(4)
El amor te dará alas para burlar la muerte
Una
noche más yaciendo sola. Mi marido ha vuelto a emborracharse y ha preferido
dormir solo en otra habitación. Me sigo sintiendo otra pieza más de sus
posesiones, o cualquier de su servicio. No entendía nada, porque distaba a ser
como me contaron mis cuñadas u otras damas. ¿No me encontraba bella como mujer?
¿Y por qué de repente me preocupaba tanto? Quizás, porque mi padre me exigía
que le diera pronto un nieto. Las mujeres deberíamos asegurarnos nuestra
posición en la sociedad, llevando al mundo a varones. Así se ganaba un respeto
y poder. Y el Márquez Möller quería asegurarse los favores de los Echegaray.
El
día había sido muy intenso. Sentía que estaba atrapada unas tierras movedizas,
dónde no podía escapar. Nada era lo que parecía. Era un monigote de intereses
ájenos. ¿Por qué no luche por ser monja? Allí todo era seguro, sencillo, claro
y cristalino. Sólo se respiraba amor. Siempre había algún que otro pecado a
vencer, pero todo se hablaba y se solucionaba rápidamente.
Me
tenía transpuesta la posibilidad de qué mi bandolera estuviera mal herida, o
muerta. Seguía sin entender cómo se había arelado en mi alma en tan solo verla
un par de veces. Quizás, era la encarnación del demonio. Posee la mente de las
personas que pecan y tientan a seres vulnerables como yo. Me sentía tan
desubicada y pérdida fuera del convento. Aprendiendo de las normas de los no
laicos, que jugaban a la doble moral, al exceso de ostentación y miraban a las
clases inferiores con desprecio.
Me
removí varias veces de la cama, tratando de desconectar de mi insulsa realidad.
A las 4 am, desistí. Me levanté. Me puse una bata ligera y baje a la planta
baja, donde estaba ubicada la cocina. Otras puertas chirriaron. Era como si el
palacio fuera habitado por fantasmas, espectros, que se sólo se manifestaban en
la negra noche. Me desplace rápido, de forma sigilosa por miedo de ver algo que
no debía.
Baje
por las escaleras, a medida que descendía escuche unos golpes secos procedentes
de la puerta principal. El mayordomo salió de las dispensas del servicio para
atender la imprevista visita. Me miró y me pidió que me apartara, por si acaso
era un maleante por aquellas horas. Me negué. Los golpes cada vez eran más
fuertes.
-
¡Abra por favor, no deseo que despierte a nuestros invitados!- le exigí.
Mi
empleado, un hombre ya algo mayor, me obedeció. Nada más quitar los cerrojos y
girar la llave abrió la puerta y un cuerpo se desplomo ante nosotros. Corrí
hacía él. Me agache. Era una mujer, de pelo largo, negro y algo ondulado. Iba
vestida con ropa masculina. Su rostro besaba el suelo. Le cogí la cabeza con
delicadeza y se la voltee. Sus ojos estaban cerrados, pero por su nariz y boca
supe que era mi bandolera. Recordé las lecturas médicas que leí en el convento.
Le busque el pulso en su muñeca. Por suerte seguía viva.
-
Señor Valentín, me ayuda a cargar con la herida y llevarla en una habitación
del servicio libre. Luego, vaya a por un médico.- Le ordene con firmeza.
-
Lo siento señora, creo que antes deberíamos de informar a su marido.- Protestó
el viejo mayordomo, que había estado al servicio de mi familia política desde años
inmemorables. No me fiaba de su lealtad, pero últimamente no era tan metódico
con sus tareas. Incluso, alguien del personal domestico me confesó que andaba
muy despistado y se olvidaba de algunas de sus responsabilidades.
-
Mi marido está cansado del largo viaje, por favor no lo despierte, se puede
molestar. Me debe lealtad y obediencia. Actualmente, soy la señora de la
mansión. ¿O quiere que me queje y lo echen a su edad? Sé, que nunca se ahorra
lo suficiente para costearse una casa.- Sí, fui muy cruel. Lo único que me
importaba era salvarle la vida a la única persona que me hacía sentir mujer.
Conseguí doblegarle la voluntad y me ayudo. Antes de que se marchara le exigí discreción.
