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JAMÁS VOLVERÁ A SER LO MISMO Capítulo 11 (parte 2) (Fanfic de Jasmin y Anni de Guten Zeien, Schlechte Zeiten)



(2)
Jasmin aprendía que el mundo no había fronteras, a vivir el día a día. Vivir con lo que llevaba encima, de lo sencillo, de dar el valor necesario a los objetos y experiencias. Los problemas se relativizaban atendiendo el aquí y ahora. Era cierto lo que había leído sobre otras experiencias de otra gente. Haciendo el camino te desprendes de todo, de las dinámicas negativas, de los malos rollos o peores pesadillas…
No se trataba de borrarlo, sino de verlo des de otro ángulo. Aceptarlo como una parte de nosotros mismos, como algo de nuestra historia personal y a convivir con ello.
Mentiría, además, que había momentos que el recuerdo de Anni le invadía. La recordaba feliz y entusiasta. Pensaba que aquello también le encantaría. Y en un momento dado, se dio cuenta de qué pensaba en ella como alguien muy apreciado de su pasado. Se entristeció en darse cuenta de pensar así de su ex, era como si una puerta se cerrase irremediablemente.
Ilusoriamente tenía la esperanza de sanarse para volver a su lado, para amarla sin dobleces. Pero se dio cuenta que era una utopía. Su silencio o la lejanía que había antepuesto entre ellas acarreaban unas consecuencias lógicas. Pensar en ello, fue como si le hubiesen dado un electrochoque. Todo de repente perdió su sentido.
Los pies le ardían, a pesar de que no había llegado ni a Lleida. De hecho, estaba llegando al pueblo de Pallerols. La guía mencionaba la iglesia de San Jaume, como punto de visitar. Le recibieron unas silenciosas calles, parecía una localidad deshabitada.
Algunos perros ladraban nerviosos al sentirla pasar por sus lares. Aunque siempre le incomodaban sus chillidos amenazantes no se detenía. Busco la iglesia, como si fuera parte de un juego con premio. Enfrente del templo había una plaza, con un poco de jardín y alguna flor. De inmediato sintió como una mujer lloraba. Contrastaba con el silencio sepulcral del sitio.
Por unos instantes, pensó que era su espíritu quién lloraba, o las almas perdidas que salían de su escondite atraídas por su propio tormento. Pero el suplicio de aquella mujer seguía, manifestándose como algo real. Creyó que procedía del lado derecho. Corrió hacía allí y la vio. Era la mujer de cuarenta años que había visto al monasterio de Montserrat, sentada al pie de la entrada de la iglesia. Lloraba desconsoladamente, su rostro reflejaba un rictus de dolor.
Jasmin se le acerco y la abrazo, sin pensar en lo correcto o no. Hizo lo que su alma realmente necesitaba, ser confortado y acunado. Su acto piadoso pronto fue recompensado, la mujer también la abrazo fuertemente. Ambas se despojaron de los prejuicios, conocieron la gratitud en mayúsculas. Por más que a veces nos pese la soledad, siempre puedes hallar a alguien que se preocupa por ti y te hace sentir menos solo.
Un cuarto de hora más tarde la pelegrina había recuperado la compostura. Se separo de Jasmin y le regalo una sincera sonrisa. Le hablo en catalán. Jasmin le musito que era alemana y no entendía aún su idioma.
- ¡Ah! No problema.- le dijo, a la vez que le señalaba su pie derecho. Entonces la entendió. Estaba triste porqué se había hecho daño a aquel pie, y se había sentido sola e impotente.
La ex modelo le sonrió, para tratar de infundirle esperanza y fuerzas. Cogió su mochila, y de un bolsillo lateral sacó unas barras de chocolate. Se las dio.
- El chocolate un manjar de Dios.- la mujer pareció que la había entendido y se le iluminaron los ojos. Compartieron aquel pequeño bocado sumisas en sus propias cavilaciones, sintiendo que el sol primaveral les acariciaba el rostro.
Una hora más tarde determinaron salir de la localidad. Jasmin le miro el pie dañado, que estaba hinchado. Le intento decir que sería mejor acudir al médico, o buscar ayuda que quizás no era una buena idea andar de aquella forma. La mujer, que le dijo que se llamaba Vera, lo rechazo con fervor.
Se incorporo y empezó a andar, aun que cada paso que daba era como si recibiera un latigazo. Aún así no se retracto de su decisión. La alemana le cogió por la espalda, ofreciéndose de muleta. Su ayuda fue bien recibida y retomaron su camino.
Al llegar al pueblo vecino, San Antolí, le seguía doliendo horrores. Aún así no quiso ayuda, ni de un hombre de allí, que les propuso ir al consultorio médico del pueblo. Jasmin preocupada por su compañera de trayecto, la obligo a ir.
El médico les dijo que se debía de hacer una radiografía. Vera seguía reacia y parecía enfadada con Jasmin por haberla llevado allí. Para ella era muy trascendental terminar el camino de Santiago.
