JAMÁS VOLVERÁ A SER LO MISMO Capítulo 19- Parte 1(Fanfic de Jasmin y Anni de Guten Zeien, Schlechte Zeiten)
No estaba planeado lo que va a ocurrir a continuación, esta influido por vivencias que me han tocado vivir de forma algo directa y indirectamente. Es una de aquellos momentos de la vida, que ha sucedido algo inesperado que cambia un destino, o lo cambia todo.
En cierta forma, Jamás será lo mismo, es una verdad como un templo. La vida es un continuo cambio, buscado o obligado, en que uno debe de adaptarse.
Otra cuestión, es que nadie se puede sentir nunca seguro. La estabilidadad puede ser transitoria. Y otra vez, sólo nos queda los buenos momentos.
No digo nada más. Preparad los pañuelos, que ha empezado pero aún le faltará para terminar.
Agredecería feedback, no se si he conseguido plasmar y lo que me falta por narrar. Muchas gracias otra vez, a todos los que me leen y siguen mi fanfic.
CAPITULO
19: Cristales Rotos
Silencios asesinos
Silencios
que matan, que nos parten en dos.
Silencios
que nada bueno traen, perdurables
Silencios
que valen más que mil palabras,
Silencios
de todo aquello que jamás se materializara, pero no se borra.
Silencios
eternos, sin ningún porque.
Silencios,
cómo voces de ultra tumba.
Hay
ocasiones en la vida, aunque haya mucho que contar, una se queda sin palabras.
Lo que ha ocurrido parece parte de un mal sueño, tan irreal que crees que no es
posible, como si nunca haya ocurrido. Si cierras los ojos, la contundente
realidad, inescapable, sigue ante ti incuestionable.
Lo
sabes en tan sólo unos instantes, en un suspiro… algo muy valioso para ti se ha
roto. Somos frágiles, como los cristales. No somos nada. Somos paja ante algo
que parece omnipresente. Nada nos prepara por las bromas pesadas del destino.
Nada
hacía pensar a Jasmin, que aquel sería distinto. Simplemente, era una mañana muy
apetecible, con la rutina de siempre. Jasmin feliz, permanece un poco más en la
cama, ajena a las otras realidades paralelas. Seducida por una adorable calma.
Marina, es la que marca sus ritmos. Se despierta por su llanto. La coge y le da
carantoñas.
Repite
las mismas acciones de siempre. La limpia, la viste y le da el pecho. Ella se
vuelve a sumergir en un plácido sueño. Determina salir a pasear, a provechando
el precioso sol que hacía. A parte, el pediatra le aconseja que salga siempre a
pasear, con independencia del tiempo que haga.
Se
encuentra con algunas vecinas, que se detienen a admirar a su preciosa hija.
Jasmin se siente orgullosa y presume de ella. Camina hasta el mercado más
cercano al piso, para comprar algo de pescado fresco para la comida. Al tener
un poco más tiempo, al estar de baja maternal, cocinaba más. Le encantaba seducir
a su pareja con menús delicatesen, de paladar exigente.
Mientras
esperaba ser atendida, miro el móvil. Le extrañaba que Marisa no le hubiese
llamado ni enviado ningún washap. Silencio total y absoluto. Estuvo a punto de
llamarla, pero creyendo que aún debería seguir reunida, le envió un simple
mensaje.
Tras
comprar, salió a la calle. En aquellos instantes, algunas unidades de bomberos
pasaron veloces por la calle. Junto a varias ambulancias. Sintió una punzada en
el corazón. ¿Por qué se inquietaba tanto?
Quizás,
por las duras noticias que cada día se retransmitían por los medios de
comunicación, le estaban contagiando de miedo. Todo eran desgracias, violencia,
guerras… Uno termina sintiéndote mal, e impotente, por todo lo que ocurría.
¿Por qué los humanos nunca aprendían? ¿Por qué seguían matando en nombre de
fanatismos? ¿Qué había detrás de tantos conflictos?
