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JAMÁS VOLVERÁ A SER LO MISMO Capítulo 11 (parte 1) (Fanfic de Jasmin y Anni de Guten Zeien, Schlechte Zeiten)



 Hola, aqui una pequeña parte de mi fanfic. Quería continuar, pero ya no ha fluido más mi inspiración. Lo dejo reposar y prosigo otro día. 
 
Capítulo 11: Por el camino de Santiago, viviendo el momento
(1)
 
 

Hay ocasiones que las dudas desaparecen, que el camino se te ilumina. Lo sigues ciegamente, como si tu mente supiera la clave para su sanación. Y si miras retrospectivamente, reconoces pequeñas claves en tu trayectoria que ya te lo indicaban. Aunque, a veces no estamos aún del todo perceptivos. Quizás, todo tiene su momento. Lo que había vivido a Barcelona le había fortalecido, le dio serenidad. Necesitaba calmar su espíritu convulso. Pero aquello no bastaba, necesitaba ahondar más en su yo más auténtico.
Jasmin se preparo el camino de Santiago en una semana. Compro una guía y decidió hacer el camino Catalán - Zaragoza. No tenía prisa. Ni tampoco se pregunto si sería demasiado o cuáles serían sus límites. Ni escucho a su amigo Martín (que sólo había hecho el camino des de León). Sólo quería perderse otra vez, pero con la intención de terminar algo: llegar a Santiago de Compostela.
No le ataba nada, por tanto era completamente libre. Y aquella sensación le embriagó. Compró la mochila de excursionista y todo lo que le aconsejaba la guía. Leyó también mucho de las páginas web. En ningún momento su determinación tambaleo. Le motivaba la sencillez de aquel viaje, de vivir con lo que llevabas encima.
Espero a que regresara Marisa, para despedirse de ella y agradecerle todo lo que le había aportado. Pese a su cinismo, sentía que la amaba sin peros, o restricciones. Y le había regalado la libertad.
Regreso el segundo lunes de abril, a las doce de la noche. Jasmin estaba ya en su habitación leyéndose la guía. El sonido de una puerta cerrarse la sobresaltó. Dudó en salir rápido de la cama o no. Los pasos de tacones y de unas ruedas de maleta como sonido ambiental, la relajó. Se levantó.
Se cruzaron en la salita. Se miraron. Los ojos de Marisa chispearon por unos breves segundos. No esperaba hallarla aún en el piso. Pero no era una persona ilusa, sabía que territorio pisaba.
- No hacía falta que me esperases.- le reprocho secamente, pero no fue hiriente como otras ocasiones. Quizás porque la conocía mejor.- Aún así me alegro de verte, ni que sea por última vez.
- Nunca se sabe Marisa. No podía irme sin más, sin agradecerte tu afecto sin condiciones, por hacerme sentir sin culpas. No quiero prometerte nada.- le dice sin dejar de mirarla, siéndole absolutamente sincera.- Mañana me voy.
- ¿Regresas… a Berlín?- su voz era tambaleante. Era Marisa al desnudo, sin corazas ni mascaras. Era sensibilidad a flor de piel, igual que Anni.
- No. Realizaré el camino de Santiago.- le informa. Se calla, sin saber que más decir. Le apetecía abrazarla, porqué intuía que en sus entrañas se moría de dolor. Lo hizo sin más. Fue un contacto largo, profundo.
Marisa se deshizo de sus brazos y puso distancia entre ellas. La miró con una pregunta en la punta de la lengua, pero qué se quedó en el aire. Leyó en los ojos de Jasmin que quería hacer el camino ella sola. Necesitaba alejarse de todo/s, para hallar a su propio yo. Si no lo hacía quizás jamás podría sentirse completa, ni amar a otra persona sin sombras.
- Eres muy valiente, saldrás adelante.
- No. Sólo trato de hallar la paz.- dijo Jasmin, no sintiéndose nada especial.
No dijeron nada más. Aquella noche no durmieron juntas ni compartieron tampoco la cama. Había limites que no debían sobrepasarse y era mejor poner punto y aparte en aquel paraje de su relación.
Jasmin se levantó temprano, canto una canción que le gustaba mientras le preparaba el desayuno a Marisa. Que para variar se levantaría tarde. Dudo de si despertarle o no.
Al final, la dejó dormir y le dejó una nota junto la copia de las llaves del piso. Le pedía que le guardase sus pocas cosas materiales que dejaba en el piso. Y si deseaba que las regalase. Con ella sólo le llevaba lo imprescindible.
 

