las relaciones. Intenta hablar
con ella, por favor.- agradecí su consejo.
Era a principios de
junio cuando me atreví a hablar con Kara. Pero aquel día estaba tan
cabreada con ella, por llegar cada día tarde y recibir siempre las
mismas excusas para no estar juntas. Su preferida era que estaba
cansada. Mi chica era Supergirl, con superpoderes y llegaba exhausta a
casa. Quizás, no le probaba trabajar en las oficinas, siempre metida en
su despacho, supervisando las bodegas, de reunión a reunión...
Luego estaba Janet, que
tras separarse de su mujer, asumió el cargo de vicepresidenta. No quise
jamás prejuzgarla ni tener una opinión tan negativa sobre ella. Pero
cada vez que la veía, había algo de su ser que me inquietaba. Era algo
mutuo. Kara se percato de nuestra mala relación y trato varias veces de
conciliarnos. Creía que me moría de celos, porque fue su gran amor en la
adolescencia. Y puede que parte de razón tenía, he leído varias veces
su mente y por ganas me sacaría de la vida de su prima
Me siento muy sola y los
mails que recibo de mi amigo no son muy alentadores. Empiezo a
comprender la magnitud del problema. Realmente estábamos ante una
epidemia. Tengo miedo. ¿Y si me pasaba a mí? Necesitaba afecto y Kara
estaba a mil horas luz, a pesar de dormir cada noche a mi lado. Si,
realmente estaba tan cabreada que le reproche cada uno de sus
desplantes. Puede que el mal dormir me tuviese más sensible y alterada.
Al verla llorar, se me
partió el alma. No quería perderla. Necesitábamos aquella disputa. No
supe como plantearle mi marcha a National City el día siguiente. Y sí,
lamentablemente empecé a mentirle. Al ver que mis idas y vueltas estaban
ayudando a regenerar nuestra relación, me alegre. Pero me pase un poco
ocultándole mis intenciones.
La noche que se marcho
en medio de nuestra disputa, me creí morir. ¿Y si no regresaba?
¿Significaría nuestra rotura como pareja? Debía de irme por la madrugada
y temía marcharme sin hacer las paces. Un alma caritativa se apiado de
mí. Kara regresó a tiempo para reconciliarnos. Pude haberle sido
honesta, pero me trague todas mis preocupaciones. Terminaba de recibir
una nota de los Cullen, comunicándome que la epidemia se estaba haciendo
más viral. Incluso ya existían casos por National City.
Me rompió el alma su
cara de pena cuando le rechace, ni le permití acompañarme a la ciudad
volando. Extrañaba hacerlo, nuestras escapadas espontáneas y refugiarnos
en nuestra cabañita del Canadá. Si me salvaba y ella cumplía con su
promesa, tras la inauguración de su nuevo vino, pensaba sugerirle ir.
La única buena noticia
era que la Condesa Nadine Carody, finalmente había accedido a viajar a
Estados Undios para verme y debatir sobre el grave conflicto. La
perpetuidad de nuestra especie estaba en juego. A mí no me preocupaba.
Quizás la humanidad estaría mejor sin chupa sangres. Lo único que me
tenía alterada era que enfermará y dañase sin querer a la persona que
más amaba en el mundo. Y lo peor era que hacia un par de noches habían
empezado unos extraños sueños. Siempre salía aquella pequeña isla, con
una extensa playa de arena blanca, aquel chalet a primera línea de mar,
con grandes ventanales, un cometa y mucha sangre. En ese momento, se
despertaba. Arañas, polvo, escorpiones...
Al 22 de Junio por la noche
Todo el día esperando mi
visita, la carismática Condesa Nadine Carody. Odio la carencia de
formalidad. Parecía que pretendieran imponerte su ritmo, como si fueran
las más importantes al resto de mortales. Los tiempos habían avanzado,
pero seguramente ni se habría percatado.
Invertí el tiempo de
espera, releyendo los informes de mis detectives privados. Los contrate
el mismo día que acepte aquella misión. Apreciaba a los Cullen, pero en
aquella ocasión desconfiaba de ellos. El día que me visito, no me
pareció transparente al no permitirme leerle la mente.