Temas
que mareaban a Jasmin, pero jamás había sido tan consciente de lo que ocurría
en su alrededor. El pequeño refugió que hallaba, con tantos mal sabores de
boca, era su pequeña. Volvió a mirar el móvil, esperando leer un alegre mensaje
de su mujer. Silencio absoluto.
Por
unos instantes, estuvo tentada de ir hasta las oficinas para darle una sorpresa.
Seguramente que le alegrarían el día, últimamente la notaba algo apagada. Pero
su hija empezó a berrear, algo inquieta. Quizás tenía hambre. Ya eran la una
del medio día, y Marisa solía terminar a las dos y media. No merecía la pena ya
ir.
En
la entrada del edificio, se cruzo con la vecina de enfrente. Una mujer muy
mayor, que vivía sola. Al principio, su relación era un poco fría. Pero con el
tiempo, vas limando asperezas. Jasmin le tenía bastante cariño. Le entristecía
su soledad. Tenía una hija, pero no se llevaban muy bien.
-
Me acaban de decir que ha habido una explosión hace poco. ¿Tú has oído algo?- la
alemana se lo negó. Cuando estaba dentro del mercado, si sintió algo de
estruendo, pero pensó que sería de algunas obras que se realizaban por el
barrio.- ¡Ah, hija espero que no sea ningún odioso atentado! Miedo me da, no
estamos seguros en ningún sitió.
-
¡Ya verá que no! Siempre, hay gente que les gusta causar ruido.-le sonrió, para
quitar importancia. Le cogió alguna bolsa de la compra y se la llevo hasta la
puerta de su piso.
-
¡Muchas gracias Jasmin! Tú y Marisa sois unos soles. No sabes cómo lamento
haberos prejuzgado tanto.- le volvió a repetir el mismo discurso de otras
veces.- Voy a ver las noticias a ver que dicen…
-
¡Y no se preocupe, ya verás que no ha sido nada!- insiste Jasmin.
Entra
en el piso, feliz con su hija. La cual ya estaba más tranquila. Deja el pescado
en la nevera, se quita el jersey y amanta a Marina. Se olvida del rumor de la
explosión. Se entretiene hablándole en alemán, hasta que suena su móvil. Lo
coge sin mirar, pensando que era su mujer.
La
voz de su madre retronó en su oreja. Estaba siendo mejor abuela de lo que se
imaginaba. Las había visitado durante el embarazo, en el parto y planeaba venir
más a Barcelona. Cuando terminaron de hablar ya eran las dos y media.
Marisa
seguía sin dar señales de vida, ni se había limitado a responderle a qué hora
llegaría. Aquello era muy raro viniendo de ella, que siempre era muy responsable
y mimaba aquellos simples detalles. Quizás, la reunión había sido agotadora y
estaba ya estaba de vuelta.
El
móvil volvió a sonar. Era un número desconocido. Dudó si cogerlo, pues nunca
solía responder si no sabía quién le llamaba. Al final lo descolgó, cansada de
su insistencia. Reconoció su voz de inmediato, a pesar de no hablar mucho con
ella. ¿Qué debería querer la histérica pareja de Anni? Nelle le había hablado
muy mal de ella.
-
Hola Gisela.- dijo de forma formal, siendo algo seca. No esperando nada bueno
de su llamada.
-
¿Esta Anni contigo?- le pregunto directamente, siendo una autentica mala
educada. Incapaz de disimular su ataque de celos. Si hubiera estado su lado,
quizás incluso la hubiera zarandeado. Estaba colérica.
-
¡No! Desconocía que estuvieses en la ciudad.- dice de inmediato.- ¿Pasa algo?-
venciéndole un atisbo de humanidad. No quería saber nada de ellas, pero mucho
menos de la posesiva novia de Anni. No le caía bien y no entendía porque su ex
hubiese caído en sus redes.