- Es un pequeño bache, te prometo que lo conseguiremos.- trata de hacerle comprender:- Es importante tu salud, para poder disfrutar del camino.
De todos modos, sólo consiente que le realicen un vendaje. Les comenta que sólo quiere llegar a Cervera y allí acudirá al Centro de Salud. Aquel remedio le ayudo a llegar al final del tramo de aquel día.
Estuvieron en la capital de la Segarra (una comarca de Cataluña), casi una semana. Vera se hizo la prueba para descartar si había fractura, la cual confirmo solo era un esguince. Le pautaron reposo. Refunfuñando acepto hacerlo.
Jasmin decidió restar a su lado. En cierta forma le fue bien, necesitaba un pequeño descanso. Aparte, sintió que ya había hallado su compañera de camino y quería terminarlo junto a ella. Mientras Vera cumplía a raja tabla las indicaciones médicas, ella se paseaba por las calles de Cervera.
Era incapaz de restar inerte en un sitió. Aquella ciudad destilaba una fragancia muy melancólica. La niebla invernal se hacía aún omnipresente. Pasado y presente convivían armónicamente.
El imponente edificio de la antigua universidad de Cervera, regia hermoso ante una nuevecita plaza. Había sido mandada construir por Felipe V, el primer monarca del linaje de los Borbones. Tras ganar la guerra, trato de controlar las tierras Catalanas cerrando universidades y centralizarlas construyendo la de Cervera.
Según la leyenda popular de la localidad, Felipe V escogió aquel sitio como premio por haberle apoyado en la guerra de sucesión. Y según las crónicas, Cervera le pidió como regalo tener un puerto de mar. Como aquello no fue posible les construyo la universidad. Quizás, querían tener vías para el comercio. Y des de entonces, se ironiza con el puerto de mar de Cervera.
El caso es que el edificio había sobrevivido al árido clima de la zona, a pesar de estar construido por piedra sedimentaria (si la tocabas notabas las arenilla que se desprendía), a las contiendas bélicas. Fue usada incluso por prisión. Actualmente, se estaban impartiendo clases de bachillerato y de centro asociado de la UNED.
Cervera no era una ciudad bulliciosa. Jasmin a pesar de considerarse muy urbanita, que le gustaba el movimiento de gente, se sintió como en casa. Le gustaba aquella tranquilidad, aquellas callejuelas pequeñas del casco antiguo.
Bajar a la calle de las brujas, buscar los dibujitos de gatos y símbolos sobre el tema de la brujería. Era una calle que inspiro en la creación de una fiesta local, que se celebraba a finales de agosto: la Aquelarre. La despedida particular al verano. Fuegos, espectáculos y música inundaban aquellas calles con mucha historia.
Al penúltimo día de su descanso, apareció en dónde se hospedaban otro pelegrino. Era un chico joven, de unos treinta-y-un años algo hippy. Se llamaba Carlos, también catalán pero dominaba el alemán. Eran los únicos pelegrinos en la ciudad, hicieron buenas migas.
Era una persona sencilla, abierto y que se abrió a ellas con mucha facilidad. Confiar el prójimo parecía lo más fácil de hacer, sin ninguna doblez. Él les conto que siempre había creído en Dios y se planteo dedicar a su vida al sacerdocio. Pero la vida la planteo importantes retos, que le hicieron dudar de su fe.
Jasmin empatizo con él, ella estaba buscando una paz interior y a hallarse con su atentica yo. El cual se escuchaba cuando paras de rumiar, lamentarte de todo y te centras en el aquí y ahora. Aprendió a escuchar el viento, el canto de las aves, a sentir el sol, la humedad. Y de repente su yo más recóndito le empezó a hablar.
Era un susurro contundente, herido por lo vivido. Nunca se había creído merecedora de nada, quizás por eso sus relaciones solían ser inestables. Al carecer de amor en su infancia, había estado buscando afecto siempre. Nunca tenía suficiente y debía aspirar los reclamos de otros para saciarlo.
Se sintió una superviviente, que a pesar de todo se debía sentir orgullosa de ella. No dependía de los otros, de poseer o no tal persona ni cosas. Sólo era responsabilidad de ella su vida.
La culpa de su camino erróneo no era de Katrin (si la abandono cuando nació), ni de sus padres adoptivos. Quizás no los escogió como familia, pero si como afrontarlo. No fue lo suficiente fuerte para revertir su vida. Vivió a tientas, arrastrada por la marea del momento.
Debía perdonar todos sus agravios y aceptarlos. Y como decía el sabio de Carlos, lo negativo de nuestro pasado debía de convertirse en nuestro mejor aliado. Al principio, se enfado con él por ello.
- ¿Cómo justificas tu lo que mi padre adoptivo me hizo? ¡Me violo!- dijo con aplomo, sin que le temblara la voz. Aún haber asistido a terapia por ello, aquella cicatriz seguía viva en su interior.
- Fue algo humano…
- ¡Como te atreves a decir!-lo interrumpió llena de rabia.