Oficialmente la Condesa
Carody vivía a Estambul, en la viaja mansión familiar, algo deteriorada.
Había contraído matrimonio con un importante empresario de Paris, que
le satisfacía todos sus caprichos. Vivían separados y se veían
mensualmente. Lo suficiente por mantener su tapadera de pareja ideal.
Los dos eran unos libertinos. Nadine había vivido con Linda, la cual
vampirizo al 1970. Su historia de amor se frustro sólo hacía casi dos
años. En su ausencia se retiro de la vida pública y se encerró en su
isla particular. Sólo reaparecía en escena cuando su marido la reclamaba
y su hija mutua salía de su internado. No era hija suya, sino la habían
adoptado para ocultar su inmortalidad. Siempre debía de realizar la
misma parodia.
Tampoco llevaba una vida
muy estridente. Años atrás fue más famosa, por realizar estriptis en
clubs. Fue uno de ellos donde conoció al gran amor de su vida. Bueno,
quién sabe el porqué. A Nadine le encantaba vampirizar a bellas
damiselas y convertirlas en sus esclavas. Fuera como fuera, estuvieron
juntas unos 45 años.
No solía decir su edad
real. Se creía que tenía unos 400 años. Muchos vampiros la respetaban.
Presumía de haber sido convertida por el Conde Drácula. Por muchos él
fue su reí. Por eso las familias más viejas de vampiros, le ofrecían
pleitesía. Era su reina, la vampira más influyente del planeta tierra y
con mucho poder de seducción. Temida, envidiada y amada a la vez.
Eran las ocho de la
noche y la Condesa aun no había aparecido. En las oficinas sólo quedaba
mi secretaria e yo. Me iba a ir, cuando recibí una llamada. Lo había
vuelto a hacer, cambiar el sitio y hora de nuestra sita. Por suerte no
lo dejaba para el día siguiente, porque debía volver para apoyar a Kara
en la fiesta.
- A las diez en el bar
musical Retro.- dijo la misma voz hermética de siempre. Debía de ser el
mayordomo que le acompañaba de forma incondicional.
Busque la dirección en
un buscador de internet. El local era un lujoso club, ofrecía cena y
espectáculos eróticos con tintes clásicos. Me sentía algo nerviosa.
Sentía había dejado de dominar la situación. Por otra parte, debo de
admitir que estaba llena de curiosidad para conocer a la seductora
Condesa Nadine Carody.
Había un fornido portero
controlando el acceso al local. Intuí que no dejaban entrar a
cualquiera. Había algo de cola. Pero no tuve de esperarme mucho. Me
preguntaron si tenía invitación. Me molestó un poco, cansada de ser un
títere de la vampira más poderosa del planeta.
- La Condesa Nadine Carody me ha citado aquí.- en sólo escuchar aquel nombre se apartó. Entre rápido, sin mirar hacia atrás.
El interior del local
era retro total. Las paredes estaban recubiertas de un papel con motivos
florales, mayoría flores de lis. Las mesas eran pequeñas, circulares,
de madera y de color marrón. Eran autenticas joyas de anticuario. En los
laterales nostálgicas barras, donde podías imaginarte los míticos
actores de los años cincuenta, la época de oro del cine. En medio de la
sala, había un escenario de madera. Había una gran alfombra roja, un
objeto cubierto con una tela negra, varios candelabros con velas, un
espejo de coleccionista... El metre del local me intercepto buscando una
mesa para sentarme.
- ¿Eres la Sra. Luthor?
- Sí.
- Le acompaño a la mesa
que tiene reservada.- le sigo hasta una mesa de la primera fila,
enfrente mismo del escenario. Me retira la cilla y me siento. Me trae la
carta.
- Espere, espero a una clienta.- le pido.
- Lo sé. Condesa Carody
nos ha pedido que la atengamos bien. Para empezar que le pongamos unos
de nuestros mejores vinos.- hizo simple chasquido con los dedos y un
camarero apareció con una botella de vino rosado. Reconozco de inmediato
la etiqueta, Rosado Danvers año 2016. Era el primer vino que había
sacado mi pareja. Deduje que no había ninguna casualidad en aquel
extraño juego. Nadine también me había investigado.