-
¡Pasa que me ha mentido! Me dijo que tenía de venir por promocionar su nuevo
disco, pero Erika me acaba de decir que no es así.- no disimula su ira. Estaba
muy herida. En parte la comprendió y trato de ser amable.
-
¿Ya las has llamado al móvil?
-
Sí, pero siempre me sale que lo tiene cerrado o fuera de cobertura.- hizo una
breve pausa y volvió al ataque. ¿Por qué alguien llega a ser de aquel modo, tan
desconfiado?- No me mientas, en el fondo sé que me la quieres quitar.
-
¿Por qué debería de mentirte?- la interrumpe, alucinando pepinillos. Pero a la
vez, también se percata de que discutiendo con Gisela no llegaría a ningún
sitio. Si alguien creía en algo, estaba bajo los influjos de una paranoia, nada
podía hacer. Aquello no era normal. Le termino colgando el teléfono, sólo le
faltaba que la insultase sin venir a cuentas.
Entro
en la cocina y empezó a cocinar, intentando no pensar en lo locas que estaba
algunas personas. Tenía los nervios a flor de piel. Marisa seguía sin dar
señales de vida. Miro el reloj, ya eran las tres y media. Aquello ya era
demasiado, su silencio era asesino. Cogió el móvil y la llamo.
-
Teléfono no disponible, o fuera de cobertura- repetía, una y otra vez, una voz
metálica e impersonal. El corazón lo tenía en un puño. Se le ocurrió llamar a
las oficinas de la fundación, pero no había línea. Recorrió al móvil de su
empleada, obteniendo los mismos resultados. Empezó a desesperarse.
En
aquellos instantes, sonó el timbre del interfono. Corrió a abrirlo, con la
esperanza que fuera Marisa, que se hubiese dejado las llaves. Se trataba de
Martín. Fue tal el azoramiento, que no tuvo fuerzas de colgar bien el mando del
interfono. Respiro hondamente, tampoco quería ser alarmista.
Su
cuñado, subió veloz, como si le persiguieran mil demonios. Hallo la puerta del
piso ya abierta. Jasmin le estaba esperando enfrente de la puerta, con una
mirada llena de miedo.
-
¡Dime, por favor, que Marisa está en casa! ¡Qué hoy no ha ido a trabajar!- le
suplico con los ojos a punto de llorar. Jasmin, se agarró con fuerza a la
puerta del piso. En el hondo de su alma, ya sabía que algo andaba mal.
-
¿Qué pasa?- fue lo único que pudo articular. Martín parecía ido, incapaz de
responderle. Jasmin se le encaro, lo cogió por los brazos y lo zarandeo.
-
Ha habido una explosión en el edificio dónde tenéis las oficinas.- dijo de una
forma mecánica, aún no creyendo lo que había escuchado por la radió de su
coche.- Aún no saben el cuantas víctimas hay… Se dice que ya hay cinco muertes
confirmadas, pero hay gente atrapada. Se ignora cuanta gente podría haber
dentro…
-
¡Pero qué dices! ¡No puede ser!- cogió el teléfono e intento llamar a su pareja
de nuevo. La misma voz metálica.
Martín,
incapaz de pensar con claridad, lo único que izo fue entrar en la sala y
encender el televisor. Puso la cadena de la autonomía catalana, y cómo pensaba,
estaban dando en aquel instante aquella tragedia.
Jasmin
lo siguió, aún sin hacerse a la idea de lo sucedido. Parecía que flotase y lo
que estaba pasando, le ocurriese a otra persona. Aquella calle no era dónde
estaba ubicada su oficina. Todo aquel montón de runa, de escombros desparramados
por toda la calzada… No era su sitio de trabajo.
-
Acabamos de saber, que en este edificio estaba la oficina de la fundación Calidad
de Vida. Una organización de cinco años de trayectoria, con una sólida tarea en
el tercer mundo y en los más desfavorecidos de la ciudad. Estaba regentada por
la ex top modelo, Marisa Cirera y su mujer.