- Todos cometemos errores Jasmin.- le respondió usando el mismo tono de voz suave, no alterándose por su ímpetu.- Quizás él le hicieron lo mismo y estaba reproduciendo lo que conocía y creía normal.
- Me cuesta mucho creer lo que comentas.- siendo muy aséptica con ello.- ¿Cómo uno reproduce algo que le ha dañado?
- Una persona se acostumbra a todo, no hay nadie que te diga que lo que te hacen está mal. No conoces nada más que la opresión, el mal trato- opina al final Vera.- Lo asimilas como algo normal y no conoces otras formas de proceder. Inconscientemente, se repiten patrones de comportamiento.- hizo una breve pausa y compartió con ellos su cruda historia.- Yo he sido una mujer maltratada durante años. La muerte de mi marido me ha liberado. El padre de mi marido fue también un maltratador.
Carlos y Jasmin callaron, impactados por la historia de su compañera de viaje. Y el peor aún era que Vera se le había diagnosticado un cáncer a los ovarios. Lejos de hundirse en el fango de su mísera existencia, prefirió hacer realidad un sueño pendiente: realizar el camino de Santiago. Viaje que siempre había atrasado por satisfacer los deseos de otros.
La alemana no evito compadecerse de su amiga. Se le acercó y la abrazo. Pero el sentimiento de pena se transformo en admiración al acto. La fuerza de voluntad de Vera era encomiable. Era algo que a ella siempre le había carecido.
- ¿Lo sientes Jasmin? No se trata de ver la parte negativa de las vivencias, sino de intentar buscar la otra parte, la positiva.- filosofo Carlos.- La vida es dura y seguirá siendo. Por eso, lo más importante es como paseamos por el mundo. Cada cual es un ser valioso, con sus miedos… incluso tu peor enemigo tiene sus fantasmas.
- Entiendo. No importa el número de veces que nos caemos, sino cómo nos levantamos.- nunca una se debía de lamentar de lo vivido.
Los pies se acostumbraron andar por todo tipo de senderos, a las piedras. Las ampollas de los pies se sanaron y surgieron los callos, como recuerdos de la dureza inicial del trayecto. El cuerpo se acostumbra a todo. A comer lo justo lo necesario, a valorar los pequeños manjares y de la generosidad de la gente. La bondad humana existía. Y como decía el escritor, Pablo Cohelo, en su libro la Sra. Prim y el demonio, el bien y mal andan juntos.
El viaje no se le estaba haciendo pesado y lo seguía disfrutando con mucha intensidad. El paisaje era hermoso, estimulante, que le provocaba un orgasmo diario. El mundo era hermoso, lleno de parajes insólitos. Veías a simple insectos, como las cucas de luz, gráciles e insignificantes, pero majestuosos. No todo tenia de tener su razón de ser, simplemente era.
Ya estaban cerca de León, cuando les sorprendió una tormenta de granizo. Las piedras que caían de un cielo enfadado, eran del tamaño de una nuez y almendras. No supieron donde esconderse para que no les golpease.
Corrieron al lado de un viejo árbol y se abrazaron, tratando de protegerse mutuamente. Desearon estar en un sitio recogido. Una vez ceso, se rieron con ganas. Agradecieron por haber salido solo algo magullados. Pensaron en sus descendientes de la prehistoria que sobrevivieron a pesar de todo, aún no teniendo los lujos de qué disponían.
Pese a que sus ropas estaban mojadas prosiguieron su camino. Pero aquel día no llegaron a su destino. Acamparon cerca del sendero con alegría. Carlos les tenía prometido una clase de astronomía. Echaron mano de sus pocas provisiones y de raíces que el seminarista conocía. Se estiraron en los sacos de dormir y se sumergieron en el infinito universo.
Jasmin se perdió en el firmamento, seducida por la voz sedante de Carlos. Se imagino que era una libélula que volaba y volaba libremente, hasta llegar a las estrellas. La sensación era maravillosa. Quizás nunca se había sentido de aquella forma. Era feliz.
Volvió a recordar a Anni, después de un largo tiempo sin pensar en ella. Ya no había nostalgia ni resentimiento en su corazón. Era algo que jamás había experimentado. Era como si palpase todo el amor que su ser albergaba por Anni. Siempre la amaría. El firmamento era una especie de espejo, que le reflejaba lo que sentía con nitidez.
Estaba preparada para recibir lo que la vida tenía preparado por ella. Ya no le preocupaba que se hallaría cuando regresara a Berlín, si Anni seguiría esperándola o no. Estaba agradecida por haberla conocido, el amor que le había regalado, las vivencias compartidas,… Y también se percato que el vacio enorme que sentía en su interior había desaparecido.
Se durmió con una sonrisa en los labios. Pensó en Marisa extrañamente, quizás porque le gustaría verla sonreír. Cayó en un sueño muy profundo, lagunar e intenso. Una larga noche, un extraño sueño… inconscientemente ya lo supo: Ya nunca más seria lo mismo. Su vida había cambiado, ella jamás seria la misma Jasmin que se fue de Berlín.

(12) Acariciando las estrellas

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