Me lo sirven y me traen,
con gran efectividad, lo que les he pedido de cena. Ante mi hay un
bistec sin cocer y su jugo era sangre fresca. A pesar de haberme
alimentado antes de salir de las oficinas, una parte de mí me sentía
impulsada a exprimir aquel manjar. En todo momento tenía la sensación de
ser vigilada. Intente resistirme a aquella carne sanguinolenta, pero
termine cediendo a mis instintos más básicos.
La luces se apagan y
sólo restan las flamas de las velas colocadas en las mesas. Empieza a
sonar un piano mal afinado. El ambiente huele a incensó. Resuena un
fuerte trueno, algo ensordecedor. Las velas de los candelabros del
escenario se encienden. El objeto que estaba tapado con la sabana negra,
esta descubierto. Se trataba de un maniquí tan autentico que parece una
mujer real.
El piano deja se
escucharse, dando paso a la melodía de inicio de la película las
Vampiras Lesbos. Y por fin apareció la Condesa Nadine Carody, estaba
ante mí luciendo la misma ropa de la película. Sus ojos marrones, como
el carbón, me buscaron, me atraparon y me deje subyugar por ellos. Me
atrajo de igual forma de cuando era joven y la vida realizando la misma
escena erótica. Perdí la esencia del tiempo y del espacio. Fue como
acceder en una dimensión paralela.
Horas más tarde, en una habitación con decoración de los años 70
La luz era muy intensa y
me despertó de sopetón. Abrí los ojos y me sentí inmediatamente
extraña. Estaba totalmente desnuda, yaciendo en una cama muy ancha de
matrimonio. No había nadie a mi lado ni en la habitación. Ya no era de
noche, sino más bien debía de ser las tres por la intensidad de la luz
solar. Mi mente iba algo enlentecida, me levanté como pude. Me sentía
algo mareada, como si la noche anterior hubiese bebido mucho. Sólo
recordaba haber tomado una copa del vino de mi pareja. El que sí note
fue un intenso gusto de sangre. Me limpie con la lengua los labios y
percibí sangre seca. Inconscientemente me puse la mano en el cuello,
pero no palpe ninguna herida. No había señales pero tenía la sensación
que me habían mordido.
- ¡Oh, Dios Kara! ¿Qué he hecho?- no pude evitar decir en voz alta.
Me gire y estudie la cama. No me pareció muy deshecha. Quizás no me había acostado con nadie. La cabeza me seguía girando como una peonza. ¡Qué mareo sentía en mis entrañas! ¿Y si estaba infectada por aquel letal virus?
Me gire y estudie la cama. No me pareció muy deshecha. Quizás no me había acostado con nadie. La cabeza me seguía girando como una peonza. ¡Qué mareo sentía en mis entrañas! ¿Y si estaba infectada por aquel letal virus?
Me toco el rostro, no me
pareció que tuviera fiebre. Trate de localizar mi ropa y mi bolsa. No
vi nada de las dos cosas. Tampoco tenía el reloj de mano puesto. Nada.
Algo desesperada, creyéndome prisionera de la poderosa vampira cuatro
centenaria, me dirigí directa a la puerta. Al contrario de lo que me
imaginaba, no estaba cerrada con llave. Dude en abrirla. Temiendo
hallarme con mi opresora.
Le tenía mucho respeto a
la Condesa, a pesar de qué poseer también de poderes. Pero la intuía
más fuerte que yo, en especial en sus habilidades mentales.
- ¡Ven, no tengas
miedo!- me susurro una voz muy femenina, que a pesar de no ser
consciente de haberla escuchado con anterioridad la reconocí.- Te espero
en la playa.
Halle la salida de aquel
chalet y me dirigí hacia donde me indicaba. Era la misma isla de la
película de las Vampiras. Era como si me estuviera reencarnando en el
personaje de Linda. Nadine estaba tomando el sol en top les. Me saludó
con alegría, me recordó a Kara.
- ¿A dónde estamos?- le pregunte sin preámbulos.
- A mi isla privada. No
la busques, no sale al mapa.- me gusta su voz, con un matiz pastoso y
con mucha personalidad.- ¿Por qué no te bañas y te relajas?
- No he solicitado verte para hacer nodillos.- protesto, molesta por sus extraños juegos.