Jasmin
le robo el mando del televisor a su cuñado y lo cerró. No quería sentir aquellos
buitres. No quería pensar en lo peor, su pareja estaba viva. Seguro. Haciendo
acopio de un gran valor, y actuando algo automáticamente, tomo las riendas de
la situación. Martín seguía perdido, paralizado por el miedo.
-
Me voy para allá.- determino firmemente.
-
¡No, voy yo!- reaccionando por fin. Pero la mirada de la alemana fue dura,
contundente. No admitía ninguna replica.- ¡Pues, te acompaño!
-
¡No, te quedas con Marina! Recuerda, en la nevera hay los biberones con leche.-
le ordeno. Cogió la bolsa y se despidió:- Regresaré con ella.- se lo promete,
aunque se lo dice por sí misma. No dejaría que le ocurriese nada malo. Marisa
era una sobreviviente. Saldría ilesa de aquello y las dos se reirían de lo
sucedido. Martín no dijo nada más, era más pesimista. ¿A caso, no había visto
las devastadoras imágenes?
Jasmin
tuvo suerte en pillar un taxi libre nada más pisar la calle. El taxista la miro
con curiosidad. Era obvio que sabía que había ocurrido y no se le paso su
mirada inquieta, su impaciencia por llegar a aquel destino algo siniestro.
-
No sé si podre acercarle a su destino, pero le dejare el máximo cerca que
pueda.- le advierte.- Esta la calle cortada.
-
Me da igual, con tal de qué lleguemos pronto.- le exige algo borde. Sólo quiere
llegar, ver a Marisa entre la multitud de los curiosos.
El
conductor pone la radió, siguen retransmitiendo la tragedia. No dicen ninguna
novedad. Tras haber controlado el fuego y asegurar la seguridad del edificio,
unidades especiales de los bomberos y del SAMUR iniciaban la recerca y rescate
de las víctimas.
El
corazón lo tenía en un puño, pero debía de ser fuerte. No debía de pensar en lo
peor. Pero los mensajes que retransmitían eran tan poco alentadores. Incluso,
ya empezaban a buscar culpables de lo sucedido. Qué si había sido una falla
eléctrica debido que el edificio era viejo y descuidado. O quizás a una fuga de
gas. Responsabilidades y responsabilidades. ¿A caso no les importaba las vidas
que se habían perdido en el triste suceso?
-
El ayuntamiento debería ser más exigente con las inspecciones. Todos los
propietarios son unos explotadores, lo hacen todo por reducir costes.- opino el
taxista, no disimulando su desprecio e intolerancia por aquellos hechos.- ¿No
le parece?
Jasmin
no le apetecía hablar ni mucho menos rebatirle sus argumentos. Había gente
realmente insensible y cruel. Pérfidamente curiosa. Por ganas, incluso se
hubiera puesto tapones en las orejas. Una y otra vez, repetían la misma
información.
Cogió
el móvil, intentando evadirse de aquella pesadilla. Abrió el washap, el cual
estaba casi colapsado. Abrió el chat de Nelle, que le preguntaba si había visto
a Anni. Gisela también la había molestado. Le contesto, que no y que no
volviera a decirle nada de ellas.
-
Lo siento, tengo otra cosa mucho más grave para preocuparme.- fue algo seca y
dejo de hablar con su amiga. Reviso rápidamente los otros mensajes. Algunos
eran amistades de Barcelona, preocupados por lo ocurrido. No les dijo nada.
Empezaba a sentirse mareada y con ganas de llegar a su destino y que se terminase
aquella pesadilla insufrible.
El
móvil empezó a sonarle otra vez. Era Nelle. Su insistencia le irritó y la
respondió con mala leche. Quería tener la línea telefónica libre, por si le
llamase Marisa.
