(15)
El aquí y ahora, sin mirar hacia atrás
A
medida que la noche iba languideciendo, las calles se adormecían, el sonido de
las olas sonaba muy celestial. Jasmin, le encantaba aquella calma y perdía la
esencia del tiempo. Nada más importaba que aquellos instantes de paz. Empezó a
imaginándose ser madre y se le escapo una sonrisa. Algo que lo veía tan lejano,
improbable le pareció la mejor idea.
No
tenía criterios si sería ser egoísta o no, si sería ser capaz de ser una buena
madre. Quería lidiar con aquella gran responsabilidad y se sentía más fuerte y
segura que nunca. Marisa era una maravillosa persona, que la quería sin
dobleces. Tenían una relación sólida y compartían los mismos valores. Sería un
hijo fruto del amor.
Cerró
los ojos, el rostro de una niña se le dibujo con nitidez. Sus ojos marrones
oscuros y el pelo castaño de Anni. La sonrisa, el huello en la barbilla, la
nariz respingona…, de Marisa. La dulzura y ternura de Anni. La sensibilidad y
la generosidad de Marisa.
No
detuvo sus pensamientos alocados, porqué se sentía muy llena de amor. Anni
siempre seria parte de su vida y ojala que pudiera crear un ser con los mejor
de sus dos grandes amores.
Un
perfume muy familiar invadió el ambiente, por unos instantes dudo de si lo
estaba evocando en sus elucubraciones. Creía que la mente era muy poderosa,
capaz de evocar lo que uno más deseaba. No abrió los ojos, para impregnarse de
todas las sensaciones que le provocaban ese simple olor.
Percibió
una presencia detrás de ella y una respiración cálida. Aumento la intensidad de
aquel perfume. No tuvo miedo, ni cuando aquellas manos suaves le taparon los
ojos con extremada delicadeza. Intento girarse, pero una voz, ronca y seductora,
le susurro que no se moviera.
Sus
manos abandonaron sus ojos y bajaron hasta sus pechos. Sus dedos hábiles se
introdujeron por encima de su escote y juguetearon con sus mugrones. Jasmin
suspiro y la piel se le erizo.
Sintió
los pechos de su pareja pegados a su espalda, permitiéndole percibir su excitación
a quemarropa. Al sentir su aliento y la humedad de pequeños besos en el cuello, se le escapo un intenso
gemido.
-
¡Marisa me enloqueces!- exclamó con la voz entrecortada.
-
Te deseo, siempre lo haré.- le susurro en la oreja, como una promesa de amor
eterno. Le había sido incapaz de esperar al día siguiente para verla. La cama
le parecía un solitario universo, en que se ahogaba sin ella.
Dejo
de abrazarla por la espalda, la cogió de una mano y se levantaron. Se miraron a
los ojos. Las dos ardían de deseo. Jasmin, sin meditarlo, le cogió de la mano
derecha y la obligo a seguirla. Se adentraron en la playa de Sa Caleta, y cerca
de la orilla del mar se estiraron. Resguardadas por la oscura noche, con sólo
la luz del pequeño palacete de la orilla izquierda.
Hicieron
el amor bajo las estrellas, sintiendo la suave brisa marítima. Jasmin se sintió
cómo aquella noche, en medio de la nada, en el camino de Santiago. Fue una
pequeña señal de qué aquel era su sendero. Se amaron en silencio, perdiéndose
en sus sensaciones, en sentirse y fundirse hasta el infinito.
Era
precioso percibir que el cuerpo de Marisa temblaba entre sus brazos, cómo se estremecía
cada vez que le acariciaba y con cada beso era una bocanada de poesía. Lo que
sentía por ella se magnifico y lo despojo de su interior, desnudando
completamente su alma.
-
Te amo, soy muy afortunada en tenerte en mi vida.- le dijo Jasmin, a unos pocos
centímetros de su precioso rostro.
Marisa
permaneció inerte, con los ojos algo brillantes por unas lágrimas silenciosas.
La alemana le rodeo el rostro con las dos manos, sin dejarla de mirar. Las dos
se habían quitado las armaduras aquella noche, enseñando sus cicatrices. La
fragilidad de su pareja le estremecía y le enamoraba mucho más que la falsa
seguridad que solía exhibir, como un animal salvaje y depravador. ¿Por qué la
vida nos hace cubrir de aristas y dejamos de ser los seres especiales que
fuimos?
Nadie
quiere ser una presa fácil por los depravadores. Ocultamos nuestras miserias,
para sobrevivir. Nos acostumbramos a vivir a medias tintas, a ocultar nuestros
miedos y sentimientos.
Jasmin
la beso, respeto su silencio. Degusto sus labios, que respondieron a su
caricia. Luego prosiguió por su dulce rostro impregnado de lágrimas saladas. Se
les seco y regreso a sus labios, que los hallo mas habidos que antes. Marisa la
abrazo fuertemente. Su desesperación repentina, se fulmino de la misma manera
con que se había instaurado.