Busque
a Ingrid, una chica joven que había contractado para reforzar la servidumbre. Me
fiaba de ella, porque su mirada era transparente y no parecía una cotilla. No
se molesto cuando la desperté. Le conté la situación y no pestañeo cuando le
solicite cuidar a la enferma. Nada más ver la bandida en la cama, pálida, algo
fría y perdiendo sangre por la herida de su abdomen, por el lado derecho,
empezó a mandarme. Al parecer, no era la primera vez que estaba enfrente de
aquel tipo de lesiones.
Le
quitamos la ropa de hombre, limpiamos su cuerpo lleno de barro y la herida.
Luego, cogimos sabanas viejas y presionamos sobre ella para detener la
hemorragia. Atamos una sabana en su barriga para aumentar la presión.
Seguidamente, le pusimos un viejo vestido para simular que era una pobre mujer.
Su ropa me la lleve en la cocina y la queme en el fuego de tierra.
La
espera se me estaba haciendo insufrible. Me levantaba y exploraba su cuerpo.
Por suerte había cesado el sangrado. Le toque el rostro, seguía pálido pero no
estaba tan frio. Su respiración era regular. Era una bella durmiente. ¿Y si la
besaba como en el cuento, la despertaría? Acalle mis alocados pensamientos. Mi
criada me miraba, respetando mi silencio.
-
Su amiga se salvará, ya verá.- Sus palabras me chocaron. Me separé de mi
asaltante como si estuviera poseída por una enfermedad infecciosa.
-
Eso espero. Ingrid, gracias por su colaboración. No la conozco. Quizás sea el
ladrón que han herido en el asalto de mi esposo la tarde anterior.- Me acerque
más a ella, para estudiar su rostro. Seguía sereno. Me dio confianza y
proseguí.- Soy muy cristiana, no dejaré que esa pobre mujer le caiga el peso de
la ley. No me concierne a mí juzgarla. Si es una de los que me asaltaron al
venir a Viña, solo roban para ayudar a la gente necesitada. No lo justifico,
pero lo entiendo.
-
¿Qué desea Señora Marquesa?
-
Simplemente, que ocultamos su identidad. Ignoro su nombre. Sólo la he visto dos
veces. Pero doy fe que es una buena mujer.- Le implore.
-
No hace falta que me de tantas explicaciones Señora. Me educaron para servir,
acatar las órdenes y a ser discreta.- Se lo agradecí.- Vamos a decirles a
todos, que esa señorita ha acudido a nosotras, pidiendo socorro porque un
hombre la ha violado y ha tratado de matarla para acallarla. ¿Qué opina?
-
Genial Ingrid.- Me acerque a ella y le di dos besos.
-
Si desea puede retirarse, yo espero la llegada del médico.- Rechace su
propuesta. Quería velarla y saber su pronóstico.
-
No, mejor que vaya usted a descansar.- Le sonreí. Intuyendo que quería estar a
solas con aquella misteriosa mujer me dejo, sin antes remarcarme que si la
volvía a necesitar la llamase.- Ten por asegurado su trabajo en la mansión.
-
Muchas gracias Marquesa, no sabe el favor que me hace.- Le sonreí y se fue.
Por
fin me quede a solas con la bandida que me había quitado el sueño, que me hacía
soñar despierta, que con solo mirarme, o rozarme la piel, me hacía vibrar. Me
levanté y me senté en el borde de su cama. Le arregle el su preciosa caballera
oscura con los dedos. Era tan hermosa como la había imaginado. Acaricie su
rostro con las yemas de mis dedos. Percibí un leve parpadeo en sus parados. Por
unos instantes me entusiasme, creyendo que resurgiría del más allá. Siguió
profundamente dormida. Perdí el miedo de tocarla. Reseguí sus labios algo
cortados por el aire y resecados por el sol.
-
Aún no se si lo que siento por ti es amor. Es tan prematuro, inédito, intenso y
confuso. Estoy perdida. Nunca me he enamorado de nadie. Por favor, no me
abandones ahora que empiezo a sentirme mujer, a descubrir el amor. Debes de
luchar para sobrevivir.- Le susurre a unos palmos de su bonito rostro.- El amor
es fuerza, nos ilumina el camino, infunde vida en nuestros corazones… Quiero
que lo sientas, lo palpes y te de alas para burlar la muerte.
Siguiendo
un impulso me agache más, le agarre suavemente el rostro, y acerque mis labios
a los suyos. Los moví lentamente, con
miedo de dañarla debido a mi torpeza de amante inexperta. Eran suaves como
pétalos de rosa. Fue una caricia breve. No reprimí las lágrimas, las libere.