Empezó por el camino de Barcelona hasta la montaña de Montserrat, uno de los símbolos importantes de Cataluña. Santa Montserrat era la patrona de los catalanes, junto San Jordi. Era una montaña constituida por cóndilos, que albergaba un monasterio dedicado a la santa.
Eligio el camino vía San Cugat del Vallés – Terrassa entre otras. Ciudades muy distintas entre sí. Ciudades tranquilas, industriales, bulliciosas, otras más tranquilas y señoriales. Paisajes agrestes, contaminados, hermosos… Andaba con ilusión, sin pensar en los muchos kilómetros que le esperaban por hacer.
El primer día fue interminable y terminó el día cansadísima. Los pies ya le dolían. El segundo, los pies seguían protestando y las ampollas hicieron acto de presencia. Al tercer día, se replanteo que quizás hacerlo todo era de locos. Pero una fuerza interior, muy profunda, le acallo todas sus dudas. Ella debía poder llegar a Santiago de Compostela. No importaba el tiempo que estuviera andando, pero llegaría.
Al quintó o séptimo día perdió la esencia del tiempo. Los pies se le habían vuelto más ágiles, las ampollas seguían al mismo sitio pero había aprendido a convivir con ellas.
Su mente un torbellino de pensamientos y recuerdos, se concentro en admirar la belleza de cada paraje que descubría. El silencio no le pesaba, a igual que la soledad. Sentía el canto de las aves, de los motores de los coches, el susurro del viento, el chillido de un insecto insignificante, su corazón latir y el jubilo de poder disfrutar de un simple día soleado.
A pesar de ser ya primavera no lo parecía. Hacía aún mucho frió, y más a medida que se adentraba en el corazón de Cataluña. Fueron unos tramos difíciles, mucha lluvia y viento. Suerte que llevaba un abrigo impermeable. Se sorprendió de su fuerza de voluntad y agarre. No desistió, no se quejó de las inclemencias climatológicas. Siguió andando, disfrutando por igual los días.
Llego a los pies de Montserrat y no dudo en subir hasta el monasterio. No lo hizo por fe a un Dios omnipresente. Aunque, empezaba a creer en algo que se alejaba de la comprensión humana. En una especie de cosmos, o algo que no se ve a simple vista pero está ahí. Quizás era la fuerza de la vida, de sentirse parte del mundo sin fronteras.
Al llegar al monasterio se hallo con una gran manada de gente, muchos de ellos devotos y otros llevados por la curiosidad. Entro en el templo, tras haber hecho una larga cola. En una fila contigua había una mujer de unos 40 años, que rezaba fervientemente. A su lado, había una mochila idéntica a la suya. En ella había colgado un par de colchas, el símbolo del camino de Santiago.
La mujer sintiendo que la miraba, se giro y le sonrió. Le devolvió el gesto. Volvió a concentrarse a sus plegarías. Jasmin, como acto reflejo, cerró los ojos y empezó a rezar. Más que nada fueron palabras de agradecimiento. Se sintió reconfortada. Se levantó y miro hasta el otro banco, pero la mujer ya se había ido.
Prosiguió el camino hasta Lleida. En entorno era más rural, con muchos contrastes de vegetación, de latitudes. Hubo pueblos que le encantaron, era pequeños y parecían ser de otra orbita. A parte, escuchaba la gente hablar más en catalán. Se le hacía raro. Pero la gran mayoría eran muy amables y se comunicaba con gestos o diciendo alguna palabra suelta en español.
Dormía en albergues y a veces en el campo, con el saco de dormir. Seguía haciendo frió, pero ya se había acostumbrado. Como el ser humano termina adaptándose a todo, si quiere sobrevivir. El problema estaba, en que, a veces, se aceptan vivencias intolerables. ¿Dónde están los límites?
Quizás, porque uno no se atreve a traspasar ciertas fronteras por culpa de los miedos. Los cuales nos atan y hacen que nos quedamos encadenados a dinámicas negativas, o autodestructivas. Uno no cree en sus posibilidades y repite, una y otra vez, los patrones conductuales conocidos. Sin percatarse que su vida es una callejuela sin salida.
Jasmin aprendía que el mundo no había fronteras, a vivir el día a día.

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