-
¿Qué parte no entiendes? No quiero saber nada de Anni…- le soltó sin más,
rasgando la crueldad.
-
Jasmin, jamás pensé que fueses tan insensible- se defendió Nelle, algo herida
por su desplante.- Gisela está a Barcelona, muy histérica, buscando a Anni.
¿Sabes algo?
-
¡Ah, es por eso!- rió brevemente con sarcasmo.- Ya he hablado con ella. No sé
nada. Y es lo menos que me preocupa.- y le terminó confesando lo que estaba
sucediendo. Su amiga pareció que la hubiese fulminado un rayó, quedo
completamente muda.
-
¡Dios mío, Anni podría estar también en el edificio!- exclama finalmente.
Jasmin se queda frita con su declaración, completamente descolocada. No entendía
nada.
-
¿Cómo dices?- atina a decir, agarrándose en el asiento del copiloto. No daba crédito
a lo que su amiga le estaba diciendo. Multitud de preguntas inundaron su
interior. ¿Qué hacían reunidas su mujer y su ex? Arranco aquella mala hierba de
su mente, no tocaba. Debía de focalizar todas sus energías en cosas positivas.
-
De acuerdo, entiendo que es mal momento.- aceptando la negativa de Jasmin de
hablar de aquel tema, estaba preocupada por su pareja.- Ya me tendrás
informada.
Intenta
distraerse mirando al exterior, pero le era difícil evadirse. Ella que nunca había sido religiosa, empezó a rezar.
Por favor, si existía algún Dios a arriba al cielo, que le hiciera el favor de
mantener a su mujer en vida. Anni también estuvo presente en sus plegarias. Le parecía
cruel que el destino le arrancase, de un plumazo, a las dos personas más
especiales de su vida.
Nada
más llegar a la altura de la calle donde había ocurrido la tragedia, ya vio un
tumulto de gente, coches de la policía autonómica, vehículos de la prensa de
varias cadenas… No se podía acceder más allá, porque estaba la calle cortada.
Pago
el taxista y bajo del coche. Cómo una autómata ando hasta el coro de los
curiosos. Habían acordonado la zona, sólo dejaban entrar los vehículos sanitarios.
Se hizo paso entre la multitud, ignorando los periodistas con sus sendas cámaras,
intentando captar la mejor perspectiva de la tragedia. ¿A caso no tenían ética?
Estaban sacando algunos cuerpos de los escombros y seguían grabando como si
nada.
Jasmin
consiguió llegar hasta el cordón policial, muy bien controlado por varios
agentes de la policía. Des de allí, se podía contemplar mejor el duro panorama.
Verlo en directo era desolador, lacerante, doloroso…
Piedras,
por todos los sitios, objetos de personas anónimas dispersados por toda la
calle, gente llorando, olor a polvo y a quemado, ruidos estridentes procedentes
del edificio cadáver, de paredes que se caían, cuerpos tapados por mantas… Aquello era bien real, dolorosamente real. No podía
esperar por más tiempo, debía de encontrar a su mujer.
-
¡Marisa! ¡Marisa!- empezó a chillar, peinando la zona con la esperanza de verla
entre la gente o entre los sobrevivientes. Su voz se confundía con otras voces,
con los sonidos de las sirenas… Se acerco a un policía, para pedirle acceder a
dentro. Necesitaba encontrar a su mujer, hallarla con vida.
-
Lo siento, la zona sigue siendo poco segura.- le informó.
-
¡Por favor, déjame entrar! Dentro probablemente había mi mujer y otra amiga.-
pero su explicación no le hizo cambiar de opinión.- ¿Lo podría consultárselo con
un superior? Podría de serles de mucho ayuda, soy una de las fundadoras de la
Fundación Calidad de vida.
-
Me han dicho que puede pasar.- le dijo al final, tras haber comunicado con
alguien por teléfono. Un oficial la intercepto por el camino y le pidió que la
acompañase.