- Lo sé. Sí, quieres
acceder a mis archivos sobre la historia del vampirismo, debes de acatar
las normas. ¡Relájate Lena, tenemos toda la vida por delante!- dijo sin
parpadear, sintiéndose tan poderosa que creía ser reina y señora de la
situación.
- ¿Por cierto, cómo hemos llegado hasta aquí?- no evito preguntarle. Sólo recordaba el espectáculo retro y nada más.
- Has venido por tus
propios pies.- deduciendo el epicentro de mi preocupación.- Sólo tu
cabeza reprime lo ocurrido, por miedo y porque quieres seguir atada con
los humanos, y en especial a tu Kara.
Sus palabras me duelen.
Siento que la mirada se me enciende. Me lanzo encima suyo, como si fuera
una gata en celo. Sacó mis afiladas garras de vampira, dispuesta a
terminar con su crueldad. Me mantiene la mirada, no me teme. Me sonríe.
- ¡Oh, veo que mis
colmillos no te han dejado huella!- exclama manteniendo la serenidad. Me
acaricia el cuello, como si quisiera volverme a vampirizar. Luego me
deja, para indicarme las marcas de mis dientes. Por eso me desperté con
un intenso sabor de sangre.- Es todo un orgullo haber sido mordida por
ti. Por cierto, tu sangre artificial no tiene nada de envidiar a la
humana.
- Será mejor que me bañe.- determine, algo perturbada por su magnetismo.
-Lena, morderse entre
vampiros es una práctica habitual. Es muy erótico y placentero.- Nadine
carecía de sensibilidad. No le importaba nada más que su ombligo y el
mundo onírico. Su santo grial era el placer.- Es lo mismo que el
fetichismo.
La ignoré. Me aparte de
ella. Corrí hacia la orilla del mar y me metí. El agua estaba helada
pero no tarde en acostumbrarme. La sentí en todo momento comiéndome con
los ojos. Sí, me deseaba. Sentí que era aquello que habíamos perdido
Kara e yo.
Seguía con la mente en
blanco respeto las últimas horas. Lo único de certero era que me sentía
atraída por la reina de los vampiros. Me dolía la certeza de haberle
sido infiel a mi mujer, pero aquello era más fuerte que mi razón y
voluntad. Era algo instintivo.
Me preocupaba que
nuestros intercambios de sangre, su mordedura, me afectasen a nivel
orgánico, o que me transmitiera alguna enfermedad rara. Nadine como si
percibiera que mi mente razonado y huyendo de su influyo seductor, se
levanto y se metió en el agua. Se me acerco y empezó a mojarme.
Me percaté que tenía la
habilidad de ser camaleónica. En aquellos instantes, me parecía una
adolescente tonteando conmigo. Incluso parecía haber cambiado el timbre
de voz. Me hacía invocar a mi mujer. Algunas payasadas que hizo, eran
copias autenticas de las que hizo cuando estuvimos en el planeta de
Lesbos. ¿No estaría delirando porque tenía fiebre?
Salí del agua, tratando
de huir del hechizo. Debía de centrarme en mi misión. La condesa Carody
no tardo en imitarme y estirarse en la arena. Le pedí de nuevo acceder a
sus archivos. Se negó de nuevo.
Minutos más tarde, me
hizo seguirla hacía el chalet de nuevo, dónde me dejo una de sus batas
ligeras, de color rojo y transparente. Me cogió del brazo, de forma
galante y me conduzco al comedor. Había una mesa larga, decorada como si
fuera un banquete medieval.
- Lena tú eres nuestra autentica reina. Eres la únicaque ha nacido vampira. Sólo tú puedes salvarnos.
Continuará...
*** Nota de la autora ***
He sido algo mala, pero
tampoco os he dejado con la miel en la boca. Aunque no se sabe que ha
ocurrido durante la noche... Al final he sido más generosa. Antes quería
terminar el capítulo en la escena del bar. Y dejarlo con más intriga.
Pero es claramente un remarke de la pelicula, Vampiras Lesbos. Bueno, en
fin... habra que seguir leyendo para entender a que juegan ciertos
personajes.
Próxima entrega será Misión Fallida
Próxima entrega será Misión Fallida
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