Nuestras narices se rozaron. La bandolera gimió de repente. Me asuste, me
separe un poco. Tristemente seguía con los ojos cerrados. Pero su aliento de
vida me dio esperanzas. Me había escuchado, lo sabía. Volví a probar la miel de
sus labios con más audacia. Y mágicamente movió los suyos, embriagándome de
emociones multicolor. Me desprendí de mi cuerpo terrenal y volee lejos.
Nuestras almas se entrelazaban, bailaban una tierna melodía. Una explosión de
luz y colores.
Mi
boca se abrió para coger una bocanada de aire y su intrépida lengua se coló
dentro de mi cavidad bucal. Las sensaciones se incrementaron. Mariposas
aleteando en mi interior. Cosquillas en mis partes íntimas. Vertiginosas
sensaciones. Me detuve algo transpuesta y me separé bruscamente. Me sentía una
extraña habitando el mismo cuerpo de siempre.
Muy
avergonzada, me oculte el rostro con mis manos. Sus ojos marrones amanecieron, contenían
tanto amor, tan traslucido y puro. Nadie podía maquillar su alma ante las
puertas de la muerte. Torpemente levanto sus manos y me aparto las manos de mi
cara. Se formó un fuerte nudo en mi estomago, que me quito el aliento. Era
incapaz de huir de aquel volcán de sensaciones, de aquel torrente que me
arrastraba más allá de mi reducido mundo.
-
Mi dama, de mirada celestial. La más dulce de Chile.- Me susurro con un débil
hilo de voz.- No le temo a la muerte. No sufra por mí.- Sus dedos algo fríos me
secaron las lágrimas que descendían por mis pómulos. Su respiración empezó a ser
algo irregular.- Gracias por regalarme su amor y transportarme al paraíso, por
unos minutos, más allá de las fronteras del bien y del mal. Con su tierno beso
me moriré feliz…
-
Mi querida bandolera, no digas eso. No te rindas. Te salvarás y podrás empezar
de nuevo, lejos de los peligrosos caminos que te han traído moribunda a mi
lado.- Le agarre fuerte de las manos y se las bese. Le sonreí, llena de
esperanza.
-
Eres un sol. No soy merecedora de nada Mercedes.- Sus ojos se ensombrecieron de
tristeza.- Con mis manos he arrancado la vida de muchas personas, he
descabezado familias y he provocado sufrimiento. ¿Y todo por qué? Por una
insana envidia, por rencores inútiles y rabiosa con la crueldad de mi destino.
No quiero lamentarme ni negar los atroces actos de qué he sido capaz.
-
¡Por favor, guarde tus energías para sanarte!- Le cerré la boca con un dedo,
deteniendo su martirio personal. Sus labios besaron mi dedo y me derretí. Lo
goce mucho. Me mordí el labio inferior Me detuve, frenada por mi razón.
-
Deje que Dios haga su voluntad.- Me suplicó.
-
¿Por qué se tortura tanto? Debería de verse a través de mis ojos. Ante mí hay
una gran mujer, que lucha por sus principios, que se interesa por el próximo y
tiene un corazón enorme, que trata de esconder. Lo entiendo, el mundo hostil y
daña a los seres sensibles.- Mis palabras la hicieron enmudecer.
-
Si me conociera no me diría esas bellas palabras. Shakespeare te diría: “El
amor es un loco tan leal, que en todo cuanto hagáis, se lo que fuere, no halla
mal alguno.”
-
“Antes que nada ser verídico para contigo mismo. Y así, tan cierto como que la
noche sigue al día, hallarás que no puedes mentir a nadie”. De Hamlet.- Le
replique emocionada. Me encantaba aquel escritor inglés. En el convento, aunque
parezca raro, poseían la mayoría de sus obras. Probablemente, había sido una
donación de alguna familia inglesa. Me sorprendió gratamente que lo conociera.
La cultura no estaba al alcance de todos, era injusto e intolerable.
-
El amor nos da alas, nos ciega y lo embellece todo.- Tosió y sus ojos se
cerraron brevemente. Se esforzaba para ocultarme el dolor que sentía en la
profundidad de sus entrañas. Aunque le pesaba más su existencia.- Mi hermosa
dama, soy una insensata o una temeraria bandolera, nunca seré digna para ti.
Aún así no me temblará nunca la voz para recitarte la poesía de mi corazón.