-
Me parece un sueño que me ames.- reconociendo sus inseguridades.- Tengo miedo
de qué lo nuestro se termine. Por eso te propuse ser madres. Tener un hijo nos
debe de unir más, y así siempre estarías en mi vida.- se detuvo, sintiéndose
muy horrible por sus egoístas intenciones. No quería atar a su pareja a su
lado, pero había sido algo superior a su voluntad. Jasmin se separo unos palmos
de su cuerpo, y se recostó a su lado sin perder el contacto visual.
-
Marisa, te amo y quiero tener un hijo contigo, si realmente lo quieres.- le
confiesa, intentando que dejase de auto flagelase.
-
¿En serio, deseas tener un hijo conmigo?- lucio una preciosa sonrisa que hizo derretir
a Jasmin. Se abrazaron llenas de felicidad. Al separarse la catalana se le
volvió a ensombrecer el rostro. Había destapado su caja de pandora y no había
vuelta atrás.- Lo siento mucho amor mío.- repitiéndolo hasta el ocaso.
-
Soy yo que debo de disculparme, Anni ha sido muy importante en mi vida, y su
fantasma ha estado siempre presente entre nosotras.- omitió que incluso en la decisión
de ser madre también había estado presente.- ¿Qué te pasa Marisa?- preocupada por
su comportamiento tan derrotista.
-
No me creo que quieras seguir a mi lado.- hizo una pausa, intentando exponer sus miedos,
sus sentimientos más recónditos sin morir de vergüenza por el camino. Si Jasmin
se burlase de ella, su corazón explotaría en mil trozos, de forma irreparable.-
Hasta ahora, todas mis parejas se aprovecharon de mí. Sí, tengo el don de la belleza.
En excepción de eso, algo con fecha de caducidad, no soy especial. No soy nadie.
A parte, puede que mi vida sea muy corta…- sus ojos volvieron a empeñarse de lágrimas.
El
corazón de Jasmin exploto en mil trozos. Se volteo y la acuno entre sus brazos.
Trato de no decir nada, porque las palabras sobraban y no serían suficientes. Sólo
trato de transmitirle con gestos, caricias todo su amor que albergaba en su interior
por ella.
- Por todo ello me siento muy egoísta, que te estoy
pidiendo demasiado. En ningún momento, pretendo que te sientas presionada a ser
madre. Lo debes de desear.- volvió a planteárselo.
-
Marisa, dude porqué jamás me lo había planteado. Es algo muy lindo y será un placer
ser madre a tu lado. No te menos precies, eres un ser muy especial, sensible y con
una bondad enorme. Nuestro hijo será una persona muy afortunada, porqué en tu interior
albergas mucho amor.- volvió a poseer sus labios, entregándole toda su alma.
-
Jasmin, cásate conmigo- le pidió tras la larga caricia. No había sido nada planeado.
Le surgió del corazón. No como a modo de prueba de fidelidad. Era lo que sentía,
cómo un instinto de protección. Sabía que no estaría siempre presente en la vida
de su hijo y quería dejarle un legado, y procurar un bienestar económico a Jasmin. Moriría por verla feliz.
La
alemana fue quiñen enmudeció en aquella ocasión. Las emociones estaban a flor de piel. Marisa estaba exultante a la luz de la luna, con los ojos brillantes, como
estrellas fugaces. Pudiera pedirle cualquier deseo, que haría lo innombrable para
cumplírselo. Sí, quería ser su mujer hasta que la muerte las separase. Así se lo
dijo, sin tintes ni matices. Entrelazaron los dedos y volvieron a hacer el amor
por segunda vez.
-
Sabes, cuando viví a Berlín un día fui al bar donde trabajabas.- le confeso de repente,
sacándola de la ensoñación en que estaba cayendo.- ¡Fue una locura de mi parte!-
se rieron de su comentario un rato y prosiguió con su interesante confesión.- Recuerdo
al detalle todo de aquel día, como me pediste nota y me llevaste la bebida. Fui
incapaz de dejarte de mirar. Te deseaba tanto, tanto… No entendía que me pasaba
contigo. Con solo mirarte, sentir tu sonrisa, como te movías, cómo hablabas… me
derretía. No había sentido nada parecido por nadie más, aparte de…
-
De Abril.- continuó por ella Jasmin. Aquel tema era tabú para su pareja. De hecho,
era la primera vez que se atrevía a hablar sobre ella. Le cogió la mano derecha
y se la estrecho. No dijo nada más, permitiéndole que desflorase todo su dolor.
-
Deje de creer en el amor. Lo había dado todo por ella y me quede muy seca. Cómo
apática. Nada merecía la pena. Y sí, empecé a usar a las mujeres a mi antojo. Pero
prohibido enamorarse. Es cierto, había algunas que sólo querían estar conmigo por
mi fama y otras que les rompí yo el corazón. No he sido una santa. Por eso, a veces
siento que no te merezco.
-
¡Oh, Marisa! Eres un tesoro, no lo dudes jamás. Te agradezco que hayas confiado
en mí.- le abraza y le repite que la ama mucho más de lo que se imagina.
Aquella
noche vieron salir el sol, arrimándose y dándose mucho cariño. Fue un renacimiento
de su relación, se sintieron ya unidas por vida. A los ojos del firmamento, del
universo y del más allá, ya eran un matrimonio.
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