-
¿Por favor, sabéis donde esta Marisa Cirera?- le increpo, impaciente. Con un
nudo en el estomago.
-
No lo sabemos. No está entre las víctimas. No le aconsejó reconocer los
fallecidos, algunos están en pésimas condiciones.- le advirtió, temiendo que la
mujer de la famosa modelo se lo pidiera. Quería evitar un espectáculo lamentable
y laminero para la prensa sensacionalista. A parte, ver cuerpos mutilados y
completamente quemados era algo horrible. Incluso a él, a pesar de ser ya algo
mayor y experimentado, le costaría lidiar con ello.
-
¡Marisa está viva, me escucha!- le espeta sin más, no queriendo aceptar ninguna
otra alternativa.- Para empezar, no sé si estaba en las oficinas. Había quedado
con una amiga común, Anni Brehme.
-
¿La cantante alemana?- le pregunta el oficial, a la vez que toma nota en su
bloc. En su interior, piensa que si ocurre lo peor, sería un notición por la prensa
más rosa. ¡Qué triste aquello! Si todas las victimas fueran gente corriente, o
humilde, sólo serian noticia de un día. Como ocurría con tantos
emigrantes-refugiados que se morían, casi a diario, intentando sobrevivir o
buscarse mejor vida.
-
Sí. ¿Pero eso importa ahora?- los dos se miraron y se comprendieron.
-
No pierda la fe señora Fleming, aún quedan personas por rescatar.
-
Quiero ayudar, no quiero permanecer impasible aquí fuera esperando.- se le
acude de repente. El policía la miro como si fuera una loca. Pero antes de que
le prohibiera hacerlo, Jasmin corrió hasta un bombero y le solicito un casco.
Este se lo negó, pero eso no la freno.
No
tenía miedo. Nada estaba perdido. Sentía que Marisa estaba al interior del
edificio, esperándola. No podía permitir que le ocurriese nada malo, que
muriese entre los escombros. Varios bomberos trataron de impedirle el acceso.
Pero fue tenaz con sus objetivos.
Una
mujer bombero, comprendiéndola, se le acerco. Le tendió un casco y se ofreció para
acompañarla. Juntas sortearon escombros, atendieron a la gente que encontraban.
Cada persona que rescataban con vida, era una bocanada de aire y de esperanza.
Pero seguía sin encontrar a su mujer y a Anni, suponiendo que aún estuviesen juntas.
Se
adentraron más en el interior del edificio, que estaba agujerado por el medio,
y se podían divisar parte de las habitaciones de las viviendas. En cierta
forma, parecía que fuera una casita de muñecas, muy semejante a una que tuvo de
pequeña.
Jasmin
empezaba a desesperarse. El olor a polvo, a quemado y a sangre le empezaba a
asfixiar. Todo aquello era un sinsentido, tan siniestro e injusto. Se tuvo de
parar un momento. Hiperventilaba y todo lo veía borroso.
-
¡No desfallezcas Jasmin!- le animo la bombera. Se le acerco y la obligo a
mirarla. Aunque, no quería mentirla. Había altas posibilidades de Marisa estuviera
lapida por varios escombros. Si era así, ya había fallecido.
De
repente, se escucho una voz que chillaba y pedía ayuda. Procedía de un lateral,
puede de un piso superior. Las dos mujeres se miraron y corrieron hasta aquel
rayó de luz. Pero otras preguntas se amontonaban.
Alguien
las estaba mirando des de la distancia, su mirada era lánguida y algo perdida.
Conmoción definía mejor su estado. No entendía como todo puede cambiar en un
simple suspiro. Una alarma suena, abrirse la puerta y no tener consciencia de
lo que está ocurriendo. Sólo verte propulsada por una fuerza más fuerte que tu
propia voluntad, tener la sensación de ser títeres de algo que una no puede
controlar…
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