Pasaría la mayoría de horas contemplando tus ojos azules, tan especiales y
centellantes, escuchando tu voz narrando historias, estremeciéndome con tu timidez
y con tus caricias.
-
Por favor, no sigas… Me haces sonrojar. Eso es una locura. No debería…- le di
la espalda muy nerviosa. No podía ser aquello real. Sólo al tener la muerte a
la esquina le hacía ser demasiado intrépida. Alargo su mano izquierda y me toco
el brazo, obligándome a retomar nuestro contacto visual. Respiraba de forma más
agitada y había empalidecido.
-
Perdóname por ser tan audaz.- Cruzamos los dedos. Su mirada marrón se estaba
marchitando. Focalice su barriga y vi como las sabanas se iban enrojeciendo.-
¡Dios mío, perdóname por todos mis errores! Mercedes te…- y se volvió a
desmayar. Le puse las manos en sus hombros y le zarandee.
-
¡Por favor, no me abandones! Siento escandalizarme por tus hermosas palabras.-
le suplique. Permaneció ausente.
Volví
a presionar la herida con todas mis fuerzas. La puerta de la habitación se
abrió y por fin había llegado el doctor. Miro a la enferma, parecía muy extrañado.
Se giró hacia a su acompañante interrogándolo con los ojos. Desconcertado me
verbalizo su inquietud.
-
¿Qué le ha ocurrido a Bárbara Gacitúa? – Me quede unos instantes bloqueada. No
me sonaba su apellido ni nombre. Más que nada, fue una oleada de realidad. Me
estaba fascinando por una auténtica desconocida, de la cual ni había sabido su
nombre.
-
Creo que la han violado y seguidamente disparado.- Le explique, a la vez que me
apartaba de su cuerpo inerte. Agache la mirada avergonzada. - ¿Quiere que le
asista doctor?
-
Sí, por favor.- Dejo su maletín en la silla más cercana a la cama.
Se
limpió las manos. Sacó su instrumental y selecciono unas tijeras para cortar la
venda. Trabajaba en silencio y sin ocultar su preocupación por la vida de su
paciente. Había perdido mucha sangre. Le tuvo de operar para sacarle la bala.
Había entrado por el lado derecho de su abdomen y viajado hacia su cérvix,
afectándole su aparato reproductor.
-
¡Oh, Dios estaba embarazada!- con unas pinzas me enseño una estructura amorfa y
muy pequeño. Me dolió. Una vida en potencia perdida en el ocaso. Estoicamente fui
capaz de ver como se lo arrancaba de sus entrañas y lo despojaba fríamente
dentro de un bote. Lloré de impotencia, de horror y por un sentimiento ajeno a
mi existencia. Fue revelador, descriptivo y muy doloroso. En algún lugar de
Chile, quizás cerca, la estaría esperando su marido, el padre de su frustrado
bebe. ¿Quizás, el otro bandolero? Me sentí engañada por sus dulces palabras
teñidas de falso amor. ¿Por qué era tan ingenua? Nadie se fijaría en mí. Siempre
he sido alguien muy insignificante e invisible. Augusta tenía razón, simplemente
soy una beata.
-
¿Se salvará?- atine a decir, conteniéndome el llanto.
-
Espero que sí. Las siguientes horas serán cruciales.- Me facilito las
indicaciones terapéuticas para cuando recobrará la conciencia.- Empezar dándole
agua, caldos y si tolera comida más consistente. Debe de reposar, prohibido que
realice ejercicio o movimientos bruscos. Los puntos se le pueden abrir y no
curarse bien la herida.
-
¿Podrá volver a ser madre?- me atreví a preguntarle. Cruce los brazos,
protegiéndome de la tormenta que se avecinaba a aquella mujer tan atípica.
-
No se lo puedo asegurar Marquesa. Es probable que no, si más no tendría un embarazo
de alto riesgo.- Se limpió las manos ensangrentadas. Estaba algo cabizbajo.- Por
favor, cuéntame la verdad… ¿Cómo es que Barbarita ha acudido al palacio Echegaray?
-
Ya se lo he dicho, ha llamado a nuestra puerta, estaba herida y nada más
abrirle se ha desmayado. Se ha despertado un momento, hablaba
entrecortadamente y algunos de sus motes eran inteligibles. Con una de mis
criadas hemos deducido que la han agredido sexualmente.- Le narré flojo, porque
Valentín me estaba asechando silenciosamente.- ¿De qué la conoce? Quizás,
deberíamos avisar a su familia.
-
La Señorita Gacitúa no tiene nadie. Bueno, su madre aún vive, pero la
repudió a sus 18 años.- Me confesó hablándome flojo.- En realidad, hacía
tiempo que no la veía. Por eso me he sorprendido. La creía lejos de ese pequeño
pueblo.- Deduje un halo de misterio entorno de la bandolera. No insistí más. No
era de incumbencia.
-
Entiendo. Le agradecería también discreción. No me gustaría poner en un aprieto a mi marido y ensuciar su
apellido.
-
Por supuesto Marquesa. Mi código profesional me lo exige.- Recogió su
instrumental, lo guardo dentro de una cajita de metal. Me hizo una reverencia y
se fue. Minutos más tarde regreso el mayordomo. Leí en su mirada aún desconcierto.
Había creído que la visita era un hombre.
-
Ya se puede ir a dormir Valentín.- Le solicite. Quería velarla hasta la
madrugada. El hombre me obedeció a regañadientes. Mi comportamiento era
bastante inusual, distinto al de su antigua señora. Extrañamente había gente que
les costaba adaptarse a los nuevos aires, y estaban acostumbrados a ser
tratados como objetos por sus amos.
Apague
la mayoría de velas y sólo deje un par a los laterales de la cama, que le
iluminaban su rostro de forma indirecta y no la molestarían. Me arrodille y
empecé a rezar. Siempre me reconfortaba hacerlo. Al cuarto padre nuestro, me
desmorone. Me dolía el pecho izquierdo, como si alguien me hubiera clavado un
cuchillo allí. Las lágrimas se derramaron y empecé tener pequeños espasmos por
todo el cuerpo. María Elsa no me había dicho que el amor doliera tanto.
-
¡Nicanor no, por favor…! ¡Nicanor!- exclamo Bárbara. Su voz fue algo
desgarradora. Me puse de pie. Mis piernas estaban algo inestables, pero
conseguí acercarme a la cama. Sus ojos seguían cerrados. Luche para no agarrarle
la mano y apretársela, para darle sosiego por su pesadilla. Debía de ser fuerte.
Determiné que la cuidaría hasta que se recuperase y luego que retomase su vida
de forajida. No me preocuparía más por ella.
Salí
de la habitación. Pase por la alcoba de Ingrid, la desperté porque estuviera
pendiente de ella.
Eran
las ocho de la mañana cuando me metí en la cama. Conseguí dormir quizás media
hora, cuando alguien abrió la puerta de mi dispensa. Me incorpore algo
soñolienta. Ante mí había mi marido, luciendo uno de mis camisones. Extraña
composición. Dudé si era un sueño o no. Tenía los ojos rojos de haber llorado. Me enterneció
verlo así.
Me acerque a él y lo abrece. Como pude lo metí encima de la cama y lo mecí como si fuera un niño chico. Poco a poco se fue calmando. Le di varios besos en la cara. Por unos instantes, me imagine que enfrente de mi tenía a la bandolera, totalmente rendida a mí. Cogí aire y me concentre en mi realidad más inmediata, debía de empezar a asumir, de una vez por todas, que era una mujer casada. Debía de tomar la iniciativa y...
Continuará...
Me acerque a él y lo abrece. Como pude lo metí encima de la cama y lo mecí como si fuera un niño chico. Poco a poco se fue calmando. Le di varios besos en la cara. Por unos instantes, me imagine que enfrente de mi tenía a la bandolera, totalmente rendida a mí. Cogí aire y me concentre en mi realidad más inmediata, debía de empezar a asumir, de una vez por todas, que era una mujer casada. Debía de tomar la iniciativa y...
Continuará...
Que me tiene enganchada esta historia eres muy creativa x mi ya kiero leerla toda no puedo esperar me desespero jeje publik pronto xfa
ResponderEliminarHola,
Eliminarayer termine ese capítulo, cuando pueda empezaré el siguiente.
Tu que crees:
¿Mercedes seducirá su marido y tendrán sexo?
¿Será capaz de echar de la mansión a su amada bandolera una vez se haya recuperado?
¿Se quedará sola por fin Mercedes en la mansión?
Hola la primera opcion no me gusta😂 ojala q a ti tampoco tu eres la escritora y lo estas haciendo muy bien estoy facinada asi q esperare a seguirme sorprendiendo pero estas tardando con el 5🙏
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